Rafael Alberti
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?¿Por qué me desenterraste
del mar?En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
***
De Marinero en tierra
-Madre, vísteme a la usanza
de las tierras marineras:
el pantalón de campana,
la blusa azul ultramar
y la cinta milagrera.
-¿Adónde vas, marinero,
por las calles de la tierra?
-¡Voy por las calles del mar!
***
De Marinero en tierra
Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ente el brillar de su acero;
que buen caballero era.
¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
Que buen caballero era.
***
LA NIÑA ROSA, SENTADA...
La niña rosa, sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar, desde mi balcón!
Su dedo, blanco velero,
desde las islas Canarias
iba a morir al mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!.
La niña, rosa sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
rojas islas de sangre
***
LA PALOMA
Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.
Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana
se equivocaba,
se equivocaba.
Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba...
***
Funerales
¡Pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!
Lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.
¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!
¡Marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!
¡Sal hortelana del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!
Llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.
¡Funerales de las olas!
¡El viento, en los arenales!
Entre apagadas farolas
se hunden mis funerales.
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