2º Premio Solidaridad
Lenense, 2004:
Cruz Roja de Lena.
(Palabras leídas
con motivo de la entrega
del 2º Premio Solidaridad Lenense
a Cruz Roja de Lena.
Heriberto Frade Fernández
Periodista)
¡Hola amigo! ¿Cómo estás? Nosotros te echamos de menos. Aunque nos tranquiliza saber que, estés donde estés, estarás en la gloría.
Sé que a ti te habría gustado irte como llegaste y como viviste. Discreto, de puntillas, sin hacer ruido. Pero no habría sido justo, así que comprende que estemos hoy aquí en torno a tu memoria.
Todavía se me hace raro ir a la parroquia y no escuchar esa tos de Ducados Internacional. O no encontrar por ahí aquellas gafas que te fabricaste con el cristal de una linterna. O no ver en tu despacho ese montón de periódicos, encíclicas y tratados de filosofía, teología y todas las “ías” que se nos puedan ocurrir.
Y es que, mientras la salud se lo permitió, amigos, Don Leoncio nadó entre libros que le ayudaron a buscar el justo medio entre esa fe cristiana que profesaba y los tiempos que vivimos.
Después, desde su posición aventajada, trataba de guiar a los demás.
Apoyado en el atril del altar, con la confianza de quién está en casa con los suyos don Leoncio nos habló de todo. De historia, de filosofía, del poder, del amor, del respeto, de la familia… y cómo no de solidaridad.
Una solidaridad que más allá del altar él predicaba con el ejemplo.
Los que sabemos esto es o por que lo vimos o porque lo vivimos pero nunca porque lo leímos o porque lo oímos. Porque la solidaridad bien entendida es ciega y sobre todo: muda.
Ciega y muda es, por ejemplo, la labor de los voluntarios de la Cruz Roja en todo el mundo y en Lena, lógicamente, como parte de él. Pero no sólo en el ámbito sanitario, que es el primero que se nos viene a todos la cabeza sino también en el cultural, el didáctico y el educativo.
No olvidemos, no olvidéis queridos profesores, catequistas, padres, entrenadores, chavales… que si formamos y nos formamos como buenas personas estaremos cada vez más cerca de ese mundo justo donde cada vez haya menos heridas que curar.
A eso dedicó su vida don Leoncio. Que fue cura, que fue maestro y que fue ciudadano. De Lena y del mundo.
Por eso viene a cuento la letra de una canción de esas que cantamos en el Coro de la Iglesia y que a don Leoncio le gustaba especialmente para los niños (aunque quiero terminar con ella para que los que no somos tan niños también reflexionemos sobre ella porque resume perfectamente el espíritu de este premio que hoy entregamos)
La estrofa de la canción dice…
Somos ciudadanos de un mundo
que necesita el vuelo de una paloma
que necesita corazones abiertos
y está sediento de un agua nuevaY el estribillo, que parece inspirado en gente que pasa por la vida como don Leoncio o como los Voluntarios de la Cruz Roja dice…
¡Por eso estamos aquí!
¡Conmigo puedes contar!
Y dejaré mi equipaje a un lado
para tener bien abiertas las manos
y el corazón lleno de Sol
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