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El canto popular (6)

No se sabe con exactitud en qué época se pueden localizar los cantos que se hacen a la Virgen. Lo cierto es que hasta finales de los años sesenta, una o dos mujeres cantaban unas coplas delante del pórtico en el momento en que se ofrecía el ramo. Una de las compositoras más prolíficas fue, queda dicho, Juana Castañón, cuyas coplas -o al menos una parte- recogemos en el capítulo tercero dedicado al Cancionero.

Con motivo de la coronación de la Virgen en el año 1949, fueron muchas las coplas que se dedicaron a la imagen y, de esa fecha, recogemos la de Juana Prida y algunas otras llegadas de distintos pueblos del municipio. En general estas coplas se cantaban en castellano y la primera que se hizo en bable tevergano tuvo lugar en la década de los ochenta y fue la compuesta por este cronista con motivo de la ofrenda realizada por los jóvenes que integraban el grupo de baile “Andecha Danzarina Seronda”, cuyos componentes eran del concejo.

Sería de gran interés que se retomase esta ancestral costumbre y que de nuevo volvieran a oirse, a la hora de ofrendar el ramo, las coplas de siempre. No estaría de más, y aprovecho la ocasión, para que en edad escolar se enseñaran a los niños de Teverga las raices y la identidad de nuestro pueblo con sus costumbres, formas de vida, útiles de labranza, topónimos, leyendas y, sobre todo, nuestra alicaida lengua vernácula para que ellos, a su vez, lo trasmitieran a las nuevas generaciones. La raigambre rural se nos va de las manos sin que nadie se ocupe de ella y un día, sin mucho tardar, será muy tarde para poder recuperarla.

La maravillosa historia
de las leyendas del lugar

Al margen de que se tengan como un género literario, como ocurre con las leyendas de Gustavo A. Becquer, entre otros escritores que se han dedicado a este tipo de literatura, incluso bajo forma de poema como Victor Hugo hizo con su “Leyenda de los siglos”, la leyenda como tal, si algo tiene de mágico y misterioso es esa fantasía que se recoge, desde la noche de los tiempos, a través de la tradición popular.

La leyenda no es un cuento. La leyenda parte de un hecho histórico, sucesos fabulosos o de la vida cotidiana que se le fue dando vida y forma con la evolución de los tiempos. Aquellas que tuvieron la suerte de ser recogidas mediante la palabra escrita, se fueron trasmitiendo en su fondo y forma, pero aquellas que se pasaron de boca a oido, experimentaron variaciones y, a veces, fueron tergiversadas según la fantasía del narrador, pues cierto es que -al igual que las noticias por los pueblos corren como regueros de pólvora- las palabras se enredan como las zarzas y terminan, la mayor parte de las veces, aprisionando y deformando la semilla.

La leyenda es y será siempre un género mayor escogido por escritores tan sobresalientes como Walter Scott, R. Binding, Rivas y Zorrilla que prefirieron llamar así a sus relatos históricos. La toma de Troya, las proezas de Carlomagno y del conde Roldán y, sobre todo, la “Leyenda Aurea” de J. de Vorágine, con la compilación de la vida de santos son algunas de las muestras que nos quedan de narraciones, en casos, moralizadores que incluso se presentan en composiciones musicales.

“Hermana de la hiedra, de los fosos abandonados y de las torres derruidas en que anidan los murciélagos -escribe Elviro martinez-, la leyenda comporta dos elementos importantes. la tendencia innata en el hombre a lo maravilloso y la nomenos congénita a anteponer los intereses propios a los intereses de la verdad y de la justicia...”(13)

En este libro se presentan siete alusivas a la Virgen del Cébrano, recogidas de la tradición popular que relatan acontecimientos tan llenos de fantasía como la vida misma. En definitiva la vida no es otra cosa que una leyenda y cada uno de los humanos somos su propio protagonista.

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