La voz del cuento y del relato (5)
Se dice, con acierto, que Oviedo es una ciudad bien novelada con los Clarín, Pérez de Ayala, Dolores Medio, Carmen Ruiz Tilve, Gerardo Lombardero y Fulgencio Argüelles, entre otros. Algo similar le ocurre al concejo de Teverga, pues de los municipios que tienen su extensión geográfica ninguno, ni en Asturias, ni en el resto del país, alcanzan tal parangón.
Los primeros trabajos se remontan a la década de los años cincuenta cuando Julián Cañedo, tan cinculado a estas tierras, publica “Bajo el reino de las águilas” y “La barba roja”. Más tarde lo hace Sandalio Suarez con sus trabajos novelados de la mina y, en los años noventa aparecen las tres novelas más importantes situadas en tiempo y en espacio en el concejo de Teverga, aunque dos de los autores se hayan servido de topónimos y nombres que no corresponden a los verdaderos.
Por orden cronólogico a las diferentes épocas, Celso Peyroux escribe “La sombra de un dios ausente” -sobre la Guerra Civil en Asturias-, José María Ruilopez publica “Todo junto al río” que se desarrolla en la década de los años cincuenta y Trinidad Ardura, sitúa su “Olvido”, unos diez años más tarde. Estos escritores y otros más, se unen para publicar conjuntamente varios cuentos teverganos que aparecen en la colección “Xana de Fonfría”, con el título de “Campanas para el recuerdo”.
Pues bien, todos estos escritores han acudido a la llamada del Cébrano y, en uno de los capítulos nos muestran sus creaciones llegadas desde Tenerife, Salamanca, Gijón y Oviedo que dan con su pluma enjundia a La Señora del Cébrano, uniéndose a la poesía, el canto y la leyenda.
Trinidad Ardura nos llega con un género tan primoroso como es el cuento para expresar un tipo especial de emoción tal y como ocurre con el poema. Trini -que hace de sus cuentos un bello y fabuloso sendero con un lenguaje sencillo y profundo, colmados de una fantasía luminosa- nos llega con el portento de un milagro a través de la palabra justa y popular con la añoranza prendida en cada línea. Sin lugar a dudas tal vez intente recuperar -como a todos nos pasa- la niña que fue y que aun lleva dentro.
María Eloina García -como si la telepatía las hubiera unido, entre Salamanca y Tenerife- llegó con otro milagro; en este caso real, por lo que se puede deducir. Sencilla en sus palabras y conocedora del mundo rural, se ampara del seno de una familia humilde para diseñar otro precioso relato con la alquimia de lo sucinto, entre la niebla de lo prodigioso y el arcano y la luz de las Islas Afortunadas.
Julián Cañedo, nos deja una semblanza costumbrista mostrando el entorno del palacio de Entrago y las cumbres de Sobia. Fue este un hombre singular: mitad bohemio, artista, torero y escritor de noble estirpe como lo fueron y son los Cañedo-Pidal.
Tres escritores han optado por la añoranza, sin considerar que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque aun les queda en sus cálamos muchas cosas que contar de estos y otros valles. Gerardo Lombardero, José María Ruilópez y quien suscribe, refrescamos las imágenes del pretérito con el recuerdo infantil o juvenil más por hacer una semblanza de la historia que por recrearse en lo que ya fueron páginas vividas; o, quizás, por ambas cosas.
Los tres, al mismo tiempo poetas, dan a sus trabajos esa simbiosis de la palabra precisa y la sensibilidad del mundo que les rodea. El recuerdo de lo que se ha sido, la fantasía del presente y el infinito de lo que venga son los ejes que mueven el gran teatro de este mundo en el que nos ha tocado vivir. La vida seguirá siendo un sueño y los sueños, a veces, se alimentan del recuerdo perenne que guarda en la retina el ayer que fuimos. Desde estas líneas, permítanseme estas palabras como un homenaje a don Pedro Calderón de la Barca, en el cuarto centenario de su nacimiento.
Mientras a este cronista-editor le quede un ápice de aliento y cuando -tarde o temprano- sigan apareciendo volúmenes de la “Xana de Fonfría” con la historia y la vida de nuestro concejo, habrá siempre un lugar preferido para nuestra lengua vernácula. Un requeixo pa la nuesa l·lingua a la que defenderé y divulgaré porque forma parte de la idiosincrasia y verdaderas raíces del pueblo tevergano y de las voces y los ecos que hablaron nuestros padres.
A los versos, sin igual de Mino Fuenteseca y los topónimos de Maximino Fernández, se unen dos bellos trabajos de Xosé Lluis García Arias y de Ricardo Algar en lengua asturiana.
Mientras Algar vuelve, como los precedentes, al recuerdo, con las palabras justas e impregnadas de la belleza que posee nuestra lengua y de la poesía que ampara al autor, García Arias recorre el concejo, a través de un pasaje bíblico, mostrándonos la grandeza del paisaje, la maestría de su verbo vernáculo, la sensibilidad lírica, la palabra justa de nuestros mayores y la fantasía del creador.
Desde estas páginas, una vez más, reivindico nuestra lengua materna su difusión y defensa porque sin algún día dejara de existir, sería como si, de pronto s’apodrecieran las raíces de lus texos ya lus piornos de los teitus, rabilaran y s’esbaldronaran lus pegol·lus de los hurrus ya quedara escosa ya sin augua la fonte de Fonfría; ya un dicir.
Siempre he estado por la normalización de las cuatro variantes de la lengua asturiana, pero nunca me cansaré de pedir -a quien tenga competencias para ello: políticos, maestros, sociólogos, etnográfos y padres- que el asturiano de nuestros valles, tal y como lo hablaron nuestros ancestros, se implante como una asignatura en las escuelas sin que dicha materia vaya en detrimento de otras lenguas tan necesarias en la sociedad de hoy para el futuro de los jóvenes. Todas las lenguas tienen cabida y pueden armonizarse en los estudios, de igual manera que nuestras costumbres, artesanía, folklore y las raíces esenciales de nuestra cultura.
En fin, cierra este capítulo dedicado a la prosa, una sencilla perla cultivada rescatada del tiempo, justo en el momento en que se cerraban todos los originales que componen en el presente libro.
Después de bucear en numerosas ocasiones en las hemerotecas, hemos dado en los archivos de La Nueva España, con un reportaje periodistico que recoge el día en que fue coronada la Virgen del Cébrano como patrona de Teverga. Lo firma un anónimo periodista rural ocasional que llegó a nuestro concejo más con el fin de asistir al evento que dispuesto a escribir sobre lo que aquel lejano día aconteció. En todo caso es un bello trabajo que al tiempo que describe las imágenes con precisión y lirismo, fue una persona llena de fe.
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