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" Señá Remigiaentra otra vecina doblando su flaco espinazo para franquear la puerta, ¿no tiene unas hojitas de laurel que me dé pa hacerle un cocimiento a María Antonia?... Amaneció con el cólico... Y como, a la verdad, sólo lleva su pretexto para curiosear y chismorrear, vuelve los ojos hacia el rincón donde está el enfermo y con un guiño inquiere por su salud. Señá Remigia baja los ojos para indicar que Demetrio está durmiendo... -Ande, pos sí que está usté también, señá Paquita...; no la había visto... -Güenos días le dé Dios, ña Fortunata... ¿Cómo amanecieron? Pos María Antonia con su “superior”... y, como siempre, con el cólico... En cuclillas, pónese cuadril a cuadril con señá Panchita. - No tengo hojas de laurel, mi alma -responde ñá Remigia suspendiendo un instante la molienda; aparta de su rostro goteante algunos cabellos que caen sobre sus ojos y hunde luego las dos manos en un apaste, secando un gran puñado de maíz cocido que chorrea una agua amarillenta y turbia. Yo no tengo; pero vaya con señá Dolores: a ella no le faltan nunca yerbitas. Ña Dolores donde anoche se jué pa la Cofradía. A sigún razón vinieron por ella pa que juera a sacar de su cuidado a la muchachilla de tío Matías. -¡Ande, señá Pachita, no me lo diga!... Las tres viejas forman animado corro y, hablando en voz muy baja, se ponen a chismorrear con vivísima animación. -¡Cierto como haber Dios en los cielos!... ¡ Ah, pos si yo juí la primera que lo dije: «Marcelina está gorda y está gorda»! Pero naiden me lo quería creer... -Pos pobre criatura... ¡Y pior si va resultando con que es de su tío Nazario!... ¡Dios la favorezca!... ¡ No, qué tío Nazario ni qué ojo de hacha!... ¡Mal ajo pa los federales condenados¡... -¡Bah, pos aistá otra enfeliza más! Martín Fierro
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