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JOVELLANOS EN SU BICENTARIO:
ILUSTRACIÓN, UTILIDAD PÚBLICA
Y EDUCACIÓN
(VIII).

Después de proclamar en sus diarios, cartas, informes y tratados más sistemáticos que la instrucción es la primera y principal causa de la riqueza, del progreso y de la prosperidad de un país, la gran obsesión educativa de Jovellanos fue la introducción en el sistema educativo de la enseñanza de las ciencias útiles.

Así concibió y promovió la creación de una Escuela de Mineralogía y Náutica en Gijón, en la que se enseñaran Matemáticas, Física, Química, Mineralogía y Náutica con el fin de promover y fomentar las minas de Asturias y el comercio de sus carbones por mar. Pero el establecimiento de ese Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía en Gijón encontrará abiertas resistencias por parte de la Universidad y el Ayuntamiento de Oviedo a su ubicación, a su plan de estudios y a su financiación y será el objeto de la mirada severa y acechante de la Inquisición.

No le debe llegar a sorprender al lector ver el enfado de Jovellanos con el obispo de Lugo, Felipe Peláez Caunedo, que le había respondido en forma impertinente a la carta (1799) de petición de ayuda económica para el Real Instituto. El siempre moderado Jovellanos se despacha a gusto con el monseñor:

"Aquella carta prueba que yo no ignoraba las obligaciones de usted como obispo, cuando le recordaba las que tiene como miembro de la sociedad que le mantiene, y es bien extraño que usted sólo recuerde las primeras para desentenderse de las últimas. Sin duda que un obispo debe instruir al clero que le ayuda en su ministerio pastoral; pero también debe promover la instrucción del pueblo, para quien fue instituido el clero y el episcopado. Debe mejorar los estudios eclesiásticos; pero también debe promover la mejora de los demás estudios, que usted llama profanos, y que yo llamo útiles, porque en ellos se cifran la abundancia, la seguridad y la prosperidad pública; porque con la ignorancia ellos destierran la miseria, la ociosidad y la corrupción pública; y, en fin, porque ellos mejoran la agricultura, las artes y las profesiones útiles, sin las cuales no se puede sostener el Estado, ni mantenerse los ministros de su Iglesia" (Caso, J.M., Jovellanos , Ariel, Barcelona, 1998, pág. 211).

Jovellanos, a quien en su día se le había encargado de la reforma de los estatutos del Colegio de Calatrava en la Universidad de Salamanca y era buen conocedor de las mismas, no pensaba que las universidades pudieran transformarse y enseñar en sus cátedras las nuevas ciencias útiles, tan importantes desde la implantación de la revolución científica moderna. Las universidades eran de fundación eclesiástica por lo que su interés estaba más en la Teología y en el Derecho Canónico.

Apenas se enseñaban en ellas las Matemáticas y su Lógica era la lógica escolástica, cargada de silogismos artificiosos que no permitían progresar; el estudio de la naturaleza no se proponía desde los principios y leyes que formularon esos grandes "bienhechores" de la humanidad, como los denomina Jovellanos, que fueron los nuevos científicos modernos a partir de Bacon de Verulam, sino desde la antigua cosmología racional, el método deductivo aristotélico y en latín.

El Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía se inauguró el 7 de enero de 1794, fecha que debiera ser señalada como de las más relevantes que en el ámbito educativo de la modernidad ha conocido no sólo Asturias, sino también nuestro país. En su escudo aparecían dispuestas en forma de pirámide las palabras MINERALOGÍA, MATEMÁTICA y NÁUTICA. Y en la orla, la siguiente inscripción: Quid verum, quid utile ( A la verdad y a la utilidad pública ).

En la Oración Inaugural reiteraba Jovellanos su pensamiento, viéndose acaso recordado por la posteridad: " Y si en el entusiasmo del reconocimiento, algún tierno recuerdo despertare la memoria de los débiles esfuerzos de mi celo, de este celo de vuestro bien que ahora me consume, entonces mis yertas cenizas, que no reposarán lejos de vosotros, recibiendo el único premio que puede anhelar mi corazón, os predicarán todavía desde el sepulcro que estudiéis continuamente la naturaleza, que sólo busquéis las verdades útiles y que consagréis toda vuestra aplicación, toda vuestra sabiduría, todo vuestro celo, al bien de vuestra patria y al consuelo del género humano" (Caso, T., Antología de Jovellanos . Ediciones Nobel, Oviedo, 2003, pág. 160).

No se trata de relatar aquí la historia y vicisitudes del Real Instituto Asturiano, pero sí conviene señalar que, apenas un año después de su fundación, Jovellanos se encuentra con la presencia del cura de Somió (Gijón), Francisco López Gil, comisario de la Inquisición , en la biblioteca del Instituto leyendo a Locke e, irritado, escribe en su diario: "¿Qué será esto? ¿Por ventura empieza alguna sorda persecución del Instituto? ¿De este nuevo Instituto consagrado a la ilustración y al bien público s?". En 1796 se produce otro nuevo incidente con otro comisario de la Inquisición , Antonio Vigil Sariego, Machacón , que había ordenado al bibliotecario que le remitiera la lista de los libros reservados de la biblioteca.

Alejados de estos ojos censores nos conviene destacar por último que en 1797 Jovellanos leyó en el Real Instituto su Oración sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias, en la que defiende la necesidad de que los científicos tengan una formación humanística que contribuyera a ordenar el pensamiento, analizar las ideas y exponerlas con la mayor elegancia y claridad.

Y es que Jovino no pretendía tan sólo preparar a aquellos jóvenes en matemáticas, náutica, geografía y mineralogía, todas ellas ciencias útiles a la sociedad, sino también ofrecerles una enseñanza que les formara como personas de bien, útiles a la consecución de "felicidad pública", sirviéndose para ello del estudio de la lengua y de la literatura castellanas, de la meditación de clásicos en la formación moral como su admirado Cicerón y del conocimiento y uso lenguas nuevas como el inglés y el francés que les abrieran las puertas de la modernidad de una forma que ya no podía proporcionar la antigua y anquilosada enseñanza en latín.

Y así dice en aquel discurso: "No, hijos míos; si algo sobre la Tierra merece el nombre de felicidad, es aquella tierna satisfacción, aquel íntimo sentimiento moral que resulta del empleo de nuestras facultades en la indagación de la verdad y en la práctica de la virtud" (Caso, T., o.c. , pág. 163). Ciencias útiles, investigación, conocimiento de las lenguas y belleza, verdad y virtud configuran aún hoy, más allá de esas cansinas retóricas de los discursos oficiales, un programa educativo de verdadero interés para nuestra sociedad.

Francisco Noval, 2011.

Referencias bibliográficas:

  • Gaspar Melchor de Jovellanos: Escritos pedagógicos, 1º y 2º . Obras completas. Tomos XIII y XIV. Ediciones KRK, Oviedo, 2010. Edición crítica, prólogo, estudio introductorio y notas de Olegario Negrín Fajardo.

  • Caso González, J.M., Jovellanos . Editorial Ariel, Barcelona1998. Edición de María Teresa Caso.