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¿POR QUÉ GRECIA?
(X)

por Francisco Noval,
8 junio 2012. .

Tal es el título de un artículo de opinión publicado en La cuarta página del diario El País por Mario Vargas Llosa el domingo 3 de junio de 2012. La tesis de Vargas Llosa, su esperanza como él dice, es que "Grecia no puede dejar de formar parte integral de Europa sin que ésta se vuelva una caricatura grotesca de sí misma, condenada al más estrepitoso fracaso".

Y escribe esto justo cuando están a punto de celebrarse unas elecciones cruciales, con el voto muy dividido entre quienes quieren abandonar el euro y volver al dracma, pues critican la pérdida de soberanía y el expolio que está sufriendo el pueblo griego por las condiciones de austeridad impuestas por Bruselas, y los partidarios de permanecer en el euro y seguir perteneciendo a la Unión Europea. Centroderecha y centro izquierda frente a los partidos más radicales de derechas y de izquierdas.

Vargas Llosa no sustenta su tesis en argumentos económicos, aunque no deja de hacernos un retrato cruel de la clase dirigente griega: "Esta mañana leo en el International Herald Tribune una espeluznante descripción del estado de su economía, los grotescos privilegios de que han gozado en todos estos años sus armadores, banqueros y empresarios más prósperos, exonerados de pagar impuestos, y las fortunas que han fugado y siguen fugando del país hacia Suiza y los paraísos fiscales más seguros del planeta, en tanto que el pueblo griego se sigue empobreciendo, viendo encogerse sus salarios o pasando al paro, a la mendicidad y al hambre".

Al contrario, aunque sea bien distinta de la Grecia de hoy, Vargas Llosa retorna a aquella Grecia del siglo V. a.C. para afirmar que "Europa nació allá, al pié de la Acrópolis, hace 25 siglos" y que también las instituciones democráticas, la libertad y hasta los derechos humanos tienen en ella su lejana raíz. "Grecia es el símbolo de Europa y los símbolos no pueden desaparecer sin que lo que ellos encarnan se desmorone y deshaga en esa confusión bárbara de irracionalidad y violencia de la que la civilización griega nos sacó".

Tal es la posición que Vargas Llosa pretende defender. Pero, para mi grata sorpresa, lo hace valiéndose de la figura y de los escritos de Jacqueline de Romilly, académica francesa a la que siempre me ha resultado muy grato leer. Y lo hace a partir de una pequeña anécdota, la de haber estado sentado durante una cena junto a aquella helenista exquisita y casi ciega, para él hasta entonces desconocida, y a la que luego comenzaría a leer. Pour quoi la Grèce?, sería el primero de los libros leídos y, precisamente, el que le sugiere el título de su artículo.

Y escribe nuestro autor: "Jacqueline de Romilly muestra que en Grecia nacieron, o cobraron una realidad y dinamismo que nunca tuvieron antes en la vida social de pueblo alguno, los factores determinantes del progreso humano, como la democracia, la libertad, el derecho, la razón y el arte emancipados de la religión, las nociones de igualdad, de soberanía individual, de ciudadanía, y una manera absolutamente nueva de relacionarse el hombre con el más allá y con los dioses, además, por supuesto, de una idea de la belleza y de la fealdad, de la bondad y la maldad, de la felicidad y la desdicha, que, aunque con los inevitables matices y adaptaciones que ha ido imponiéndoles la historia, siguen vigentes".

Hasta aquí la larga cita y las tesis de Vargas Llosa, distintas estas últimas de las que hemos conocido recientemente de boca de Pedro Olalla, y que abogan por la salida de Grecia del euro y de la esclavitud por deudas a que la están sometiendo a sus ciudadanos Bruselas, Alemania y el Fondo Monetario Internacional. Además, justo es decirlo, no tenemos opinión experta sobre estos asuntos de preponderancia económica, si bien en esta crisis social que afecta a la construcción europea no sólo es la economía la que está en juego, ni los mercaderes quienes han de tener la única ni la principal voz. Faltan muchas voces intelectuales que, en medio de las turbulencias económicas y políticas, hoy apenas si se dejan oír.

Encima de la mesa de mi escritorio están cuatro libros de Jacqueline de Romilly. El primero, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles , lo adquirí en el verano de 1997. Está dedicado al "siglo de Pericles" y a aquellos hombres, casi todos llegados a Atenas procedentes de otras ciudades griegas, que desempeñaron diversos e importantes papeles: "de profesores, de pensadores de ideas atrevidas, de moralistas lúcidos y teóricos de la política". Imposible verlos ya sólo desde la perspectiva crítica y negativa con la que los retrata Platón.

El segundo, Sur les chemins de Sainte-Victoire , lo compré en un ya lejano 12 de agosto de 1998, en Aix-en-Provence, precisamente la ciudad natal de nuestra autora, así como del pintor Cézanne. Se trata de un libro de confidencias, de dejar pasar el tiempo en el pequeño jardín algo abandonado que tanto se ama, de corregir las tesis doctorales que se han traído como trabajo de verano a la casa familiar de las afueras de Aix, de perder la vista y dejarse llevar de la ensoñación a cualquier hora del día en las laderas de la luminosa montaña de la Sainte-Victoire , tan omnipresente"

El tercer libro, Les roses de la solitude , lo compré en Uzès a comienzos de septiembre de 2011 y tengo leídos varios de sus capítulos. Una mujer académica, la primera en Francia, y anciana ya, reflexiona desde su soledad sobre los enseres más próximos, las cortinas, las vistas ya no posibles sobre los tejados de París o sobre algunos regalos recibidos como destacada helenista, casi abandonados durante años y años como decoración en los salones de la casa, pero que con su descripción, retoman vida y los vuelve a recrear en su momento original.

Así resulta precioso el capítulo titulado Les chevaux de l'Olympe, un regalo recibido tras unas conferencias en Tesalónica en las que la autora había disertado precisamente sobre un caballo hablador que aparece en la poesía de Homero. Reflexiones sobre los instantes vividos, sobre las limitaciones que imponen la ceguera y la vejez, amor hacia Grecia y, a veces, inevitable e insistente nostalgia"

El cuarto libro, Pour quoi la Grèce? , también comprado en la misma fecha en Uzès, es el que cita Vargas Llosa y el que aún no he leído. Es ya la obra académica de la helenista que desde joven adolescente admiraba a Tucídides y que aquí se ocupa de la Ilíada como epopeya diferente a las demás, del siglo V y la democracia, de la discusión política de carácter intelectual, de la historia, de la tragedia y el lenguaje de los mitos y de la filosofía, todo ello teniendo muy presentes y cercanos los textos mismos de los autores que estudia. Libro, por tanto, pendiente de disfrutar"

Por último, con un buen desvío ya respecto del artículo de Vargas Llosa, he de recordar que hace apenas un año, a finales de junio de 2011, me despedía de mis compañeros de docencia y de treinta y cinco años como profesor de Filosofía en diversos institutos asturianos con un brevísimo fragmento de Esquilo perteneciente a Prometeo encadenado y que yo, hacía ya muchos años, había encontrado citado por Jacqueline de Romilly, al que había dedicado una nueva obra precisamente titulada Le sourire inombrable. Prometeo, en medio del castigo y de la desdicha, invocaba a la madre tierra y a ""la sonrisa innumerable de las olas marinas" .

Y me servía de esa cita para mostrar, con la menor nostalgia posible y hasta con optimismo, el inevitable paso del tiempo y el devenir de las generaciones, como esos bulliciosos comienzos y finales de curso de chicos y chicos diferentes que durante tantos años yo mismo tuve la ocasión de contemplar. Ese final de curso, como una ola que llega precedida y seguida de todas las demás al tiempo que se entrega bulliciosa en su ruido y brillante en su espuma en la orilla de la playa, ahora me había tocado a mí.