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El misterio de aquella playa

por Laura González

Marta, Luis, Pedro, Susana, Óscar y Carla estaban muy nerviosos porque hoy se iban de viaje de estudios a Cádiz. Alas 12 de la noche, estaban todos en el parque del pueblo. Allí les esperaba el autobús. Junto a ellos se encontraban los demás chicos y chicas de la clase. Y allí estaban también sus padres, de los cuales se estaban despidiendo.

A las 12 y diez llegó el autobús. Primero se abrió la puerta del maletero para que metieran sus maletas. Cuando el chofer abrió las puertas del autobús, todos corrieron hacia él: Marta, Susana, Óscar y Carla cogieron los asientos de atrás, y ocuparon los dos sillones delanteros para sus amigos Luis y Pedro.

Fueron durmiendo toda la noche, y mientras que todos dormían, Marta se dedicó a ir pintando las caras de los demás con un lápiz de ojos. Cuando se despertaron, vieron sus caras pintarrajeadas. Llegaron a Cádiz alas 10 de la noche, y lo primero que hicieron fue repartirse las habitaciones. Era un gran hotel, tenía playa privada y 3 piscinas. Cuando Óscar entró en el hotel exclamó:

-¡Esto es una pasada!
-¡Claro! -respondió Susana-, en Pajares no tenemos esto.
-Pero tenemos otras cosas como la nieve-dijo Carla-.

El reparto de las habitaciones fue de tres en tres. Marta, Susana y Carla estaban en la misma habitación, en la 604. Luis, Pedro y Óscar también estaban juntos y justo enfrente de las chicas, en la 624.

Nada más llegar se fueron a las habitaciones para dejar sus cosas allí. Luego bajaron al comedor a cenar. Terminaron de cenar y se fueron todos a sus aposentos. Luis, Pedro y Óscar fueron a la habitación de las chicas para estar hablando un rato. Estuvieron platicando hasta las 4 de la mañana. A esa misma hora se fueron los chicos a su habitación. Al día siguiente sonó el teléfono a las ocho y media de la mañana. A las nueve ya estaban todos en el "hall" del hotel para ir juntos a desayunar.

Durante el día realizaron todas las actividades previstas. Por la tarde se habían ido para Cádiz capital. Cuando regresaron al hotel, ya eran las 10 de la noche. Bajaron a cenar rápidamente y fueron de nuevo a sus habitaciones. Todos los demás querían salir para dar una vuelta, pero Marta, Pedro, Luis, Susana, Óscar y Carla no querían salir. Como eran sólo 6 no se quedó ninguno de los profesores con ellos en el hotel.

Estaban solos en el hotel, y decidieron bajar a la playa. Cuando salieron de las habitaciones, el guardia de seguridad les preguntó que a dónde iban. Ellos contestaron que hasta la playa. El guardia de seguridad se empezó a reír y dijo que ellos no se moverían de allí. Dieron la vuelta y fueron todos para la habitación de las chicas. Eran ya las 3 de la mañana, y todavía no habían vuelto los profesores y los demás compañeros.

A las 4 y media de la mañana escucharon voces en la habitación de al lado, era un mujer, y parecía que le estuviesen pegando. Llamaron a recepción y el guardia de seguridad subió inmediatamente. Cuando llegó, no se sentía ni una mosca y pensaron que había sido un una travesura. Les picaron a la puerta y les cayó una gran bronca. Resultaba ser que en aquella habitación no había nadie.

Durante las dos noches siguientes ocurrió lo mismo. En la noche del jueves, los niños se acercaron a la puerta y escucharon los gritos. Entonces decidieron investigar por su cuenta. Picaron a la puerta de aquella habitación pero nadie les abrió. Decidieron bajar a la playa porque allí no se podía dormir.

Cuando estaban en la playa apareció un hombre. Estaba borracho y les dijo que le ayudasen que le perseguía el fantasma de su mujer. Cuando éste les dijo aquello, todos se empezaron a reír. El hombre comenzó a correr tras ellos, que, muertos de miedo, se lanzaron playa adelante. Consiguieron despistar al hombre.

Ahora ya no estaban en la playa sino en un parque lleno de gente rara.
Se quedaron durante unos segundos callados y de repente vieron a aquel hombre de nuevo a su lado. Comenzaron a correr como locos pidiendo ayuda, pero nadie les oía. De repente vieron cómo una luz roja venía frente a ellos. El hombre empezó a decir unas palabras muy extrañas y aquella luz desapareció. El hombre estaba a pocos metros de alcanzarlos, cuando empezaba a amanecer. Miraron hacia atrás, pero todo había desaparecido, y volvían a estar tirados en la playa. Se levantaron y fueron corriendo a contárselo a los profesores, pero no se lo creyeron.

Ya eran las 12 de la mañana y estaba el autobús esperándoles para irse de nuevo a casa. A las doce y media montaron en el autobús y se fueron pensando cómo había podido desaparecer aquello en tan pocos segundos. Llegaron a casa alas 6 de la mañana y fueron directos a dormir, por fin, sin los gritos de aquella mujer.

Laura González

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