La tierra dormida
Joaquín M. Barrero
Ediciones B, S. A.
Barcelona, 2014
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La tierra dormida
Reseña completa de la lectura (en PDF)
por Xulio Concepción SuárezUna historia contada desde la acción externa a la pasión interna
Desde las primeras páginas de la novela, la prosa de Joaquín M. Barrero se abre con ese estilo personal que sigue tejiendo en su profunda y ya extensa creación literaria. Desde las primeras escenas, paisajes y sintaxis, espacios y estructuras fluyen paralelos. No por casualidad, la primera palabra de las 532 páginas del texto, habría de ser la palabra “llovía”: una especie de panorama simbólico que nos sitúa a medias entre lo geográfico y lo etnográfico, entre lo externo y lo interno, entre sentimientos y sentidos:
- “Llovía perezosamente en la madrugada avanzada,
las gotas posándose con suavidad en el asfalto
acharolado” (p. 13) .
Como si un sosegado amanecer lluvioso necesitara venir a cuento para resaltar con fuerza mágica algún suceso personal inminente. Como si las acciones externas fueran la traducción sucesiva de las pasiones internas de los personajes que las protagonizan o las presencian. De esta forma, las frases, los párrafos, a modo de pinturas enlazadas como en un lenguaje cinematográfico, se van ensamblando muy visuales en la retina y en la memoria del lector. Y, así, una página nos va llevando a otra, como de una pantalla de powerpoint a la siguiente; o como una película de fotogramas en cadena.
De esta forma calculada, discurso narrativo y discurso visual corren parejos, con frecuencia pintados con figuras literarias: paralelismos, contrastes, antítesis, paradojas, sinestesias, metáforas, sinécdoques..., que tanto van a enganchar la imaginación del lector sobre cada secuencia de acciones. Y, así, sobre aquel espacio sosegado de la primera alborada, irrumpe con puntualidad el contrapunto que nos hace volar intrigados ya en adelante tras los pasos de cualquier personaje... [...]
Con la esperanza de una lluvia dolorida que sólo dará sus frutos en la estación siguiente: “La tierra estaba húmeda, como si fueran lágrimas”. Porque en el tiempo de la obra los personajes presenciales no verán los resultados: todo se vuelve virtual, mágico, con mucho tiempo y sufrimiento por el medio. Sólo en esa confluencia de coordenadas temporales entre el cielo y el suelo, las semillas darán frutos, y lo que era glocal se volverá global al tiempo.
Sirvan estas preciosas líneas más:
"Y, aun existiendo la posibilidad, si bien remota, no quiero encontrar sus huesos. Tengo su imagen hermosa y fresca y no un único sitio donde rezarle. Está en todos los sitios, en cada rincón, entre mis árboles, cuando me miro en el espejo, cuando contemplo a mis hijos. Y ello me hace feliz" (p. 496).
(siguen las otras 11 páginas con la reseña completa en PDF)
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