Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

 

."¿Es que no sabes que ya la he visto en sueños varias veces?... La risa de los dos jóvenes puso de manifiesto que, una vez más, aquel chiquillo prodigioso había obrado el milagro de convertir un campo de minas en un prado repleto de flores" (p. 198 s).


Lo que oculta el silencio
Elena Matrán Abascal
Punto Rojo Libros, 2015

Extracto de las palabras de presentación
de la novela :
por Xulio Concepción Suárez.
Mieres del Camino.
Librería La Pilarica.
24-02-2016.

A) Elena Matrán, un estilo narrativo que nos engancha desde las primeras páginas

A juzgar por la lectura de sus obras, se diría que su autora, Elena Matrán, merece un lugar destacado en la narrativa actual, lo mismo por sus temas que por su estilo: un tipo de literatura que se lee de un tirón, pues engancha ya desde unos títulos que nos sitúan por encima del contenido más aparente del diccionario; más allá de las palabras que intentamos descifrar: Aquellos malos tiempos (2013), Halcones en Madrid (2014), Lo que oculta el silencio (2015).

Porque estos mismos títulos, de alguna forma subyacente, nos van llevando hacia esa realidad que siempre fluye en sus textos con varias dimensiones: la que tenemos ante los ojos, y la que otros y otras -o tal vez nosotros mismos- podríamos estar viviendo paralela en nuestra mente. Una vida más creativa y de proyecto, en definitiva, como iremos comprobando.

Hasta la tipografía empleada en sus cuidadas ediciones colabora visualmente hacia el descubrimiento, hábilmente detective, de esa intriga virtual que nos envuelve: un tipo de letra espaciosa y fluida, hasta con cierta separación de espacios y caracteres, que incitan a seguir el hilo discursivo con sólo voltear la primera página.

Y, así, casi sin darnos cuenta, vamos comprobando el dominio sintáctico narrativo por parte de la autora, hoy tan de moda en el estilo digital: frase más bien corta, abundante puntución semántica y emocional, más coordinadas que subordinadas, nexos frecuentes, signos como la admiración, la interrogación, las comillas diacríticas, fechas concretas, caracteres del correo electrónico; el ciberespacio, la cibercomunicación en uso.

Ese estilo literario con los aires renovados del milenium: el estilo digital

O esos párrafos abundantes por ideas conectadas de forma progresiva, sin la monotonía tradicional de ese otro tipo de discurso donde hasta se pueden contar las páginas por interminables párrafos, tantas veces de puntuación tan escasa. Se diría que la autora, más o menos consciente de ello, participa de esos aires más frescos del renovado estilo digital que nos van acercando, casi sin darnos cuenta, a la nueva escritura del milenium.

Un estilo fácil para el lector, pero, como diría Goethe, "En realidad, es fácil: pero qué difícil es lo fácil". Es decir, la nueva gramática multimedia, que se va tejiendo también, en la que ya trabajan unos cuantos gramáticos, y hasta académicos en sus respectivas lenguas: un discurso más fluído, más sintético, visual, imaginativo, que sugiere conexiones múltiples para el autor y para sus lectores al mismo tiempo.

La misma autora parece consciente de ello en esta novela que ahora comentamos, pues en ocasiones ella misma, como narradora omnipresente entre sus personajes, aclara la utilidad comunicativa de este estilo tan ameno: así usa abundantes marcas gráficas, tipográficas, digitales, para modular ideas y sentimientos de los protagonistas en cada momento emocional:

"Trató de construir frases cortas y sencillas, para asegurarse de que ella las comprendería correctamente" [aclara Raquel en un momento] (p. 93).

Y con el otro lado más poético de la prosa también

Porque el estilo narrativo de Elena va más allá del discurso tradicional al uso, y hasta se tiñe con resonancias poéticas a veces, como para compensar aquella rigidez más monótona de la prosa; así nos impactan algunos diálogos con recursos estilísticos más propios del sentimiento, que nos animan a seguir descubriendo ese misterio que latía desde las primeras páginas. Muchos ejemplos para ilustralo (Elena tiene poemas también):

"Los últimos rayos de sol se llevaban con ellos a los clientes rezagados que aún quedaban en la terraza de la cafetería" (11).

"... aquella frágil mariposa que resbalaba entre sus dedos como arena de la playa y parecía más comprometida con un niño de ocho años que con él" (p. 118).

"Raquel se levantó de la cama, tras cuarenta y ocho horas de febril convalecencia, tan débil como una mariposa después de un aguacero" (p. 135).

"Él la miró en silencio, ocultando sus pensamientos tras el lienzo inquietante de aquellos ojos oscuros y rasgados como vetas de carbón" (p. 114).

"El humor de Aureli Portolés últimamente era tan gélido como un atardecer en Siberia" (p. 211).

En ocasiones, hasta el estilo se vuelve plástico, fotográfico, incluso, cuando la autora parece que necesita de la crítica más aguda, casi dibujada, a modo de imagen pintada con palabras a ritmo de paleta o de pincel:

"La mirada venenosa de su padre le taladró la piel, como si fuera el aguijón de un alacrán, paralizando su sangre y sus músculos" (p. 133).

"... pero no sería capaz de arrepentirse porque una serpiente, aunque mude de piel, nunca deja de ser una serpiente" (p. 226).

Yo diría que toda una teoría y práctica literaria va tejiendo la autora en su retina y en su pluma: la creación virtual

A medida que caminamos sobre las páginas tras los pasos de los protagonistas, deducimos que un nuevo estilo literario va modelando Elena, entre la creación mágica y la creación virtual; una prosa sugestiva que siempre podrá generar en los lectores esas capacidades internas necesarias para seguir creyendo, y construyendo proyectos de realidad diaria. Sirva alguna cita de sus obras anteriores, por ejemplo, de Aquellos malos tiempos:

"Porque cuando todo lo perdemos, siempre intentamos refugiarnos en el intacto lugar de la memoria donde se esconden los recuerdos de la infancia"

O aquella otras dedicatorias, tan virtuales, de Halcones en Madrid:

"Para Eusebia Martín, mi abuela, porque a punto de cumplir los cien años, todavía conserva en la mirada la luz y la alegría de aquel barrio de churros y verbenas que ya no volverá".

"Para Tino R. G. experto en grutas, senderos y altas cumbres, porque supo encontrar el halcón que se escondía bajo mi humilde disfraz de paloma".

"Nada es auténtico, nada es perdurable. Nada, salvo el contorno de un halcón en el cielo, cuando el sol del ocaso enmascara con sombras el perfil de la tarde".

B) Paisaje interior y paisaje exterior interactivos, en la construcción literaria: los ojos del espíritu

Ya desde la portada interior de Lo que oculta el silencio, leemos una cita que estructura todo ese pequeño mundo que se proyecta hacia adelante:

"O muéstrate como eres, o sé como aparentas"
(Yahal ad-Din M. R.; Mevlana, famoso poeta mísitico persa)".

Tal vez sea ésta la razón personal por la que la novela nos va intrigando en la lectura con intensidad progresiva: al hilo del discurso, vamos pasando del interior de los personajes, al paisaje exterior (físico, geográfico, real); del discurso de los sentimientos, llegamos al espacio donde tienen lugar las acciones y se suceden los tiempos. Por las intenciones, deducimos las conductas.

Y, por el camino inverso, el espacio en que nos sitúa cada página, nunca se queda reducido al paisaje exterior de los edificios o los campos, sino que nos conduce al interior de cada personaje, protagonista exclusivo de sus acciones concretas. Por las conductas, deducimos las intenciones.

Y, así, desde el comienzo de la novela se van abriendo esos dos paisajes interactivos que fluyen paralelos en los distintos protagonistas:

"Raquel vivía encerrada en el centro de un círculo invisible, anclada en una especie de realidad paralela que con nadie podía compartir" (p. 9).

"Nuestro conocimiento de la realidad [aclara en otra de tantas reflexiones la autora] está condicionado por nuestras percepciones sensoriales... Es necesiario utilzar 'los ojos del espíritu', esa intuición innata que todos poseemos para poder superar las experiencias meramente físicas y acercarnos a la realidad auténtica..." (p. 37).

Con una aplicación muy práctica, hasta para ser capaces de controlar nuestra mente en lucha con algún insomnio inexplicable o a destiempo; todo puede tener su técnica hasta para crear situaciones reales en un momento decisivo, por cotidiano que resulte:

"Notó que, poco a poco, el sopor se apoderaba de su cuerpo, pero antes de abandonarse definitivamente al sueño pensó: 'Mi niño y yo somos dos caballeros'... Sintiendo como si de alguna manera él pudiera escucharla, esbozó una leve sonrisa, apretó fuertenmente la almohada y se durmió" (p. 39).

Del sentimiento virtual, a la realidad diaria: ese tesoro que todos llevamos dentro

En definitiva, toda la trama narrativa de la novela se diría que se va construyendo sobre aquel paralelismo incial del paisaje interior / paisaje exterior, que lleva a cada personaje a conseguir en la vida real lo que fue tejiendo en su sentimiento virtual con motivo de sucesivas sensaciones y experiencias. Porque cualquiera puede llevar dentro un tesoro; su tesoro particular, que tantas veces tiene por descubrir:

- "No me lo creo. Nos estás engañando".

- "No os engaño. Te prometo que digo la verdad. Este árbol tienen un tesoro. ¿Lo quieres ver?" (p. 12).

- Es por la magia, aunque no te lo creas, Begoña. Raquel lo sabe todo porque puede hacer magia" (p. 13).

Y porque el poder de la mente puede hacer a las personas más felices, cumplir sus proyectos imaginados, creados con visiones y palabras:

- "Estás loca, siempre lo estuviste [dice el hermano a Raquel].

- Sí que lo estoy, pero es la única manera que conozco de intentar ser feliz... ; hay que estar animados. La magia existe y nos rodea, pero tenemos que aprender a mirar" (p. 140).

Se va generando así ese poder interior que en un momento visualizamos para las situaciones conflictivas, y soluciones posibles; la simulación virtual, que se dice ahora con palabras más técnicas:

"- ... me preocupa que... os resulte demasiado dolorosa su presencia...

"- ¡Pero si yo estoy preparado, Raquel... no tengas miedo... ¿Es que no sabes que ya la he visto en sueños varias veces? [Pau] (p. 198).

El poder mágico de las palabras, hoy muy oportuno también: la nueva sicología del coach y del coaching, la gestión de las emociones...

Por otra parte, esta lectura de Lo que oculta el silencio nos puede recordar de paso toda esa corriente renovada de la vieja sicología de diván, y tantos otros test, sin más destino que la estadística hueca tantas veces. Se diría que a medida que avanzamos en páginas y episodios, nos convertimos un poco en protagonistas virtuales también, identificados con algún personaje más en nuestra querencia, más próximo a nuestra imagen personal.

Porque, tal vez, empezamos a pensar que cada uno podríamos levantar en nosotros mismos ese sentimiento mágico, tan de moda hoy, con la nueva sicología: el trabajo sugestivo (asertivo, de puesta en valores, positivo...) tan sencillo y práctico de los coach, los coaching; ese constructivo trabajo de algunos profesionales dedicados a la realización personal de lo que cada uno y cada una lleva dentro; unas cualidades individuales tan infravaloradas en demasisdas ocasiones: situaciones estresantes, conflictos laborales, matrimoniales, de pareja, desajustes docentes, estudiantiles... La nueva dirección y gestión de las emociones, frente a la sicología tradicional.

Ciertamente, a lo largo de estas páginas parecemos encontrar algo que a todos y a todas nos gustaría escuchar: que tenemos los suficientes valores y capacidades como para ser protagonistas de otras tantas escenas inventadas, pero posibles; tan mágicas, pero que pueden convertirse en reales; sin nombres ni apellidos concretos, pero en las que cabemos todos.

Con los ecos más cadenciosos de Bécquer, Ángel González y tantos otros en el tiempo: esa imprescindible varita mágina del subconsciente

A medida que nos adentramos en la narrativa de Elena, nos viene a la mente la varita mágica de alguna voz subconsciente que nos transformara, a nosotros también, en verdaderos protagonistas de nuestra vida diaria ideal, digna de nuestra novela personal. Y, así, como lector, no puedo menos de recordar aquí aquellas estrofas de la poesía más cuidada de Gustavo A. Bécquer en sus Rimas:

"Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!".
(Bécquer, Rima VII)
.

Esa varita mágica que nos saque de nuestro indeciso mundo interior, lleno de valores (unos u otros), pero indeciso al fin tantas mañanas; esa chispa interior que nos decida a mostrar lo que tantas veces proyectamos, pero que tan pocas llegamos a contemplar más allá de nuestros sueños y proyectos que se esfuman al amanecer, entre la luz del sol o las nieblas de la monotonía diaria. Lo mismo da. Y tantas veces, porque no se nos permite llevarlos a cabo: marginaciones, represiones, menosprecios..., con técnicas y formas tan disimuladas casi siempre..

Aquellos otros versos de Ángel González podrían revolotear también sobre estas páginas, más allá de nuestros miedos y titubeos:

" Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas... "
.

Siempre con esa mirada interior más bien hacia adelante

Se diría que, a medida que avanza la novela, la fuerza interior de las palabras, se va convirtiendo en esa varita mágica de los protagonistas; en ese motor virtual necesario para eliminar toda telaraña fantástica de prejuicios y recatos, con que tantas veces recubrimos una vida diaria más sencilla, pero que tantas veces nos empeñamos en hacer bastante más complicada.

A lo largo de la novela vamos descubriendo chispas de soluciones a conflictos planteados, cuando los protagonistas tienen el valor de compartir los proyectos más adecuados para cada situación concreta; cuando adoptan la decisión de ser consecuentes con sus acciones, sin traumas trasnochados ni remordimientos del pasado. Una frase de la novela resulta decisiva en el contexto:

"El pasado es un puzzle con piezas afiladas de cristal. Por esto, cada vez que intentamos recomponerlo nos cortamos; es más inteligente dejarlo como está" (p. 210).

Por eso, la autora siempre piensa en coordenadas de futuro, citando frases que idearon otros antes, y que ella integra en las suyas propias. En palabras de Aquellos malos tiempos:

"Todo lo que el ser humano sea capaz de imaginar, otro ser humano puede ponerlo en práctica" (de Aquellos malos tiempos, p. 11).

Para comentar a continuación:

"Todos somos capaces de crear nuestro mundo, de escribir nuestra historia y es por eso que únicamente nosotros mismos somos los responsables de lo que nos sucede. Es cierto que muchas veces la suerte juega en el equipo contrario, pero hasta eso puede cambiar cuando uno se lo propone ciegamente. La pregunta sería: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por conseguir nuestro cachito de cielo?" (de Aquellos malos tiempos, allí mismo, también).

C) Una perspectiva más etnográfica: la relación paisajística entre el discurso y sus protagonistas

Hay, pues,muchos antecedentes en esa visualización interior de los personajes, con esta perspectiva creadora a pesar de los riesgos. Toda una larga trayectoria de autores que fueron marcaron épocas y estilos en sus tiempos. Bastaría recordar a Hermann Hesse, con El lobo estepario, Siddhartha...

Pero, en especial, los sucesivos escenarios (interiores y exteriores) de esta novela recuerdan el impresionante sentimiento renovador que proyecta Juan Salvador Gaviota en la obra de Richard Bach. Un "bicho raro" también para las demás gaviotas:

“Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo (...). Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, estaba practicando Juan Salvador Gaviota (...). Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergüenza, y es un deshonor (...). Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vez sus alas en aquella temblorosa y ardua torsión –parando, parando, y atascándose de nuevo-, no era un pájaro cualquiera. La Mayoría de las gaviotas no se molestan en aprender sino las normas de vuelo más elementales: cómo ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar” (Richard Bach).

Esta misma capacidad virtual, regeneradora en la inolvidable obra de Juan Bach, late paralela en la narrativa de Elena Matrán. Sirvan las palabras que sintetizan su obra Halcones en Madrid, de la editorial Círculo Rojo:

"Cuando un ave rapaz se ve obligada a sobrevivir alejada de su hábitat natural, tiene que conformarse con el único alimento que le brinda la gran ciudad: esas inocentes palomas urbanitas que deambulan por plazoletas y jardines, ignorando el peligro que les acecha (...). Pero en medio de la confusión y el caos de un entorno hostil no siempre queda claro quién es el depredador y quién la presa y las indefensas aves acabarán desarrollando mecanismos de ataque, convirtiéndose en 'halcones' para no sucumbir (...) Entre luces y sombras, entre creencias y desengaños... aprenderán que solo enfrentándose al miedo y al dolor se madura".

Y me parece obligado recordar aquí el valor rejuvenecido de aquel viejo pescador que Hemingway hizo inmortal en El viejo y el mar: Otro autor que ilumina varias páginas de la novela que comentamos:

"-El mejor pescador es usted [dice el muchacho].
-No. Conozco otros mejores [responde el viejo].
-Qué va -dijo el muchacho-. Hay muchos buenos pescadores y algunos grandes pescadores. Pero como usted ninguno.
-Gracias. Me haces feliz. Ojalá no se presente un pez tan grande que nos haga quedar mal.
-No existe tal pez, si uted está tan fuerte como dice.
-Quizá no esté tan fuerte como creo -dijo el viejo-. Pero conozco muchos trucos y tengo voluntad" (p. 24).

D) Una perspectiva didáctica: aprender ya desde bien pequeños

Muchas expresiones de la obra van conformando también el estilo narrativo de la autora. Por ejemplo, destaca con insistencia la importancia que tiene el desarrollo de la imaginación en los niños ya desde edades tempranas, a la hora de generar mecanismos internos para hacerse inmunes a las contariedades de toda una vida que construir por delante:

"Me refiero [reflexiona Raquel] a que algunos neurólogos se han dado cuenta de que a los siete u ocho años, todos los niños deben decidir si desean conservar intactas las facultades de su cerebro o, de alguna manera, prefieren convertirse en 'personas normales', sin visiones, sin viajes extra corpóreos y todas esas cosas que nos pasan a ti y a mí" (p. 229).

Porque, en definitiva, cada uno tiene que hacer su camino, construir su vida, sin caer en errores precedentes:

"No deseo [sigue explicando Raquel] que tengas que pasar por lo que yo pasé y por eso te aviso de que aún puedes elegir en lo que quieres convertirte" (p. 230).

"Yo elijo seguir siendo como tú, un ratón detective para siempre. Y no me importa que piensen que soy un bicho raro, ya estoy acostumbrado [Pau]" (231).

E) Los difusos límites entre la realidad y la ficción.

Y, así, ya desde el principio también, la fuerza que mueve los personajes es su capacidad para crear ficciones virtuales que se pueden convertir en realidad:

"- Es por magia, aunque no te lo ceras Begoña. Raquel lo sabe todo porque puede hacer magia" (p. 13)

Y, así, la mirada de los protagonistas va traduciendo la importancia que dan a los espacios externos que contemplan o visualizan previamente. Los miran con su prisma interior: ese famoso color del cristal con que miramos -que recoge el refrán tan conocido. No sólo vemos: más bien, miramos, creamos cada paisaje, y en cada tiempo y momento, con nuestro color interior según nuestros parámetros. Seremos lo que queramos ver:

"Se conformaba con la certeza de esas intuiciones o fragmentos de realidad alternativa que sólo ella podía percibir. Al fin y al cabo, siempre se cumplían (p. 17).

Porque realidad y ficción bien podrían ser las dos caras inseparables de una misma moneda. Me vienen a la memoria aquí las primeras páginas de García Márquez en su famosa Crónica de una muerte anunciada:

"El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió salpicado de una cagada de pájaros... Pero la mayoría estaba de acuerdo en que era un tiempo fúnebre, con un cielo turbio y bajo y un denso olor de aguas dormidas, y que en el instante de la desgracia estaba cayendo una llovizna menuda como la que había visto Santiago Nasar en el bosque del sueño".

Pero la obra de Elena Matrán se vuelve de un realismo virtual bastante más positivo, repleto de ilusiones cumplidas, respecto de aquel otro del boom hispanoamericano. La mirada de los protagonistas en el mundo virtual de Elena se transforma casi siempre con una pincelada luminosa:

"La rama desgajada le caía sobre el hombro como si se tratase de una lanza, haciéndole parecer un caballero andante derribado en una justa y Raquel comprendió rápidamente que su último pensamiento había sido para ellla y que por eso le había visto sonreir" (p. 18).

Porque el silencio crea, construye, habla

Página tras página, esta obra, Lo que oculta el silencio, avanza transformando las visiones en realidades con las que seguir viviendo y superando conflictos:

"¿Es que no sabes que ya la he visto en sueños varias veces?" (p. 198). "La risa de los dos jóvenes puso de manifiesto que, una vez más, aquel chiquillo prodigioso había obrado el milagro de convertir un campo de minas en un prado repleto de flores" (p. 199).

Hasta resulta a veces difícil saber el límite entre la realidad y la ficción:

"Cuando por fin se decidió a salir de casa, un aluvión de pensamientos negros y confusos se habían instalado en su cerebro de tal manera que no podía discernir si lo que estaba viviendo era real o únicamente el fruto de su delirante fantasía" (p. 224).

Porque el mismo silencio, como recuerda el título, puede resultar más creativo que las palabras trilladas:

"El chiquillo sonrió con picardía, atravesándola una vez más con el fogonazo de su mirada chispeante, cargada de inteligencia y lucidez. Tenía que rendirse a una obviedad: por más barreras que ella intentara poner entre los dos, jamás existiría un mínimo de distancia objetiva; él las derribaría así, sin proponérselo, con aquella mezcla letal de inocencia y astucia" (p. 104).

F) La comunicación que comienza por el código no-verbal, bastante más allá del habla y la escritura

Por otra parte, la compleja narrativa de Elena, siempre de perspectiva múltiple y posmoderna, actualiza con ingenio toda aquella teoría comunicativa, que tuvo su boom también allá por los años setenta, por vía de los norteamericanos en este caso. La vida profesional, el márqueting, la pubicidad, las relaciones personales..., se fueron tiñendo de normas, criterios, modas, parámetros..., para la medida de las personas más por lo que hacen que por lo que dicen. El lenguaje político actual es un ejemplo evidente.

Porque todo lo que entra por los sentidos puede convertirse en signo con significado en su contexto, si alguien sabe interpretarlo, darle un referente adecuado, como hacen los protagonistas de la novela. En los años setenta Flora Davis ya ponía las bases de aquella teoría moderna sobre las relaciones verbales y no verbales en la comunicación ordinaria:

"Las palabras... son sólo el comienzo, porque detrás de ellas está el cimiento sobre el cual se construyen las relaciones humanas: la comunicación no verbal. Las palabras son hermosas, fascinantes e importantes, pero las hemos sobreestimado en exceso, ya que no representan la totalidad, ni siquiera la mitad del mensaje. Más aún, como sugirió cierto científico: 'las palabras pueden muy bien ser lo que emplea el hombre cuando le falta todo lo demás" (Flora Davis, La comunicación no verbal).

El léxico de los gestos, los tonos, los silencios...

Muchos ejemplos para atestiguar esa comunicabilidad no-verbal en el lenguaje de la novela:

  • espacios, distancias: "Si papá ha tardado tan poquito en volver es porque estaba cerca de la casa. Tengo que averiguar dónde ha enterrado el monedero" (85);

  • gestos espontáneos: "Ya en la cafetería y mientras los abuelos le interpelaban [a Pau] sobre asuntos cotidianos del colegio, Raquel intentaba escudriñar sus pensamientos, desmenuzando cada uno de sus gestos y ademanes" (p. 30).

  • miradas: "la desolada expresión de sus ojos le alertaba de que, de alguna forma, el niño barajaba esa certeza" (p. 31)... "Entonces el chiquillo levantó la mirada del suelo y con toda la pesadumbre del mundo encerrada en su temblorosa voz... El pequeño simplemente la miró con su carita bañada por las lágrimas y no hizo falta hablar" (p. 32)... La magia existe y nos rodea, pero tenemos que aprender a mirar (p. 140).

  • olfato... "Su fino olfato le había impulsado a pedir dos días de permiso y ya surcaba el cielo en un avión de Ryan con rumbo a territorio español" (118).

  • olores: "Nada hacía pensar a simple vista que aquel despacho se había convertido en la guarida del lobo. Nada, excepto, ese olor tan peculiar y repulsivo que quizás sólo un niño como Pau fuera capaz de percibir; era el hedor de la furia y el miedo que exhalan las almas más perversas" (p. 81);

  • pupilas, la famosa pupilometría de que hablan los comunicólogos: "El calor de la rabia le subía hasta las sienes, al verse reflejada por un momento en el espejo de esas aterrorizadas pupilas" (33).

  • sonido, ruidos: "Raquel les observaba divertida. Parecían dos pavos reales tratando de impresionar a la hembra, es decir, a ella misma". Desplegaban sus majestuosos plumajes y graznaban desafiándose el uno al otro [Guillaume y Bünyamin], tratando de quedar por encima" (p. 71);

  • sonrisas: "Su agradecida sonrisa le hizo pensar que resultaba sencillo ganar la simpatía de un niño, pero a la vez no debía olvidar que aquel no era un chiquillo cualquiera" (p. 29).

  • voz, tonos, silencios... "No era gran cosa lo que le había contado, tan solo sus primeras sensaciones sobre el caso, pero la conocía demasiado bien: los pequeños matices de su voz, sus silencios y evasivas ante determinadas preguntas..." (p. 40).

En fin, incluso, en ocasiones la comunicación no verbal y el silencio pueden ser mucho más efectivos que las palabras. Precisamente, por esa ausencia de conversaciones usuales, surgen esas visiones interiores en las personas, que conducen a la solución de los conflictos: el paisaje interior que construye la realidad virtual a guiso de varita mágica (razón del título de la novela):

"Tenía que admitirlo: Pau no era solo su protegido, era su amigo. Un amigo que le traía recuerdos de su infancia, que que había sufrido la misma incomprensión y el rechazo de su entorno social; un ser que, como ella, se había atrincherado en el silencio" (p. 91).

G) Pequeño vocabulario técnico y de futuro.

Como decía Flora Davis, toda una ciencia que va mucho más allá de las palabras:

"Luego aprendería también que la comunicación no verbal es más que un simple sistema de señales emocionales y que en realidad no puede separarse de la comunicación verbal. Ambas están estrechamente relacionadas entre sí, ya que cuando dos seres humanos se encuentran cara a cara se comunican estrechamente a muchos niveles, conscientes e inconscientes, y emplean para ello la mayoría de los sentidos: la vista, el oído, el tacto, el olfato. Y luego integran todas esas sensaciones mediante un sistema de descodificación, que algunas veces llamamos el 'sexto sentido': la intuición" (Flora Davis, La comunicación no verbal).

Las expresiones virtuales, ese lenguaje con el que dialogamos dentro...

H) Los espacios externos: el léxico, la geografía toponímica

A lo largo del discurso narrativo, se van sucediendo muchos espacios, comenzando por el asturiano: aparacen palabras como xana, orbayu, güelos, casadielles, préstenme, puquitín, prubín, empapáu..., siempre con la distinción de sus respectivos referentes; güelos, cuando son los asturianos; abuelitos, cuando son los valencianos. Como aparecen topónimos: Mieres, Urbiés, Turón...

"Miro extasiada la tupida arboleda circundante. El municipio de Mieres estaba rodeado de montañas, más grandes o más chicas..., pero la realidad es que cualquier ciudad o pueblo asturiano se levantaba en medio de bosques o praderías de enorme valor. Aquello era un auténtico placer para la vista" (p. 16),

Y se van sucediendo otros espacios paralelos a las acciones correspondientes: París, Suiza, Valencia, Madrid, Estambul, Capadocia, Salamanca...

I) Y otros muchos temas: la mediación de conflictos con los recursos virtuales, el trabajo cooperativo en la era digital, la detección y solución tan inteligente de la violencia de género...

Muchos temas están presentes en esta tan sugestiva trama novelesca de Lo que oculta el silencio. Mejor leerla, pues los contenidos son ya cosa de cada lector: cada uno y cada una recreará su novela particular, pues como bien dijo el novelista polaco Joseph Conrad: "El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector".

Por eso, no son del caso aquí más interpretaciones de contenido. Pero sí es de hacer notar la presencia de la figura femenina que abre y cierra de forma tan unitaria el relato. Se diría que es una novela sobre todo, en perspectiva femenina: la solución inteligente que una mujer va aplicando a los sucesivos problemas con que se encuentra, y, en especial, frente a la violencia de género masculino aquí. La investigación policial, la detección del asesino, el trato merecido, la forma sutil de resolver el caso..., resultan verdaderamente geniales. Una solución mágica de radiante actualidad.

Me viene también en la lectura la connotación morfológica del llamado género dimensional, tan presente en castallano; y en asturiano, con mayor frecuencia y significación si cabe: el género femenino gramatical, siempre destacando cualidades positivas frente al género gramatical masculino correlativo. El mismo Ernest Hemingway lo describe magistralmente en la novela de El viejo y el mar:

"El viejo... decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer. Algunos de los pescadores más jóvenes... empleaban el artículo masculino, le llamaban el mar. Hablaban del mar como de un contendiente o un lugar, o un enemigo. Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo. La luna, pensaba, le afectaba lo mismo que una mujer" (p.32).

En conclusión

Ver y llegar a ser, pero ¿qué es primero?

Como decía al principio, cada lector reconstruye la novela que lee (no digamos ya un poema) en el cincuenta por ciento que le corresponde. Y yo disfruté reconstruyendo mi parte: la otra, sí que es exclusiva de la autora. De la pintura, de la música..., podríamos decir lo mismo. Porque en las palabras, en las metáforas, en los colores, en las miradas..., cabe mucho más que en los diccionarios: pura cuestión pragmática, semántica, etnolingüística, en definitiva. Es la grandeza maravillosa de la creación artística y literaria.

Pero, en realidad, ¿las cosas suceden porque las creamos primero en nuestra mente?, o ¿nosotros las creamos de forma virtual porque las estamos contemplando ya en la realidad por muchos indicios que las anuncian de modo inevitable?. Es decir, ¿vemos las cosas venir según queremos que vengan, o nos arrastran como quieren, y no tenemos más que contemplarlas?.

Me parece el dilema que se sucede en la novela con varios protagonistas. No podría afirmar del todo qué proceso se sucede en cada uno, pero concluyo en una situación nueva: la chispa que prendió en el alumno, como fruto de la enseñanza de los mayores; la capacidad de seleccionar para dar mejores frutos; de imaginar virtualmente lo que decidimos encontrar en la realidad diaria. La capacidad de riesgo que nos haga crecer:

-"Todos los seres humanos nacen con el cerebro lleno de ramas, Pau, pero al llegar a tu edad, aunque sea de manera inconsciente, la mayoría escogen convertirse en personas normales, de esas que solo aceptan lo que pueden oír, ver y tocar, para evitar problemas... (230).

El niño suspiró pesadamente, al mismo tiempo que se encogía de hombros.

- "Ahora entiendo por qué las personas mayores tienen tan poca imaginación..." (p. 230).

Ello confirma la teoría planteada por la autora en obras anteriores, como queda apuntado más arriba. Y así dice en Aquellos malos tiempos:.

"Todos somos capaces de crear nuestro mundo, de escribir nuestra historia y es por eso que únicamente nosotros mismos somos los responsables de lo que nos sucede... La pregunta sería: ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por conseguir nuestro cachito de cielo?"

En todo caso, nos queda la palabra, la imagen, a nosotros también, esa mirada interior

Es una teoría muy comprobada, universal, tan antigua como moderna y de actualidad en boga. Porque, en definitiva, si construimos con palabras imágenes personales que podemos hacer realidad, nuestra vida puede tomar muchas otras direcciones y magnitudes positivas (o negativas, claro), con aquel sencillo gesto de abrir la ventana al romper el alba, tal como recomienda Pablo Neruda en estos versos tan reconfortantes:

"Levántate y mira el sol
por las mañanas
y respira la luz
del amanecer".

Y, por la otra parte, creo que con esta perspectiva, y con estos ejemplos narrativos, la escritura sigue estando de moda otra vez. Nada más sencillo y barato que un boli o un teclado para poner en un diario o en una pantalla digital nuestras cautelas o nuestras fantasías, más o menos personales; nuestra mirada al paisaje interior o paisaje al exterior que cada día contemplamos desde que rompe el alba. La escritura terapéutica, tan de moda, que ahora asoleyan los más técnicos.

No podemos menos de recordar tampoco, en este punto, aquella sabia respuesta que dio aquel maestro oriental al discípulo, intrigado el joven porque siempre lo veía sonriente aún en las mayores dificultades. Y le responde el maestro con una razón tan sencilla, como al alcance de cualquiera, tan gratis como las palabras:

"Cada mañana cuando me despierto me hago esta pregunta a mí mismo: ¿Qué escojo hoy, alegría o tristeza? Y siempre escojo alegría".

En palabras de la propia autora del libro:

"La magia existe y nos rodea, pero tenemos que aprender a mirar" (p. 140).

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de Xulio Concepción Suárez

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