Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

tiquetas, tags: Dorita García Blanco, narrativa, novela, Asturias

"Levántate y mira el sol
por las mañanas
y respira la luz
del amanecer
"

(Pablo Neruda).

.

El último agustino.
Dorita García Blanco.
Radial Artes Gráficas S.L.,
2015

Extracto de las palabras
de Xulio Concepción Suárez
Casa de la Cultura, Pola de Lena
25/02/2015,
Club de Prensa
de la Nueva España,
presentación de la novela
El último Agustino,
de Dorita García Blanco.

0. Anotación previa

En realidad, las páginas de esta última obra de Dorita García Blanco podrían resumirse en los versos de Pablo Neruda, como si el protagonista de la acción se los repitiera a sí mismo cada día que despierta con la luz del alba:

"Levántate y mira el sol
por las mañanas
y respira la luz
del amanecer
"

(Pablo Neruda)

O como si estuviera pensando en el aquel otro proverbio oriental, que tanto revoltea hoy en sus diversas formas de realización personal para los momentos de crisis de cualquier tipo (resilencia, coache, coaching y semejantes):

"Cuando yo estoy bien,
todo está bien;
cuando yo estoy mal,
todo está ma
l
'.

Y no puedo menos de recordar aquí aquella otra respuesta que dio aquel sabio maestro oriental al discípulo, intrigado el joven como estaba porque siempre lo veía sonriente aún en las mayores dificultades. Así le responde el maestro:

"Cada mañana cuando me despierto
me hago esta pregunta a mí mismo:
- ¿Qué escojo hoy, alegría o tristeza?
Y siempre escojo alegría".

Ciertamente, la aventura de Conrado en su exilio temprano como consecuencia de unas guerras, le podría haber dejado de por vida con la marca de unas huellas sin el calor hogareño de la familia, sin amigos de la infancia, sin amores juveniles... Pero, lejos del peligro, el exilio forzado sirve al protagonista para realizarse como artista profesional, y volver a su pequeña Tierra Madre, aún en plena época de dictaduras políticas y crisis sociales.

1. Nuevos espacios en la novela de la autora

Un hombre en busca de caminos nuevos. Cuando los tiempos van llevando al protagonista entre los desastres de las guerras, sólo tiene sus propios recursos para salir de las situaciones más críticas. Fue pasando por muchas y muy duras, propias de las guerras más racistas, en este caso. Y así va recorriendo distintos espacios: Barcelona, Marsella, París, Leningrado, Mioscú, Cuba, Munich, Madrid, Bermellón, Berlín...

Con todo ello, cuando, por fin, vuelve a España, a su pueblo natal, lo hace con una perspectiva bien distinta: el trabajo profesional nacido de aquella ilusión por el arte y las aficiones personales, en contacto con los elementos naturales que siempre le acompañaron en su peripecia europea.

La tierra, la luz, el agua... Es decir, la pasión de vivir en contacto con la tierra, la fuerza de la fotografía, el lago amarillo de su infancia. Los elementos naturales son, así, los componentes inmediatos que le permiten sobrevivir renaciendo de sus fuerzas interiores cuando las otras del cuerpo andaban humilladas por los suelos.

Al estilo de algunas técnicas más de moda (el resurgir desde dentro, que tanto se lleva hoy), los protagonistas de la novela rebuscan en sus interiores y en sus contornos inmediatos la forma de salir de cada situación angustiosa. Conrado, Claire, Otto, Igor, Irina, María, Claudina...

"... estoy pensando en volver a mi país...; lo estoy meditando... Llevo demasiado tiempo desarraigado de mis orígenes. Me gustaría volver a ver a mis padres, a mis hermanos, reconocer el paisaje de la niñez... Creo que he vivido con tanta intensidad, que necesito la paz de Bermellón... " (p. 104)

Tiempos y espacios. Con esta obra, Dorita abre un nuevo tiempo y un nuevo espacio en sus novelas. De un lado, los conflictos europeos de los años 40; y del otro, el paisaje humano (social, económico, sicológico...) que tallan estas guerras en los países implicados de forma más o menos directa o indirecta: Francia, Alemania, Rusia, España...

2. Los símbolos novelísticos

Los nombres de los personajes. Desde el principio de la novela los mismos nombres personales parecen simbólicos, se diría que no ocurrieron por pura coincidencia. O tal vez porque la autora fue buscando nombres adecuados a la personalidad literaria de cada uno y cada una dentro de su papel en el conjunto de las acciones. En todo caso, estos nombres, masculinos y femeninos, resultan muy oportunos en el entramado del discurso novelesco. Por ejemplo:

a) Conrado: del germánico kon- (osado, atrevido), y rad- (consejo); el consejo sabio, prudente. Es el protagonista principal que va buscando la salida más adecuada (a veces, la más arriesgada) desde que se exilia a la fuerza hasta que regresa a su pueblo, incluso en aquel ambiente del régimen en plena dictadura franquista.

b) Claire. La joven que supone una primera ilusión en plena huida por Francia sin saber a dónde ni de qué vivir cada día: latín clara (brillante, ilustra, clara); la figura femenina que recordará en los momentos más difíciles para tomar decisión; la mujer que vuelve a su mente y le da fuerzas en momentos críticos de sus andanzas.

c) Irina. Es la otra mujer que encuentra en cualquier callejón oscuro de una ciudad, y también va a colaborar positivamente en su peregrinaje del exilio, en su profesión de fotógrafo: del griego iris (la luz), latinizado con el sentido del arco iris, el iris del ojo....

d) Otto. El maestro que intruduce a Conrado en el arte de la luz y la fotografía: del germánico od-, ot- (riqueza, posesión); la riqueza de la sabiduría fotográfica, del dominio de la luz; la riqueza humana que el protagonista va atesorando para volver rico en ilusiones a su pueblo de la infancia.

e) Igor. El socio que le animó a seguir en su nueva profesión de fotógrafo: del germánico Ing-war (guerrero de la prosperidad, de la fertilidad). Igor, aún como rival posible en los amores de Conrado, le fortalece también en su madurez personal.

Los nombres de algunos pueblos. Los topónimos parecen igualmente significativos en el conjunto simbólico de las acciones y los espacios novelescos: los nombres de los pueblos describen ya el escenario bocólico (al antiguo locus amenus renacentista) en el que se van a desarrollar unos hechos, a la larga positivos para la peripecia del protagonista principal.

a) Bermellón. La naturaleza del pueblo, el mismo suelo geográfico, ya aparece desde el principio como fundida con la materia humana de Conrado: se diría que es una continuidad del suelo, de su composición geológica (el color intenso de la tierra); del pueblo sale triste, pero al pueblo vuelve ilusionado con una nueva vida en libertad, y con una profesión con la que vivir de sus propias manos, y de su inteligencia tallada con los rigores del exilio. Del latín vermis, vermiculum, color grana, rojizo, encarnado; tal vez, por el suelo de tierra más fuerte, de color intenso; el tipo de barro más adecuada para la cerámica, la escultura; la más manejable y vistosa. (Como recuerda el asturiano Bermiego, Arroxo, Pimiango...).

b) Roser Sauvage. En realidad, rosal salvaje: el pueblo francés al que llega Conrado tras pasar la frontera española, y encuentra a milagrosamente a Claire, que supone para él un primer amor juvenil más inocente, pero en todo su vigor.

El símbolo del baúl con los moldes del barro. En su largo recorrido por otros países, Conrado no se despega de su baúl de utensilios para el barro del escultor. Tal vez aquella misma idea de renacer desde dentro de cada uno mismo. Incluso cuando regresa a su pueblo en aquel ambiente español del régimen de los años 50, el protagonista se sobrepone a las presiones políticas, para seguir viviendo en libertad con su profesión de fotógrafo, y con su ilusión por la luz.

Pero nunca se despaga de aquel baúl que le acompañó por tantos años y espacios de su vida:

"De pronto se acordó del baúl. No tenía conciencia de haberlo visto..., nadie le había vuelto a hablar de él... Durmió muy mal, no tanto por el peso de la ropa de la cama como por miedo a que se hubiese perdido el baúl..." (p. 126).

3. La fuerza interior de las palabras, la imaginación, el arte...

El arte, protagonista en la vida: la fotografía, la escultura en este caso. Entre tantas miserias de las guerras (nacionales o no, da lo mismo), la capacidad artística personal de Conrado se va convirtiendo en el hilo conductor de las acciones que se van sucediendo de unas naciones a otras: un niño con cualidades de escultor, que termina como un gran fotógrafo por diversas circunstancias.

En todo caso, el arte conectado al paisaje y a la tierra va hilvanando las peripecias que salvan a los actores de la miseria en los peores tiempos que tocó vivir a cada uno.

• La literatura rusa. La creación literaria supone el otro vehículo de conocimiento y de salud, para sobrevir en aquella realidad más mísera del pueblo (de los pueblos europeos, en los años cuarenta); al frente reina triunfante la explotación de los palacios y del capital en manos de unos cuantos especuladores, sin escrúpulos ya por aquel entonces:

"Conrado... leyó con codicia a Ana Karenina..., se adentró en Dostoyesky y en tantos y tantos autores, pero el sabor que le habían dejado los rusos perduraría a lo largo del tiempo.... ir a Rusia, le recorrió un escalofrío de curiosidad ..., un pueblo rudo pero sentimental... Pasaron ante él los escenarios de Dostoyesky, la reciente historia de un país que había conocido a través de los libros y deseaba con todas sus fuerzas pisar, patear las calles por donde tantos compatriotas de infortunios habían vivido guerras sangrientas y donde la magnificencia de los palacios se estrellaba con la miseria de un pueblo" (p. 73).

• La crítica a las guerras. La lectura de estas páginas de la autora dejan también en la creación literaria de la novela una crítica social, lo mismo a la guerra española que a la guerra europea: las consecuencias de unas guerras al servicio de los especuladores, por esos mediados del s. XX.

"La guerra ha sido la causante de todos nuestros males; seguramente hemos quedado endeudados con los capitalistas que han sufragado los gastos de la contienda y ahora todo es poco para pagar una deuda que nunca debimos contraer" (p. 124).

4. La fuerza de la tierra: el paisaje infantil que siempre llevamos dentro

• El paisaje externo, como espacio interior de los personajes. Aquel largo peregrinaje de Conrado por una Europa en Guerra tuvo siempre un prisma común, que le permitió ir saliendo de las situaciones más denigrantes, con la ayuda siempre inestimable de los más próximos: sus amigos de aventuras y peripecias, sus mujeres entrañables, su familia, por fin otra vez. Incluso, cuando Conrado vuelve a su pueblo, su proyecto de futuro se sigue leyendo en los campos circundantes:

"El sol penetraba a través de los cristales y el calor parecía molestar al conductor que abrió la ventanilla. El paisaje estaba cambiando; se había vuelto más verde y abundante, y a lo lejos, pequeños bosquecillos de encinas parecían racimos gigantescos de hojas verdes" (p. 124).

• Los recursos naturales como futuro de un pueblo. En esa misma idea vitalista y popular de Conrado, para los tiempos de crisis sigue proponiendo la solución más económica y solidaria para los jóvenes: la explotación de los recursos de suelo, antes de la emigración. Así se lo advierte al mismo secretario del Ayuntamiento de Bermellón:

"Tendrías que informarte por algún geólogo  sobre el cambio de paisaje, pero sobre todo sobre las condiciones del suelo, si se  abriese la mina, podríais pensar en levantar un laboratorio para fabricar medicamentos y cosméticos, se conseguirían puestos de trabajo, tanto en una como en el otro, y la gente de Bermellón no tendría que marcharse a otras provincias o incluso al extranjero, he leído en la prensa que algunos obreros de la construcción y de las minas están empezando a emigrar a otras naciones de Europa" (p. 138).

5. El espacio bucólico, campestre

6. Los elementos naturales: sol, tierra...

La luz del sol. Ya desde muy pronto en las aventuras de Conrado, cuando aparecen situaciones con perspectivas de solución, el espacio natural más bucólico parece traslucir el paisaje interno de sus actores:

"Salieron a la pradera que todavía conservaba la humedad del rocío de la noche y contemplaron cómo el sol hacía su aparición en la mañana diferente que ambos estaban protagonizando... Aquel primer día lo pasaron los tres juntos con las ovejas, y al tiempo que lo instruían sobre el cuidado, le hacían sentirse querido, protegido, tranquilo" (p. 29)

La luz, junto con el agua, va a ser la nueva perspectiva en la mirada de Conrado, hasta el punto de que cambia su afición a la escultura por su afición a la fotografía:

"La luz del interior, las luces especiales de los momentos del día en el exterior; el cielo de París..., cada vez que tenía que salir de la agencia... aprovechaba para acercarse a la orilla y soñar con realizar las fotos más bellas. Allí viendo el discurrir del agua volvió a recordar a Claire..." (p. 65).

La luz es el centro de su nueva profesión y de su vida. Conrado no usa la escritura como instrumento de denuncia, al modo en que lo hacen los escritores rusos que tanto rastrea por las bibliotecas, pero lo hace con el lenguaje de la imagen que mejor domina, tal vez influido por las nuevas tecnologías de esos años cuarenta: el lenguaje cinematográfico, entonces gran novedad en nuestro país. Sirva otro ejemplo:

"Conrado... callejeaba en busca de imágenes desconsoladas y melancólicas: caras y cuerpos devastados que solamente podía iluminar una luz crepuscular. Tomaba fotos de edificios, perros y gatos callejeros que llevaban la impronta de la guerra en sus andanzas vagabundas, de mujeres con cargas insospechadas, pero que su cámara traspasaba hasta hacerlas trasparentes con solamente captar el gesto amargo de quien las portaba" (p. 69).

Incluso la luz externa no es suficiente para describir lo que ven los ojos y pueda pasar a la cámara: al mismo tiempo resulta imprescindible la perspectiva, el sentimiento que el fotógrafo sea capaz de poner en los detalles. Así dice Conrado:

"Yo nunca he realizado el trabajo en compañía, entre otras cosas porque para captar la belleza o la fealdad, la verdad o la mentira, no es suficiente el objetivo de la cámara. Las imágenes hay que verlas con los ojos del alma, solamente así se puede captar aquello que deseamos retratar" (p. 139).

La luz del amanecer. Se diría que la luz funciona a modo de estímulo contra lo negativo ya desde que Conrado abre la ventana para tomar aire al levantarse:

"Eran las siete de la mañana y deseaba tomar fotos a una hora en que el amanecer, a pesar de todos los augurios, es capaz de depositar esperanza en las personas" (p. 162).

El barro de la tierra. Junto con el agua, la luz del sol, el aire de la montaña, el protagonista vuelve a sus aficiones artesanas para seguir creciendo personalmente:

"Conrado encontró el equilibrio perfecto para seguir viviendo, al lado de aquellos animales mansos, que también formaban parte de su universo. Pero a pesar de su existencia bucólica, echaba de menos proseguir sus estudios, cada día que pasaba se acordaba de la escuela y sus manos urgaban en el suelo en busca de algún barro con el que poder moldear alguna oveja, la casa, la madre o Claire... Ni siquiera las piedras que hallaba a su paso le servían para esculpir, solamente el barro..." (p. 31).

"Aquella tierra era espléndida, la arcilla perfecta para comenzar a entrenar sus manos en una disciplina que había comenzado a amar desde muy joven y se había convertido en su pasión más intensa. Se dio cuenta que a partir de aquel momento, el barro y el modelado serían su norte de vida...Estaba ebrio de placer, de la dulzura que le proporcionaba el contacto con la arcilla y el poder de retener entre sus manos el rostro de la persona a la que amaba e iba a elevar a la categoría de diosa..." (p. 36)

7. Los nuevos caminos de la libertad

La fotografía. Como una nueva forma de comunicación surgida en contigüidad con la pintura, en estos años 40-50 la fotografía es para Conrado la mejor manera de expresar sus sentimientos de los desatres de una guerra; y el documento más fidedigno para la historia; el periodismo más real, sin las ambigüedades de las palabras y las opiniones tantas veces:

"Las fotos de Conrado eran fáciles de distinguir entre todas las demás que se publicaban entonces, Conrado había entendido desde el principio que los retratos eran el mejor documento para transmitir la fragilidad del tiempo, pero también había comprendido que .... sin sacar el alma a flote y ponerla al servicio de la cámara, ésta nunca sería capaz de captar todo lo que realmente encerraban dentro de sí los objetos, los paisajes, las personas..." (p. 85).

En las fotos de Conrado la luz ilumina al tiempo el rostro y el alma de las personas fotografiadas. Esa luz, esa forma de mirar lo que el fotógrafo ve alrededor, se vuelve así una perspectiva de futuro: todo lo que el fotógrafo mira con luz será un buen presagio para las personas contempladas, que siempre sandrán adelante desde las mayores miserias, en este caso producidas por las injusticias de la guerra:

"... una mujer salió tras él suplicándole una limosna... Se fijó en la que le había salido al paso, no tendría más de treinta años, tal vez tuviese su misma edad, pues los harapos y la inmundicia que la cubrían, la presentaban como una anciana desvalida al borde de la muerte. La tomó de la mano y la condujo hacia la derecha, donde un rayo de luz se filtraba por una randija, la colocó al borde de la grieta, e inclinó un poco su cabeza, para que la claridad iluminase una parte de su rostro. Le dijo que no se moviera y disparó la cámara." (p. 89).

La luz y la libertad. Si el pasado de las personas es para el fotógrafo la sombra, el futuro lo representa con la luz: la libertad. Irina va olvidando su pasado, al tiempo que se convierte en una mujer nueva, ilusionada, trabajadora, creativa, y libre. La ayuda imprescindible del fotógrafo:

"El día que ésta entró... acompañada de Conrado, quedó deslumbrada por la claridad que inundaba el pequeño habitáculo. La luz del día entraba a raudales por dos claraboyas desde las que también se divisaba un sol resplandeciente que en aquellos momentos parecía haber hecho su aparición para recibir a una mujer llena de temores y a la que la sola idea de vivir en libertad causaba vértigo... La claridad le pareció un agasajo, acostumbrada como estaba a vivir en las tinieblas de un cuarto interior y sucio" (p. 93)

La naturaleza humanizada. Como si un nuevo estilo renacentista se actualizara ahora, la perspectiva del protagonista principal se enfoca desde un paisaje natural lleno de vida en los momentos más críticos:

"Conrado seguía aprisionado entre el miedo y la oscuridad y cuando el día comenzó a asomar entre los árboles, sintió una especie de liberación y una distensión entre los músculos agarrotados que habían permanecido contraídos durante mucho tiempo" (p. 25).

Crítica al poder absoluto frente a la sumisión del pueblo. En los diálogos con su amigo y protector, mientras triunfaban en París tras el fin de la guerra, Otto le propone ir como fotógrafo a Leningrado, Pero Conrado pone en un mismo plano toda forma de opresión:

"¿Y tú precisamente quieres ir a establecerte en un país totalitario? Has luchado contra el nazismo y el fascismo. ¿Es que el comunismo es menos totalitario?" (p. 74).

8. El espacio amoroso externo / interno

El sentimiento interior traducido al paisaje bucólico. El espacio interno de Conrado se va reflejando en su mirada bucólica al paisaje externo; se diría que la mirada del personaje se proyecta en lo que observa, a modo de fotografía. Por eso, cuando Conrado mira el campo en primavera, se acuerda de Clara, aquella joven que le dejó ilusionado y pletórico de amopres juveniles:

"Así pasó el invierno hasta que las praderas, entregadas al sol de primavera, le incendiaron el pensamiento. Cada día los prados recibían con deleite el amor que les brindaba el sol, buena prueba era cómo crecían los pastos y cuán felices eran las ovejas con la hierba fresca. Seguía fiel los cambios de la naturaleza; en cada árbol, en cada flor, en cada oveja, veía el rostro del amor que dejaba sus frutos como si se tratara de una madre pletórica de la vida del nuevo hijo. Estaba muy claro: la hierba nacía por efecto del sol y la lluvia que le entregaban su amor y la bañaban cada día hasta dejarla exhausta, en manos de la noche" (p. 23).

El locus amoenus renacentista. A lo largo de la obra, las acciones del personaje principal se van sucediendo en escenarios que van traduciendo los sentimientos de Conrado. Por ello, recuerdan aquel lugar ameno, tan frecuente en los versos de Garcilaso en sus diversos pasajes de la Égloga I:

"El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas,
los amores,
de pacer olvidadas, escuchand
o".

La magia creadora de la naturaleza. En esta fusión del paisaje interno y externo, se produce el encuentro amoroso: se hace realidad la vida que florece en el campo. Aparece Claire como realización material del milagro que el enamorado contempla fuera, en el campo animado por todos los componentes naturales:

"Absorto en sus pensamientos, no se dio cuenta de la presencia de Claire, que de pie, al lado de las ovejas lo observaba con atención y una mezcla de admiración y ternura... Se fue acercando lentamente sin apenas rozar el suelo y sin que las ovejas la apreciaran... Cuando estuvo a su lado tomó su cabeza entre las manos y sin que ninguno de los dos pudiera darse cuenta se encontraron abrazados...; el principio de un estado de gracia que el cielo bendecía con rayos de sol y las ovejas con inmovilidad y silencio; con toda la naturaleza que los rodeaba y se unía a ellos en una comunión extraordinaria" (p. 34)...

La fuerza comunicativa de la tierra. En ese fusión de personajes y paisajes, los mismos agentes bucólicos van traduciendo a signos todo lo que ocurre en el contorno. Así cuando, hay un peligro pueden ser muchos los indicios que adviertan del peligro a quien estuviera atento a interpretarlos: el viento, la luz, el sonido, el tacto del paisaje.... Es el caso de Conrado, cuando se le acerca un verdadero peligro inminente:

"Alguna oveja lanzaba balidos de vez en cuando, pero él no se había percatado del sonido, ni del resplandor del sol, la tibieza del aire o el movimiento de los árboles...Las reses seguían balando cada vez con más intensidad y él, que nunca había temido la presencia de ningún animal superior, creyó reconocer en aquellos balidos una especie de aviso... De pronto entre los berridos distinguíó un sonido diferente, como si alguien estuviese tosiendo muy cerca...; unas manos levantaron su cara con violencia..." (p. 37)..

9. El espacio social de los años 40: países en opulencia / países en la miseria

La guerra europea. Pronto aparece el espacio bélico con la llegada del soldado alemán Hermann, que secuestra a Conrado en plena ilusión artística con su barro para modelar esculturas y figuras humanas. Cuando el boceto incipiente en escultura del rostro de Claire rueda por los suelos al impulso del violento nazi y desertor Hermann, todas las ilusiones de Conrado se derraman también en la pradera. Y aquel proyecto de artista escultor que llevaba en su maleta se frustran para siempre:

"El ario se detuvo un instante y miró aquello que su prisionero apretaba con frenesí, para a continuación darle un culetazo con la metralleta. La bola de arcilla rodó por el suelo hasta chocar con un pedrusco que rompió la cara de Claire, lo mismo que él acababa de romper la juventud de Conrado" (p. 37).

La raza que se consideraba superior. Aparece el tema nazi, pero en el personaje de Hermann, hay una dimensión nueva: la superioridad de raza, el mito de la inteligencia nazi, lo traduce este soldado desertor a la superioridad económica; al triunfo imperialista del capital, la especulación, el dinero. Hermann desea ahora que que el triunfo alemán se imponga en el futuro a través del dominio económico del mundo:

"... huyo porque no me gusta la guerra, no entiendo cómo siendo superiores al resto de los pueblos, debemos entrar en beligerancia para someterlos, si somos más inteligentes y más duros y más capaces deberíamos saber esclavizarlos sin emplear tanta violencia; simplemente haciéndonos con el comercio, los bancos y el capital que manejaban los judíos, lograríamos dominar a quienes quisiéramos. El dinero es más persusivo que la guerra" (p. 43)

10. El espacio económico del milenium: el nuevo imperialismo de estos tiempos

El dinero en Ginebra. En la estructura de la novela, la banca suiza se convirtió en refugio del dinero europeo, y sirve para todo tipo de lujos y derroches, en contraste con la miseria y el hambre de las naciones en guerra. Contrasta así la opulencia suiza con la desolación de Europa y buena parte del mundo:

"La ciudad de Ginebra blindada por los bancos en los que entraban los capitales de las naciones en conflicto, ofrecía un ambiente nada comparable con las de la Francia ocupada...; las chimeneas, especialmente, las de los bancos, esparcían el humo del fuego del dinero que calentaba las vidas de algunos afortunados a los que la guerra había favorecido... Los hoteles acogían en sus dependencias a los representantes de las grandes fortunas que habían encontrado en aquella ciudad el clima perfecto para lucir sus extravagancias... Mientras en Europa y casi el mundo entero, la gente se moría, pasaba hambre, frío y calamidades, el dinero de unos pocos robado al sudor de muchos..." (p. 49)

El dinero evadido de España a Suiza. Se diría que hay en las páginas de la novela crítica a esa continuidad en las nuevas formas de opresión social, por mucho que los políticos intentes disimularlas. El lujo en la ciudad y en los hoteles suizos procede en parte de la evasión de capitales españoles. La misma situación parace repetirse hoy entre tantas formas de corrupción financiera, sin más diferencias que la traducción del dinero a €uros:

"La recepcionista, una mujer joven y rubia... atendía con precisión a los principales clientes del hotel, alemanes y algunos españoles -a los que en principio desdeñaron, pero que luego consideraron amigos, al enterarse que el capital evadido de España a Suiza, representaba la cifra nada despreciable de dos mil millones de francos..." (p. 53)

Un nuevo sistema mundial tras la guerra. A medida que se avanza en las páginas de la novela, se diría que aquel totalitarismo nazi se fue transformando en el s. XX tras su derrota ante los aliados; y así, con las nuevas tecnologías informáticas al servicio de especuladores y políticos mancomunados, llegó a estas otras formas de explotación moderna en el lenguaje tan eufemístico de los rescates:

"La sombra del capital mundial había quedado aletargada tras el final de la contienda, pero sus extremidades seguían extendiéndose por el mundo en espera de otra ocasión propicia para levantarse y seguir aplastando a los débiles. Los nazis seguían amenazando desde cuevas misteriosas donde guardaban dinero e investigaciones poderosas que no habían caído en manos de los aliados, y los obreros de todo el mundo tendrían que seguir luchando por unas condiciones de vida que no fuesen la esclavitud y la miseria" (p. 72).

11. El cierre del ciclo: otra vez la luz, como recurso de salvación

Una vez en Bermellón, la vida de Conrado renace con fuerza otra vez entre los componentes naturales: se diría que en tiempos tan anublinados por la ceguera del dinero, la especulación, el nuevo imperio del capital al servicio de unos pocos corruptos informatizados, la única fuerza de salvación individual y colectiva se vislumbra en la novela bajo la esperanza de la luz; en la perspectiva de esa luz que sabe manejar el fotógrafo con su cámara a la hora que percibir la realidad en el horizonte cada mañana.

"Amaneció tarde, como correspondía a la latitud en que se encontraba, pero aquel amanecer tardío con el sol brillando en lo alto de la colina, lo sorprensió gratamente..., salió a la calle en busca de alguna cafetería... El olor del café despertó aún más sus sentidos, se sentó en una de las mesas vacías... y esperó al camarero" (p. 102).

En fin, el recurso natural de la luz, el sol, la luz del alba cada mañana (que bien recuerdan los versos de Neruda); la luz del sol en los altos, aún sobre las nublinas más ciegas de los valles, siempre brillará sobre las personas que tengan la habilidad de imaginarlo; es decir, hasta habá que recurrir a la perspectiva de la luz (como el fotógrafo), aún en los momentos más difíciles en que haya que tomar decisiones (coach, coaching, de moda).

Hasta en aquella dicotomía amorosa decisiva que se le presenta a Conrado entre Irina y Claudina, después de tantas vueltas y revueltas por los sucesivos paisajes de su vida, el fotógrafo sigue salvando situaciones, y aplicando su perspectiva fotográfica, iluminado por la luz, del alma en este caso:

"Desde el avión de regreso pudo ver la torre Eiffel y los surcos que el Sena hacía por una superficie que tanto había pisado; después el aeroplano ascendió hasta que las nubes, convertidas en algodón, comenzaron a asomarse por la estrecha ventanilla. Todavía lucía el sol..." (p. 165).

12. La vuelta a la tierra, como único recurso de vida en paz interna y externa...

Volver a la tierra. A medida que se va cerrando la estructura de la novela, el final va aclarando las primeras secuencias. Conrado, después de tantas peripecias europeas motivadas por las guerras, proyecta ilusionado su futuro en la tierra bucólica que le vio nacer:

"En Bermellón un brillo especial se reflejaba en las hojas que ya habían empezado a declinar.  El cerezo de la explanada de la estación las conservaba todas, lacias, casi con humildad, como pidiendo perdón por haber permitido el paso de la alegría del verde al color del  vino, ese color  de sangre sin fuerza,  abatida  de tanto sufrir los rigores de la agitación del estío. Los arces que delimitaban un pequeño paseo, ya habían llorado varios pámpanos sobre el suelo reseco del verano, aunque sus troncos todavía conservaban la mayoría a punto de amarillear. Se sintió otoñal como el paisaje, y ácido como el olor que desprendían los líquidos que usaba en su trabajo. Caminó despacio recogiendo la fragancia marchita del ambiente y  fue directamente a casa..." (p. 167).

Siempre los sentidos en la vida diaria. No sólo la vista, la luz, va sacando a Conrado de las situaciones difíles. El tacto, como hace el escultor, le sirve para modelar su vida. Así recurre a la sensación táctil para vislumbrar aquella dicotomía amorosa decisiva que se le presenta en su última entrevista con Irina:

"Claudina era para él, en aquellos momentos, el remanso de una paz buscada desde hacía tiempo y que por fin creía haber conseguido, se dio cuenta en el aeropuerto, cuando sus manos tropezaron con las de Irina y lo sembraron de desconcierto. Jamás Claudina le había procurado desconcierto, ni ansiedad, ni ninguna otra  sensación que pudiera perturbarlo" (p. 167)

Pues de la tierra, y con todos los sentidos, vuelve a brotar la vida. Como si la autora hubiera tenido en cuenta las teorías más modernas de la famosa resilencia (la capacidad de adaptación y de cambio personal) en en la terminología de B. Tierno Giménez; o las técnicas más en boga del coacher y el coaching, cada protagonista se las ingenió lo suficiente para llegar al reto propuesto como objetivo, en la dura peripecia que le fue planteando la vida.

En fin, todas las peripecias de los protagonistas quedan resumidas en los versos de Neruda, con toda intención -yo creo- llevados a las páginas de la novela. Tal vez no por casualidad tampoco aquí (como casi siempre en la creación literaria), las palabras del poeta están en boca de mujer ahora, Claudina, que recita entre lágrimas estos versos:

"Y aquí estoy yo, brotando entre las ruinas ,
mordiendo sola todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra
"
.
(Pablo Neruda).

Otras obras de Dorita

Volver a índice de autores de la esquisa

Volver a ÍNDICE de contenidos de la página