Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

Los faniselis y El Dragón

Hace mucho tiempo, tanto que ningún humano se acuerda de entonces, ni siquiera ninguno de nuestros abuelos, había un pequeño mundo donde todos sus habitantes vivían en armonía y en paz.

Pero estos habitantes no eran como nosotros. Eran pequeños, tan pequeños como puede ser un niño, ya que medían tan sólo unos setenta centímetros. Además no vivían en casas construidas desde el suelo, sino que ellos construían sus casas en los árboles. Esas casas eran muy bonitas, de colores muy variados, y llenas de flores, ya que los árboles donde construían sus casas eran especiales y florecían todo el tiempo. En este raro mundo no había invierno ni otoño, sino que era siempre primavera y verano. Los árboles estaban siempre verdes y hermosos, y todo estaba lleno de frutas por todos lados.

Todos aquellos habitantes vivían en paz, cultivaban sus huertos, recogían frutas, y confeccionaban sus ropas con hojas y pieles... Pero un precioso día, en que los niños faniselis (así se llamaba esta rara especie) estaban jugando a correr más que los pájaros, oyeron un estruendo enorme.

- Boooummmmmmmmmmmm
- ¿Qué ha sido eso? - dijo Sanisdel
- ¡ Vayaaaa, corre vamos a ver que ha pasado! - exclamó Naudigel

Comenzaron a correr muy rápido, tanto como sus pequeñas piernas les dejaban, y se dirigieron hacia el molino del viejo cascarrabias Fausen, quien se había mudado de lugar porque decía que los niños no dejaban de molestarle todo el tiempo.

Cuando llegaron se encontraron con algo que les maravilló: un enorme dragón. Se quedaron muy asustados, pues nunca habían visto ningún animal como aquél. Además sus padres les contaban historias de lo malos y asesinos que eran los dragones, y que éstos comían a los niños faniselis porque les gustaba mucho su carne.

- ¡ Oh Sanisdel! ¿Qué haremos?
- No lo sé, parece herido.

Una cosa que no os había contado es que los niños faniselis son muy curiosos, y a pesar de que sus padres les riñen cuando salen de los lindes de su territorio, no lo pueden evitar.

Y como cabe de esperar, Sanisdel y Naudigel fueron a ver qué le había ocurrido al dragón. En un principio lo miraron desde muy lejos, con mucho cuidado, pues aunque tuvieran mucha curiosidad seguía siendo un dragón y aquellas terribles historias habían servido para algo. Podían ver cómo el dragón se retorcía y gritaba:

- ¡ Oh, cómo me duele el ala! ¿Qué haré si estoy yo aquí solo y no puedo volar.
Entonces en un arrebato de valentía, los faniselis, se acercaron cuidadosamente al dragón.
- ¿Quién anda ahí? Por favor, sean quienes sean ayúdenme: estoy herido y no puedo volar.
- Somos los faniselis, pero no nos acercaremos a ti, porque sino nos comerás.
- No os comeré. Somos muy pacíficos y solamente atacamos si alguien nos ataca primero.
- Y entonces ¿por qué dicen que un dragón se comió al hijo de Egleanor?
- Sería que le había molestado y sólo le masticaría, porque apenas comemos carne.

Siguieron hablando mucho tiempo y ayudaron al dragón a curar sus heridas. Pero comenzó a oscurecer y los niños tenían que volver a sus casas y no podían dejar allí solo al pobre dragón llamado Balrog, Así que decidieron llevarlo al pueblo.

En un principio, todos los habitantes del pueblo se asustaron y corrieron. Pero luego aceptaron al enorme dragón y, pasando los días, allí se quedó a vivir con ellos. Les llevaba volando allí donde querían, y a veces incluso a casi todo el pueblo, pues como los faniselis eran tan pequeños y Balrog tan grande, casi ni se daba cuenta de que llevaba a hombros a sus pequeños amigos.

Y así concluyó aquel hermoso día en que los niños faniselis jugaban en el río. Si algún día os encontrárais un árbol muy hermoso y florecido en invierno tened mucho cuidado, pues puede que sean faniselis, que viven en tu bosque y que Balrog ande cerca cuidándolos.

Rocío Bernardo

Volver a narración

Volver a Literatura

Índice alfabético de materias