Se establece el
I Premio Don Leoncio,
"Solidaridad Lenense":
se concede a Cáritas de Lena, por unanimidad.
Presenta Julio Concepción Suárez.
"El viento del otoño (la seronda, entre los lenenses), aquella mañana lluviosa, esparcía un silencio solidario por los pasillos, las aulas y los rostros de esolares y profesores cabizbajos frente a cada una de las mesas, que durante tantos años había presidido el compañero Leoncio: Don Leoncio, como muchos le decían entonces. Un profesor siempre sonriente, tolerante, campechano, comprensivo y compasivo, siempre chistoso, un tanto picaresco y socarrón..
Era el mismo silencio entrecortado, que por aquellos días previos había presidido los hogares de la villa y de los pueblos del concejo; las tertulias del café; las colas en la panadería, o las conversaciones en los bancos del parque, teñidos ya con el ocre intenso de las hojas a punto del invierno. El viento del otoño y una implacable enfermedad habían llevado a Leoncio de estas montañas, adonde había llegado desde un pueblo leonés como cura párroco de Zurea, allá por los años cincuenta.
Era Leoncio ese amigo comprensivo con sus alumnos y alumnas; el compañero juicioso entre opiniones más distantes o, en ocasiones, encrespadas; el colega ocurrente capaz de romper el hielo de las reuniones más frías, con aquella sana sonra siempre milagrosa de la sonrisa en los labios.
El profesor dialogante, que levantaba la voz cuando hacía falta, pero que hablaba muy bajo cuando había que comprender o reprender. Típicos eran sus comentarios comedidos en las evaluaciones. Pues creían algunos inocentes que, como veía mal, no ponía faltas de pire en clase. Lo que no sabían eran las precisiones que hacía Leoncio a la tutora, un poco de lado y en voz baja (para que, si acaso, no constara en acta, vamos). -Fulanito esta temporá anda un poco despistáu: tres faltas; esti, dos; aquélla, una.... -Son buenos rapaces y rapazas, pero, recuérdayoslo de mi parte. Que no se engañen.
En la memoria de todos está que era Leoncio un hombre solidario; cobijo del inmigrante y del emigrante; amigo sin distinciones del vecino o del que sólo va de paso. Un hombre a quien acudir sin protocolos, refugio tantas veces del que había apurado hasta el último céntimo en el bolsillo. Fue Don Leoncio el apoyo de muchos y muchas estudiantes, que no podían pedir un duru en casa, porque la pensión o el sueldo base no estiraba más allá de medio mes; o porque la beca oficial, a lo peor, no llegaba al bolsillo más necesitado. Allí estaba Leoncio para compensar lo oficial. Bien recuerdan estos datos muchos alumnos y exalumnos de estos pueblos.
Como fruto de los trabajos de Leoncio, es de todos conocida y reconocida la función de Cáritas en Lena. Y con el sistema calculado, que él había establecido: se recogen las ayudas mensualmente entre los colaboradores; las personas más necesitadas tienen una especie de cuenta en algunos comercios; y pasaba Leoncio mensualmente a pagar los gastos en comida y ropa, sobre todo. De esta forma, el dinero sólo se emplea en pagar realmente gastos de primera necesidad. En el diseño de Leoncio no había lugar a la picaresca. Seguro que pensaba en una de tantas sabias sentencias con las que animaba nuestras charlas: "Prudente como las palomas; astuto como las sertientes".
Fue Leoncio hombre también solidario con la educación pública y gratuita: había sido párroco de varios pueblos altos del concejo, y sabía de las dificultades de aquellos alumnos y alumnas de los años sesenta (hijos de campesinos y mineros) para poder pagarse otra enseñanza. Él mismo era de un pueblo rural y conocía bien la economía, las posibilidades y los bolsillos entre las familias de los pueblos, que tantas veces no podían pagarse ni los viajes ni la estancia en colegios internos, tan prestigiados por aquellos años. Y es que, tan sólo unos lustros atrás, ni mucho menos, después de los 14 años, todos y todas podían seguir estudiando en los pueblos de montaña.
Por esto, nunca podremos agradecer bastante la colaboración de Leoncio con Gaudencio Tomillo y otros pocos arriesgados, a la hora de jugarse el tipo por la apertura del Instituto, a principio de los años setenta, cuando no corrían, precisamente, vientos demasiado favorables en pro de nuevos centros públicos. Casi como ocurre ahora, con las especialidades y los módulos, reservados al privilegio de unos cuantos: las nuevas tecnologías cambian mucho, pero los pueblos siguen semiolvidados en los mismos espacios de sus montañas, una vez que pasan las promesas electorales. Gracias a Leoncio y a algunos como él, somos muchos y muchas los que disfrutamos hoy del "Benedicto Nieto".
En todos estos años fue Leoncio un vecino comprometido a su modo con la cultura de los pueblos. Como para compensar en lo posible tanto deterioro y abandono en nuestro patrimonio rural lenense (vía romana de La Carisa, dólmenes, túmulos, castros, castiechos...), Leoncio venía reparando en el silencio de su trabajo callado distintas ermitas por los pueblos.
Todavía recuerdo las últimas páginas que me pedía sobre el origen de la capilla de Santu Mederu o de Brañalamosa, allá por el valle de Muñón arriba; o de la capilla La Flor en el valle de Piedracea. O las otras ermitas de San Feliz o Palaciós. Añadía Leoncio satisfecho esas páginas a sus proyectos, orgulloso de compartir con los pocos vecinos del pueblo su pequeña ermita remozada. No sé si todas habrían visto terminados sus proyectos.
Fue Leoncio incansable estudioso, preocupado por estar siempre al día en sus homilías o aficiones: ¡Qué ilusión la de aquel hombre que con tanto cariño deshacía entre sus labios los nombres, las teorías o las interpretaciones más recientes, de Darwin, Teilhard de Chardin, Karl Rahner, Schillebeeckx, Hans King...! Y uno admiraba este incansable estudiante adulto, a pesar de sus problemas conocidos con la vista.
Nunca faltaba el humor a Leoncio: ni en su enfermedad perdió la sonrisa, cuando te lo encontrabas cada día a la salida de comer del Roble. Recordábamos un día sus compañeros aquellas sobremesas soñolientas, antes de las clases por la tarde en el Instituto, hace ya unos cuantos años. -Bueno, Leoncio, ¿y qué tal la partida hoy en el Deportivo? Dejaba caer ligeramente las gafas bifocales bajo aquellos ojos a punto de estallar en la sonrisa más sana de niño picaresco y juguetón, y te soltaba un poco de lado, y por lo bajo. -Pa sete sinceru, yo les cartes ya sabes que nun les veo; y nin falta que me faen; porque empiezo a inventar triunfos y pongo a los contrarios tan nerviosos, que con poco que faga el compañeru, tenemos la partía nel bote. Y la copina gratis, un día más. Mucho se piquen. Pero siempre se dan cuenta tarde.
Cuánto me prestó la partía hoy!. Y la sonrisa de Leoncio reanimaba a los profesores de la sala camino de las aulas, hasta en las tardes más sombrías del invierno arriba.
Era Leoncio también hombre comprometido con la paz. ¡Cuántas reflexiones tuve el gusto de escucharle contra todo tipo de violencias, a veces tan solapadas! Por esto ¿qué diría hoy este hombre dialogante y bonachón, de esa absoluta falta de diálogo entre tantos poderosos engreídos, que sustituyen las palabras por las bombas, los misiles y las balas? ¿O qué diría Leoncio, tan aficionado a las reflexiones filosóficas y a las citas de científicos o literatos, de tanta guerra preventiva y de tanta manipulación verbal? Me lo imagino sentenciando de soslayo con cualquiera de sus frases: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra".
Y nos haría Leoncio un repaso exegético sobre tanto maniqueísmo disfrazado, desde el relato de la creación del hombre hasta los poderes más globalizados: desde que un hermano mataba a otro con la quijada de un asno, hasta que un humano podría matar a millones de inocentes, cómodamente instalado en la moqueta de un despacho, con las tecnologías informáticas más sofisticadas, y con el gélido aplauso de unos pocos irresponsables. Siempre fue igual desde Caín a nuestros días, terminaría Leoncio: "Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz".
Por todo esto, los compañeros/as de trabajo (docentes y no-docentes), padres, madres, tutores, güelos, güelas; alumnos/as, exalumnos y exalumnas; todos los pueblos pequeños y mayores del concejo, entre Villayana y Tuíza, o entre Parana y Retrullés, proponemos a Leoncio como símbolo indiscutible de la Solidaridad Lenense. Medio siglo de trabajo por Lena, sin más prensa, ni más ruidos, ni palabrerías huecas, que las obras realizadas: como siempre trabajaron tantos lugareños lenenses en el silencio humilde de estas montañas, colaborando a su modo en las inmemoriables esquisas y estaferias. Gracias a ellos y a ellas seguimos teniendo pueblos.
En consecuencia, hoy concedemos este Primer Premio a Cáritas de Lena, que bien merecido se lo tiene por su labor callada y por su forma de hacer que lleguen los donativos a quienes realmente más los necesitan. Que así lo siga haciendo por muchos años.
Gracias, Leoncio. Y Gracia, Cáritas de Lena.
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