El océano es un vaso repleto de silencio.
La luz se ha maniatado en el fondo del vaso.
Las estrellas palpitan cogidas de la mano y esposadas.
El camino es la luz ahogada y palpitando.

Se ha visto la canción, ha recorrido
carteles sin sus muros y su ángel guardián.
Ha sido la tarde, la amapola
quemada por el sol y resfriada
en los ángulos fieros de un olvido sin rostro.

Se ha oído el himno de las hojas sin cielo
y el día que agoniza mutilado en la sombra:
el párpado del mundo que ha cegado
las hojas con el día;
la tierna canción con la tarde amapola;
mis ojos con un rostro de olvido y de torrente:
el párpado asesina.

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