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Para la pequeña Ester
de todos tus amigos

Cuando amanecía el otoño y atardecía el verano, cuando los árboles comenzaban su letargo, cerré para siempre mis ojos cansados de llorar. ¿Por qué morir en mañana tan hermosa? No espere para ver las hojas caer en compás ligero. No espere para ver el grisáceo cielo reflejado en las cristalinas aguas de la mansa y brava mar.

Las blancas margaritas cerraron su lujoso vestido blanco y se fueron con mi sangre. Mis venas reventaron en llanto, mi corazón en suspiros y mi cuerpo entero en lamentos. Con tan solo cuatro años de vida se fue para siempre al cielo. Los ángeles envidiaron su belleza y su dulzura y la quisieron entre ellos, y allá fue con vuelo ligero.

Su dulce sonrisa, su alegría, su vida entera fue una fiesta. Maldito el viento cargado de asfixia que la ahogo. Con sus alas de plata surca el cielo. Que feliz vive la eternidad, dejando en nosotros el inmenso vacío de su gran amistad. Más lágrimas de las derramadas ya no puedo derramar.

Te acompaño pequeña amiga, te acompaño en la eternidad. Se acabó tu soledad, porque tu no puedes estar sola, pequeña, necesitas la amistad. Continuaremos nuestros juegos en la alta nube blanca de este cielo inmenso. Por que tú fuiste una gran amiga y no te puedo olvidar.

Bárbara Díez Pando.

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