.
Coronación de la Virgen
como patrona de Teverga (3)
Tras los difíciles momentos -como queda dicho- por los que pasaron algunas imágenes, retablos, incluso ermitas e iglesias en tiempos de la Revolución Obrera de Octubre de 1934 y de la Guerra Civil Española, la imagen del Cébrano, debidamente restaurada, fue propuesta como la Patrona de los valles de Teverga.
Para ello autoridades civiles y eclesiásticas, a instancias de don Hermógenes Lorenzo, sacerdote oriundo del concejo, decidieron su coronación que tuvo lugar en el Santuario de Carrea el 15 de agosto de 1949.
Para coronar una imagen, en aquella época eran necesarios tres requisitos que cumplió, según los cánones de la Iglesia, la Virgen del Cébrano:
-Antigüedad del santuario y su veneración.
-Incidencia en la devoción popular.
-Hechos extraordinarios, tales como milagros o apariciones.Las dos primera premisas quedaban resueltas, mientras que la última estaba relegada a la gran devoción popular y a los hechos fantásticos y leyendas que se crearon entorno a la imagen, de los cuales la Iglesia ni ha admitido ni ha desmentido.
Una gran comitiva multitudinaria compuesta por cientos de feligreses de la comarca y de otros lugares de Asturias, acompañaron, a pie, la imagen en loor de multitudes, llevada a hombros desde la colegiata de San Pedro hasta el propio Santuario, donde fue coronada como Patrona de Teverga.
La devoción a la Virgen del Cébrano ha sido manifiesta, desde siempre hasta el punto que al ser visible el santuario desde muchos lugares de los valles del concejo, hoy aun se recuerdan sitios donde los brañeiros, cuando bajaban de las majadas, se paraban en un sitio determinado a rezar la salve. En el valle de Somoza, los lugareños del pueblo de Barrio se detenían en La Cuandia Negra.
La gran jira campestre
Desde la coronación, tiene lugar, entorno al santuario, todos los 15 de agosto, la fiesta más importante de todos los valles de la comarca en una jira campestre donde entre la convivencia y la armonía, se recogen alguna tradiciones seculares alrededor de una mesa que tiene como mantel las propias praderías sobre las que se degustan la gastronomía fría de los productos de la tierra.
Tras el novenario en honor de la Virgen que se celebra, como su nombre indica durante los nueve días anteriores a la festividad, a cuyos oficios religiosos acuden cientos de peregrinos, la mayor parte de ellos caminando a través de la belleza de los valles, el gran día señalado comienza con el estruendo de gruesos palenques que invitan al vecindario de Teverga a formar parte de la fiesta.
Gaitas y tambores, cientos de romeros y romeras comienzan la ascensión hasta el santuario para acudir a la misa de campaña solemne entorno a un altar de piedra donde se coloca la Virgen no lejos del mítico tejo, árbol con reminiscencias de los antepasados celtas. Terminada la función religiosa, los peregrinos se reunen en los pastizales de los alrededores para el almuerzo campestre y por la tarde una orquesta ameniza la romería y la verbena.
El ramo
Alrededor de la imagen se van colocando las ofrendas ofrecidas a la Virgen, cuales son los denominados “ramos” portando deliciosas rosquillas de pan amasadas con harina de trigo y, de vez en cuando, de escanda, huevos, azúcar y mantequilla.
El “ramo” es una estructura de madera de aproximadamente dos metros de alto, ensanchado en su parte inferior que cubre en una rica mantelería y paño fino de lino u otros tejidos blancos sobre los cuales se van colocando las “roscas” del pan campeando en todo lo alto el llamado “roscón” sobre el que se coloca un ramo de flores. Este “ramo” lo ofrece una familia cuando solicita a la Virgen un ruego en favor de una persona.
A este respecto, el profesor García Arias, nacido en estas tierras, escribe que “...el ramu es una estructura de madera compuesta por un palo, como de metro y medio a dos metros de longitud, que en sus últimos sesenta o setenta centímetros, lleva adosado una especie de tronco de cono, también de madera.
Recubierto todo por una tela debidamente engalanada se colocan ocho rosquillas de pan amazapanado llevando en la picota otra completamente redonda llamada roscón (sólo recientemente se hacen ramos de seis rosquillas más el roscón). Suele ser ofrecido por algún motivco especial a algún santo o a la Virgen.
En Teberga, en la actualidad es la Virgen del Cébrano la que lleva la mayor parte de estas ofrendas. Sale el ramo de la casa o pueblo oferente a hombros de un solo hombre que es seguido de un grupo de personas entre las que se encuentra un pequeño coro de mujeres que, acompñadas o no de la gaita, van cantando, siempre con la misma melodía, la letra compuesta por alguna de ellas en días anteriores, donde se explican las razones que movieron a la ofrenda del ramo.
La musiquilla es monótona y muy elemental y se aprecia por su ritmo su idoneidad para llevar el paso procesional al mismo tiempo que se va cantando. En el pórtico de la iglesia se despide la comitiva después de haber cantado por última vez el ramo. Este se sacará después a la procesión de la misa mayor y posteriormente, ya por la tarde, se subastarán las rosquillas, siendo motivo de los más diversos comentarios e incluso piquillas en las cifras alcanzadas por unos y otros en las pujas...”(6)
Los cantares
En general la mayor parte de estas estrofas eran compuestas por rapsodas populares, generalmente mujeres, entre las que destacó Juana Castañón vecina del pueblo de Sobrevilla. El mismo día, y en el pórtico, las cantoras entonaban las estrofas a la Virgen en señal de ofrendas diversas, principalmente por seres queridos, tal y como se podrá apreciar en las páginas destinadas al cancionero.(7)
Estas estrofas fueron cantadas por Juventina García del pueblo de Carrea, Estrella y Joaquina García de Berrueño, Antona García y Fermina García ambas de Sobrevilla, Teresina Ruiz de San Salvador y, algunas de ellas se encuentran recogidas en el Cancionero de Eduardo Martinez Torner.(8) Varias de estas coplas fueron recuperadas y cantadas por el grupo etnográfico “Muyeres”(9). Algunas de estas estrofas se han perdido lamentablemente, pero en el presente libro se ofrece una importante antología.
La calderina de sanación
Los árboles autóctonos de la región están relacionados con los nombres de algunos santuarios diseminados por la región. Así, el Acebo lo es en Cangas de Narcea, el Avellano en Allande, el Fresno en Grado, el Carbayo en Langreo. Uno de los árboles más emblemáticos de la región -cuya tala está prohibida- es el acebo, denominado tambien en el pasado como “acedro” cuya evolución terminologica se fue saucediendo en “Acedro”, “acebro”, “cebro”, “cébrano”, lo que podría darnos una pista para ir tras la etimología que se asigna al santuario de Carrea.
No obstante, la hipótesis que más se acerca a la realidad es la de la palabra latina “cerebrum” que traducida nos remite al castellano cerebro que, según la tradición, a la Virgen del Cébrano siempre se la invocó como especial abogada ante los dolores de cabeza y trastornos mentales.
Durante muchos años, tal vez siglos, existió hasta la década de los años setenta, fecha en que fue sustraido, un casquete de cobre denominado popularmente la “calderina”, robada, sin escrúpulo alguno, como lo fue también el “jarrito” visigodo de Alesga, imágenes, objetos religiosos, ratablos y cuadros pictoricios de indidable valor que formaban parte, y de hecho lo siguen formando porque siguen siendo del concejo de nuestro patrimonio histórico-artístico.
Dice la tradición que dicha “calderina” estuvo protegiendo la cabeza de la Virgen del Cébrano durante el tiempo en que permaneció escondida en una de las grutas de Sobia. Los fieles, a la hora de implorar o elevar una plegaria ceñían la cabeza con la “calderina” y, ante la Virgen rezaban la oración. De esta forma va pasando de unos a otros durante el novenario y las ceremonias religiosas o los retiros espirituales.
Parece ser que la Comisión pro-restauración del templo quiere hacer una réplica para seguir implorando la protección contra los malestares de cabeza. La trasmisión oral habla de que se conocen muchos milagros y gracias extraordinarias a los peregrinos que la ciñeron. Se habla de otra “caldeirina”, similar a la del Cébrano, en la derruida ermita de Santa Marta, a causa de las perforaciones mineras, que se encuentra recogida en el pueblo de Campos.
El Libro del Cébrano
Cuando se publicó, en diciembre de 1978, “Teverga, Historia y Vida de un Concejo”, la primera gran enciplopedia de nuestro municipio, con la participación y generosidad de muchos escritores, investigadores, estudiosos y Manuel Arias -”el americano de Fresnedo” -como uno de los Mecenas-, el título -que resumía la esencia de la obra- fue reemplazado, a los pocos días de su aparición por “El libro de Teverga”.
Así pues, aunque en la carátula del presente trabajo aparezca somo La Señora del Cébrano, vamos a denominarle, desde este mismo momento, “El libro del Cébrano”, porque, tarde o temprano, el pueblo acostumbrado a poner en seguida, nombres, denominaciones, topónimos y hasta motes, a veces peyorativos, lo reconocerá como tal.
El libro se divide en nueve capítulos, como si de la novena que a la Virgen se ofrece se tratara, con una selección de fotografías tomadas entre los años veinte y la década de los ochenta, a las que se han unido algunas instantáneas del cincuentenario con la visita del obispo de la Diócesis, Monseñor Diaz-Merchán.
- siguiente artículo
- Volver al menú
- Volver a publicaciones