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Asturias, el ser humano en declive
Asturias NÚMERO UNO)
Revista Fusión.
Celso Peyroux
Asturias sufre hoy en día las consecuencias de la imprevisión. Pero no de una imprevisión reciente, por lo que no es achacable a los políticos de hoy día, ni tan siquiera a los de hace quince o veinte años. La situación que hoy atravesamos se veía venir desde hace medio siglo. La minería vivirá su ocaso de aquí al 2012; también la metalurgia y el sector pesquero viven las consecuencias de la deficiente previsión.
Se sabía ya que Asturias iba a perder una masa laboral importante y se podrían haber tomado medidas con tiempo suficiente. Mirando hacia Europa, era posible adelantarse al movimiento de los campesinos, que emigrarían en masa hacia las grandes urbes mecanizadas, hacia las grandes capitales.
Ahora mismo podemos comprobar que Asturias toca fondo, y paralelamente empieza a resurgir como el ave fénix, agarrándose como puede a diferentes soluciones socioeconómicas.
Desde Jovellanos hasta hoy, Asturias ha tenido la suerte de contar con mujeres y hombres de bien, con un premio Nobel como Severo Ochoa, con grandes médicos e investigadores como Grande Covián y otras importantes personalidades en diferentes campos.
Los seres humanos necesitamos asirnos a los mitos y a los ídolos, que como tales tienen pies de barro. Si Dios no existiera -yo no sé si existe- el hombre lo inventaría. Ante tanto sufrimiento, ante el misterio, el ser humano necesita apoyarse en algo que le ayude, trazando un camino que le lleve por los caminos de lo metafísico y lo proyecte hacia el más allá. Siempre existió la necesidad de creer en divinidades, en ídolos, en el sol, en la luna, en el fuego.
Nosotros, que vivimos en esta edad contemporánea y posmodernista, creemos que hemos evolucionado rápidamente, sin embargo nuestra capacidad de asimilación es limitada y por eso necesitamos ídolos. El hombre ha ido apagando los valores espirituales de su interior, y por eso busca ídolos. Ha perdido su idiosincrasia, y por eso persigue ídolos.
A nivel social, en mi juventud teníamos a Federico Martín Bahamontes, que en 1959 había ganado el Tour de Francia. Recuerdo que a los españoles en el extranjero nos llamaban "Bahamontes" y eso para nosotros era algo muy grande.
Algo parecido ocurre hoy con Fernando Alonso, campeón mundial de Fórmula 1. Alonso ha trabajado mucho desde la infancia, tuvo el respaldo de sus padres y algunos amigos, sin embargo le volvieron la espalda quienes tenían que estar a su lado.
Y ocurrió lo que ocurre siempre: cuando se convirtió en un panal de rica miel, mil moscas acudieron. Fernando Alonso es algo muy trascendental para Asturias, sobre todo para la gente que necesita el mito, el ídolo. Lo triste es que se convierta en un tema político o cultural, cuando realmente debería dejarse en el mito de lo deportivo, el ideal de muchos hombres y mujeres.
Se le ha otorgado el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, pero con todos los respetos, creo que hay otros con tantas referencias como él, que han trabajado también para merecerlo. No estaría mal que lo hubiera recibido dentro de dos o tres años, pero concedérselo antes de saber si iba a ser campeón del mundo, me parece un patinazo.
Considero que ha sido puesto con calzador, sin duda porque es un gran tirón para Oviedo y para Asturias. Personalmente, como conocedor de lo que se mueve en torno a los premios literarios y algunos otros, veo la mano del alcalde de Oviedo y de una serie de personas más.
Al hilo de este análisis, quiero mencionar a gente sencilla como al piragüista campeón del mundo Manuel Busto, o mi buen amigo el médico y alpinista Jorge Egocheaga, a quien saludo desde estas páginas, personas que no son ni mitos ni ídolos, pero sí estandartes importantes para Asturias.
Los asturianos tenemos gente que trabaja en la sombra, personas importantes en el campo de la investigación, como el científico Alonso, o López Otín, o los grandes cardiólogos que cada semana ponen un corazón nuevo y ayudan a la gente a vivir.
También recuerdo a los Fernández-Vega, que le devuelven la vista a esas córneas torturadas por la vida. ¿Y qué decir de la literatura o de la poesía? ¿Quién lee a Angel González? ¿Quién relee La Regenta? ¿Quién conoce las buenas obras asturianas que tenemos hoy en día? Creo que muchas cosas se van ganando en algunos aspectos, pero se pierden otras.
Y mientras ocurre todo esto, se han perdido alrededor de setenta mil puestos de trabajo en el campo. El espacio rural permanece, pero el mundo rural se desvanece. Se pierde, y con él la verdadera identidad del pueblo asturiano, que comparte con la minería y la pesca.
El ser humano, en declive, está perdiendo el don de la palabra escrita y sobre todo la palabra oral. Y la necesita. Hace cincuenta años la palabra dada era una escritura; ahora la palabra dada está mancillada. Todo esto forma parte de la educación y de la cultura y los valores más profundos del ser humano, que vienen del campo. Son códigos que hay que cuidar y recuperar.
Me alegro mucho por Asturias de que existan estos fenómenos sociales como la Princesa Letizia, Fernando Alonso, y en menor escala Egocheaga y Busto, pero acordémonos de que desde Jovellanos hubo grandes paladines que nos abrieron camino, mucha gente que dio la vida por sus ideas y para impulsarnos a nosotros al lugar que ahora ocupamos.