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PALABRAS PARA CELSO PEYROUX
Y LA GUERRA CIVIL EN TEVERGA,
SOMIEDO, BABIA Y VALLES DEL TRUBIA
José María Ruilópez
Presentación del libro
"MATAR PARA SEGUIR VIVIENDO".
Autor: Celso Peyroux
Ateneo Obrero de Gijón
Viernes 27 de Enero de 2006En primer lugar quiero dar la enhorabuena al autor por esta nueva entrega hecha libro y ya van..... he erdido la cuenta. Y felicitar también a la editorial Madú por este volumen cuidado en su configuración y muy correcto en su terminación final que aporta un documento más a la realidad asturiana de gran valor histórico. Escribir sobre una guerra años después de haberse producido no se sabe muy bien si es un hecho literario dentro del área de la historia, o una manifestación de nostalgia del autor. Pienso muchas veces, que los investigadores, ensayistas y amantes del volteo de papeles sepia y de las entrevistas a los supervivientes, o a sus herederos, lo que hacen en realidad no es escribir sobre un suceso histórico de relevancia, sino que es como una forma de disimulo para manifestar su añoranza del tiempo pasado.
Y a la postre, ese disimulo lleno de datos, circunstancias, vivencias pretéritas y acontecimientos vetustos convertidos en libro, se transforma en un documento imprescindible para conocer el antaño de un lugar, cuando en realidad, el autor lo que quería, era haber dejado constancia, quizás solapada, de su tribulación hecha pasaje de infancia, paisaje añejo o pintura impresionista de una existencia envuelta ya en la historia por el paso de los años. Hay una cierta timidez en los autores para hablar de su pasado y recrearse en él. Por eso recurren a la investigación en sus variadas formas para entretejer en la historia general la historia personal. ¿Cuál de las dos historias es más importante?
Yo diría que no se trata de que sea más o menos importante una o la otra, sino que son dos modos narrativos que se complementan y se manifiestan inseparables, y podríamos decir, que se necesitan para completarse. "Matar para seguir viviendo" es un ejercicio de nostalgia del autor, donde desvela de modo detallado la melancolía que se desprende de los hechos que narra y de las imágenes que presenta. El autor, Celso Peyroux, ya es experto en matizar el pasado en diversos libros de distinta factura: historia, ensayo, poesía, novela, pero creo que en éste ha llegado al punto culminante en narrar el pretérito más delicado, el que afectó y afecta a más personas, y el que ha causado una modificación en la vida ciudadana a partir de los hechos bélicos que aquí se determinan.
Por la acumulación de datos geográficos, de croquis y mapas, de lemas y enseñas, de carteles y símbolos, de citas poéticas, de nombres de protagonistas y una serie de amplia volumetría de contenidos históricos, que dan una abigarrada factura al libro, creo que el interés en acumular todo este detallado proceso cronístico de los valles del Trubia y adyacentes, es con la intención, que decía antes, de disimular su recreo
personal por los hechos infantiles del propio autor, y mostrar los escenarios en los que pasó sus años de juventud. Pero no nos engañemos, esa manera de ensañar los lugares del conflicto recurriendo al álbum particular de los recuerdos de infancia, es una forma audaz, tal vez novedosa y sin duda hábil, de mostrar lo que podríamos llamar la tierra quemada de la contienda, de la revolución, del dolor y la tragedia, dándoles un toque de cierta naturalidad, donde lo natural, por la propia esencia de la guerra, no podría serlo.
Hay, creo, en el autor, una intención por suavizar una historia en exceso descarnada. De dar bálsamo a unas heridas de profundidad difícil de calcular. De mitigar unos padecimientos que llegaron al extremo de la muerte. De amansar comportamientos que bien podríamos calificar de satánicos. En definitiva, de humanizar, dentro de lo posible, los horrores, disfrazándolos de peripecia infantil o correría de escuela. No cabe duda que este libro va a levantar conciencias, aclarar pensamientos confusos e invitar a la reflexión. Todo ello debido a que su contenido es, no sólo exhaustivo, sino expuesto de modo claro, ordenado, pulcro en sus descripciones, no hiriente en la narración de los hechos, minucioso en las anécdotas, y, quizás, para gusto del que ahora habla, por conocer los hechos y ser oriundo de aquel valle tevergano, tal vez me hubiera gustado ver algunos nombres escritos, que se silencian en el libro, de personas de una gran bajeza moral, por llamarlos de una manera fina, responsables directos de hechos deleznables.
Pero el autor, a fin de cuentas, es quien tiene la última palabra y es el que decide los contenidos de su obra y el modo de tratarlos. Celso Peyroux toma como título un verso de Miguel Hernández: "...es preciso matar para seguir viviendo".... Viniendo del poeta de Orihuela no es de extrañar este verso que encierra tanta tragedia, un laconismo casi irreverente. Justificar la muerte como premisa para la vida no deja de ser una filosofía que enlaza con el fatalismo. Podría decirse que es una condena propia de nuestra naturaleza como animales racionales. Nadie se extraña de que las fieras maten para sobrevivir, pero cuando los hombres matan, la propia razón se revela, y se crea ese dilema irresuelto de la convivencia imposible entre la violencia y la paz, como dos compañeros de
pupitre en la clase del destino fatal de la vida. "Matar para seguir viviendo" es un libro en el que se manifiesta esa premisa de que hablaba, esa convivencia incívica que fue la Guerra Civil Española y sus aledaños temporales anteriores y posteriores. Todo ese periplo agridulce de una parte de la historia de los valles de Quirós, Proaza, Somiedo, Tameza Teverga, y esa zona de León llamada Babia, a la que se asoman los residentes astures desde la terraza en las crestas de la Cordillera Cantábrica por sus diferentes pasos de carretera. Toda esa amalgama de sufrimiento y desazón provocados por la guerra se refleja en el libro de modo que a los que somos oriundos de algunos de esos concejos nos
sirve para revivir viejas nostalgias, y reconocer antiguos compañeros de escuela, o conocer parajes rurales ya inexistentes, y lo que es más importante, saber el detalle de unos acontecimientos de los que antes sólo tenías conocimiento fugaz e impreciso. Y para los foráneos para poder comprender un hecho histórico nacional desde la perspectiva reducida de una pequeña parte de la geografía española. Pero que no por pequeña fue más liviana, ni más llevadera para los que la sufrieron en carne propia. Más bien al contrario.
En este libro se escribe la historia de una guerra desde sus propios activos, o desde los más próximos a éstos, de modo que la guerra no es una descripción de hechos a través de los generales, ni de los mapas de los grandes planeamientos territoriales, ni por medio de las estrategias y la diplomacia de ámbito nacional. La guerra se describe desde la piel de los protagonistas, desde el recuerdo de los deudos, o desde las huellas dejadas por la agresión y el infortunio. Por eso es una guerra y una intrahistoria a pie de terreno, al lado mismo de dolor, junto al hecho luctuoso, pegado a la trinchera del sufrimiento, entre el polvo dejado por las bombas de los fascistas sobre los civiles en desbandada, o atento a la cara de espanto de los creyentes ante las llamas de los templos incendiados.
Así lo corrobora el capítulo "Personas y personajes de la guerra", en el que se enumeran las biografías de aquellos que fueron protagonistas de la contienda de uno y otro bando, mostrando el lado más atroz y el más abnegado de cada uno, según el caso, de modo que se rescata un anecdotario personal de una serie de gente, que si no fuera por este libro, no hubieran quedado ya reflejados para la historia como documentos inéditos para futuros investigadores. Se adivina, y así lo confiesa el autor, un laborioso trabajo de campo a lo largo de varios años. Se nota por la propia configuración del libro la fatiga del autor ante tanto dolor acumulado, convicto y confeso.
Porque la investigación del pasado marca siempre al que la lleva a cabo. Y dependiendo del motivo del trabajo que se plantee, el autor queda influido por los descubrimientos que consigue, que, en este caso, no son pocos. Quiero entender, por ello, que Celso Peyroux ha quedado bajo un cierto síndrome histórico. Como diríamos en el argot ciclista, deporte que hemos compartido, ha cogido una pájara al llegar a la meta final de este trabajo. Pero no un agotamiento físico, sino una cierta saturación psicológica. Que incluso ha contagiado al lector. Pues se nota en la configuración del libro, que el autor ha quedado bajo la influencia de todo un proceso investigador tan próximo a sus propias vivencias familiares, que le han marcado en adelante.
Por eso plantea le libro con una primera parte donde enumera todo el proceso histórico que le ocupa y preocupa, con capítulos titulados: "Tiempos de guerra", "El levantamiento rebelde", "Los bombardeos aéreos de noviembre" o "El año del horror" entre otros. Después hay un capítulo de poesía de la guerra, bajo el título de "Selección de textos literarios", con poemas de Miguel Hernández, Antonio Machado, Paul Eluard y del propio autor, donde pretende interesar al lector en los contenidos poéticos como forma de superación de la pesadilla que supuso la lectura detallada de tanta miseria humana.
Y por si fuera poco, tras la poesía, nos presenta un álbum fotográfico de escolares con sus maestros, protagonistas de la contienda, lugares de los hechos, grupos familiares, trabajadores en el tajo, militares con sus armas, escenarios agrestes. Y al final de todo este recorrido literario, endulzado con su colofón fotográfico, el lector empieza a pensar, si toda esa historia que hemos leído en este libro, ya imprescindible para conocer nuestro pasado más triste, fue toda verdad, o no fue más que la disculpa del autor para hacernos soñar con tiempos mejores, haciéndonos despertar de un ayer traumático, para mirar hacia un hoy y un mañana de convivencia pacífica.
Celso Peyroux
Sobre el libro: Matar para seguir viviendo
(La Guerra Civil en Teverga y apuntes
históricos sobre los concejos de Quirós,
Somiedo, Tameza, Proaza y San Emiliano de Babia
MADÚ EDICIONES- 2005
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