Celso Peyroux. Contracorriente.
Entrevista Publicada en Fusión Asturias, octubre 2008,
http://www.fusionasturias.comCumple cuarenta años en una profesión que él define como "periodismo rural". Cuarenta años y unos quince mil trabajos publicados en diversos géneros, siempre con una nota de compromiso social.
Texto: Lupercio González
En mayo del 68 se le contagió el virus del periodismo: un periodismo de base, comprometido, que cuenta historias humildes y universales. Luego, explica Peyroux, la paloma de la poesía que llevaba dentro levantó el vuelo. Y ya no hubo quien la parase. A pesar de que el verso rige su vida, en su currículum encontramos reportajes, entrevistas, novelas, cuentos... Ahora anda a vueltas con su última novela, que ya tiene título: "Lobos de luna negra". Dice que es lo mejor que ha escrito.
-¿Te atreves a hacer balance de cuarenta años de periodismo?
-En realidad, citando los versos de Simon Baudelaire, que decía "el tiempo, el tiempo destruye la vida", no sé como han pasado estos cuarenta años. Recuerdo el primer reportaje que hice y me parece increíble que haya pasado tanto tiempo.
Tengo una profunda sensación de bienestar, porque creo que en esos casi quince mil trabajos realizados en La Nueva España desde el 5 de mayo de 1968 hasta hoy, tengo un compromiso adquirido con la sociedad. Cuando se publicó aquel primer trabajo, con el descubrimiento de unas pinturas rupestres en Teverga, yo pensaba que esto iba a ser una cosa pasajera. Pero poco a poco me fui introduciendo en el periodismo comprometido, recorriendo los valles del Trubia, Teverga y luego ya España, siempre sacando crónicas de los marginados, de los sin techo, de los problemas del campo, de la minería... Hoy, después de tantos años, miro atrás y todo ese trabajo no puede ser más que satisfactorio.
-¿Escribir para ti es una pasión, más que una profesión?
-Hay dos tipos de escritores. Por una parte, está el profesional que vive de ello. Sabe que tiene que escribir todos los días, como ocurre con los grandes columnistas o el propio escritor de novelas. Aunque son muy pocos los que se ganan la vida escribiendo, para eso hay que ser un gran escritor; otra cosa es que pertenezcas a un medio de comunicación y que tengas tu soldada todos los meses. Por lo tanto está el escritor de oficio y el de beneficio, que sería aquel que escribe en beneficio de la sociedad, y al mismo tiempo para él mismo, porque lleva dentro una serie de cuestiones que es imprescindible sacar al exterior. Para mí escribir ha sido esas dos cosas. No he vivido de la pluma, sino como profesor, y he sacado pingües beneficios, pero soy feliz de haber escrito y de que mis escritos hayan podido llegar a la gente.
-"Valorar las cosas que hacemos, no por el tiempo que duran, sino por la huella que dejan al servicio de los demás". ¿Ése ha sido tu norte?
-Siempre. Yo vuelvo al Renacimiento, a los clásicos griegos y latinos, y me he guiado mucho por ello, y también por los grandes enciclopedistas franceses y la ilustración española. Grandes pensadores como Voltaire, Jovellanos o d'Alembert: hombres de bien que quisieron transformar la sociedad buscando la igualdad entre los hombres, la paz perpetua, la autocrítica... en fin, todas esas cosas que nos dejaron. Además soy inmensamente feliz de pertenecer a esa generación de mayo del 68, creo que ese norte dirige a muchas personas como yo. Hay una simbiosis muy bella, que ser humanista y sentir la vida como poesía, cogiendo con profundidad dos palabras: rebelión e indisciplina. Yo soy un poeta menor, pero vivo la vida en poesía y voy contracorriente. Soy un revolucionario no sangriento.
-¿El periodismo tiene que ser siempre comprometido?
-Sí. Existe el periodismo sentado, burócrata, de agencia, y otro donde pateas, vas con la gente y te preocupas. Yo creo que el periodismo es una "denuncia", sacar a la luz noticias y elementos que pueden ser desconocidos para que los valore el pueblo. Es una revolución permanente. Es la noticia fresca y pura, lo escrito por una persona que intenta dar luz a un problema social, contándolo al mismo tiempo con un ápice de literatura para que sea grato al lector.
Un periodista es aquel que tiene una noticia, y que al final de su trabajo debería tener una moral. Es decir, después de escribir sobre los cayucos que llegan diariamente a Tenerife o La Gomera hay que ir más allá. Si no eres capaz o no te lo permite el periódico, elaborar un pequeño editorial y contar ese sentimiento complementario sobre cómo, cuándo y dónde llegaron esos desgraciados. Como dice Saramago, que es uno de mis grandes maestros, para poder avanzar hay que mirar hacia atrás, recogiendo a los que se han quedado descolgados.
-En todos estos años has conocido a todo tipo de gente y condición ¿qué huella han dejado ellos en ti?
-La más profunda. Si a alguien estoy agradecido es a estas gentes, cientos de personas a las que he entrevistado: el minero en la galería, el marinero en la mar, la mujer hilando, el campesino ordeñando una vaca... los grandes problemas siempre fueron sacados adelante por hombres sencillos, que han sido mis verdaderos protagonistas. Aquí hay de todo, desde Antonio Machín hasta escritores, presidentes de gobierno, pero también un minero que dice: "La noche mía es perpetua, porque entro a las ocho de la mañana, salgo a las ocho de la tarde y paso una semana sin ver la luz". Este tipo de cosas te llevan a reflexionar sobre la trascendencia del ser humano. Mi periodismo fueron los protagonistas, las personas que han quedado impresas en esos trabajos.
-También eres cronista oficial de Teverga, te resistes a perder la conexión con el medio natural.
-Nunca la perderé. Yo necesito el sustento de un mundo rural con el que ya hemos acabado, porque los políticos no han sabido hacerlo bien. Se sabía, desde el gran éxodo de los sesenta, que había que trabajar por el mundo rural: hacer carreteras no para sacar a la gente de allí, sino para que se interconexionaran, llevarles la luz y hacerles la vida más fácil. Aquí es donde están las raíces del hombre, un hombre que empezó haciendo fuego y cazando cuando no había rascacielos. Sería muy hermoso que los urbanitas volvieran de vez en cuando a sus raíces, hacer una escapada y hablar con las gentes, crear una comunicación a doble sentido: yo te enseño a encender un fuego, o a diferenciar un jilguero de un pinzón, y tú me enseñas tu pequeña pantalla de Internet. Vamos a asombrarnos mutuamente con nuestras cosas. Ahí es donde está la esperanza.
-¿Para cuándo la nueva novela?
-Es la tercera, y yo me dije que a la tercera va la vencida. Creo que es lo mejor que he escrito hasta ahora, y aspiro a que sea publicada en una editorial nacional. Por el momento, con la ayuda de una serie de amigos, se está perfilando y corrigiendo. No quiero que se me escape un detalle: hay cientos de personajes, cientos de imágenes que pueden ser repetitivas y no quiero cometer el error de otros trabajos. Tengo tiempo. Con un poco de suerte podrá publicarse en diciembre, y es probable que sea mi última novela, porque en ella lo he dado todo.
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