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CARMINA LANA EN SU MUERTE
NOS DEJÓ LA EMBAJADORA DE TEVERGA
EN INGLATERRA
Carmina Rodríguez Lana falleció en Alicante
cuando vivía feliz entre dos mares
y tanto bien había hecho a la sociedad.
por Celso Peyroux,
Alegre, luchadora, políglota, valiente, comunicadora, noble de la estirpe de las gentes de San Salvador de Alesga. Hija de raza de la Teverga profunda: Arís y Baudilio. Ojos azules como el cielo de la braña de Cuevas y el cabello cual si fueran espigas doradas de aquella escanda de nuestros cortinales.
Se nos fue para siempre la embajadora de nuestros valles en Inglaterra, tierra a la que había emigrado siendo una adolescentes hace de esto por lo menos medio siglo. Luego iría reuniendo, con los años, al resto de la familia Geles, Lisardo y Blanqui). Se llamaba Carmen Rodríguez Lana. Carmina, la nuestra. Setenta años como otros tantos hálitos profundos dejados en las zarzamoras del camino mientras buscaba su destino y el de los suyos.
La recuerdo como una niña bella dibujada con los más sensibles pinceles. Una joven inquieta y lista donde las hubiera. Éramos –por aquel entonces- alumnos del colegio de La Plaza y a sus aulas bajaba desde el pueblo junto a Vina y Ani Campa para unirse a los chavales de Fresnedo: Melchor, César, Julio, Gerardo Bartuelo...
Fueron difíciles sus primeros pasos como los de todos que fuimos emigrantes en los albores de los sesenta. Pero para ella desbrozar los caminos del viejo y tradicional Reino Unido, lo fueron como para aquella princesa de la leyenda llamada Ginebra en la corte del rey Arturo.
Decenas de empleos, Auxiliar de enfermera, una lengua extranjera que muy pronto dominó y un colegio por ella regentado, mientras ayudaba a todos aquellos hispanos que pasaban por delante de su puerta en la villa de Poole.
Sus relaciones con Teverga nunca decayeron. Buscaba la forma de venir y de llevarse niños de Asturias y de España para intercambios culturales y enseñarles una nueva lengua además del camino del bien. Y así siempre resolviendo asuntos de emigrantes, anfitriona de camioneros y dejando a nuestros valles en todo lo más alto allí donde estuviera.
Viuda de aquel hombre bueno y de casta llamado Manolo. ¡Que hermosa pareja! Jubilada, era una sirena entre dos mares. Tan pronto la luz, los almendros, las flores de azahar, el suave clima del Mediterráneo y la brisa meciendo las palmeras, como el agua fresca y bravía del Cantábrico entre acebos, brezos y castaños.
A todas partes con su buen compañero Hugo, tocado con sombrero y aire de bohemio. Siempre pendiente de todos y preocupada por recuperar no sólo la fiesta de San Antonio, sino de cobijar una tarde-noche, todos los años, bajo una gran carpa, a las familias de lugar con las que departir y hablar de lo divino y lo humano.
No paró hasta reunir a todos los que fuimos alumnos -en decenas de hornadas- desde que se fundara el Colegio de La Plaza, a la sombra de la colegiata. El año pasado, por fin su solicitud se hizo realidad y se le vio una mujer feliz. María Amor Alvarez Ardura, su marido Balbino y otras personas lo había logrado, y este año (el 9 de agosto) volveremos con la segunda edición pero ya sin ella y sin Faustino Carril. Fácil reconocerla con su blusa roja, una copa de vino –como en la canción- entre las manos y una rosa riente estampada en la boca. Seguro que fue aquel el último brindis. Pero nuestra Carmina se quedará para siempre con nosotros.
La vida sigue y la tendremos en el recuerdo. Me dicen que antes de irse había donado su cuerpo a la ciencia de un Instituto Anatómico en Alicante. Hasta ahí llegó su bondad y altruismo.
Amada amiga, si un día por la playa de San Juan, Torrevieja, Altea, en la calle o en la misma sierra de Aitana me encuentro con alguien que lleva unos ojos marinos, resplandecientes, sinceros que muestran como un espejo lo que fue tu corazón, sabré que son lo tuyos. Entonces, con el mayor de los respetos, me acercaré a él o a ella y mirando el cielo de sus niñas le pediré que allá en el reino donde habitan las grandes mujeres te lea con cariño estas renglones que acabamos de escribir para ti. Tuyos por siempre. Thank you! Good bye!
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