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El bucólico paraje del Puzu,
a lo fondero de aquellas esponjosas praderas.

La leyenda del Puzu La Vachota
(Lena)

Publicada en el libro:
Por las montañas de Lena.
Julio Concepción Suárez
Ed. KRK. 1998. Oviedo
(pp. 248-249).

La poxa nel puzu La Vachota, o las disputas por al agua al filo de la raya.

Bajo Mayá Vieya, por la espaciosa vaguada de camperas que se orienta a La Campa los Anxeles y Cuayos, damos con El Puzu la Vachota (nunca *Vallota, ni *Ballota entre los lugareños): El Tsumiru (el sumideru), que dicen los vaqueros más arraigados de la zona.

La profunda sima se encuentra abajo, entre los regatos, en el ángulo que forman las llanuras onduladas con las pendientes más pedregosas de la braña, en confluencia con El Muñón del Agua: toda la cadena de calizas divisorias con los pastos de León.

Al lado del Puzu la Vachota (el de las glayas, las garayas) está El Muñón de l’Agua: en realidad un saliente rocoso a modo de crestón divisorio, que, teóricamente, habría de marcar las aguas vertientes, y en consecuencia, los pastos, entre leoneses y lenenses. Pero no habría de evitar las discusiones.


La boca de la cripta con su memoria negra
en contraste con las verdes camperas de la braña: los trágicamente "desaparecidos" del 36... El eufemismo no oculta tantas tragedias, aún sin escribir.

Las disputas veraniegas entre leoneses y lenenses, a uno y otro lado de la raya, llegan hasta hoy en forma de leyenda. En esencia, que unos vaqueros, en apuesta con pastores, echaron poxa (cascarilla de la escanda) en el pozu donde se sume el agua entre las vegas más llanas.

Y, muy astutos los vaqueros, volvieron a echar poxa abajo (en Pancuyareo, zona lenense), donde supuestamente tenía que flotar de nuevo la poxa que habían vertido arriba, en tierra neutral.

Presentados en Foz (sobre Traslacruz) los pastores leoneses, para comprobarlo, cuenta la leyenda que volvieron convencidos (no todos, sin duda alguna) de que las aguas vertían pa Lena y no pa tierras de León. Seguro que entre los pastores leoneses la leyenda no inclina al mismo lado la balanza, ni las aguas. Cada uno cuenta su versión interesada, especialmente en unos tiempos obligados a vivir del medio...


más en concreto,
el destino posible de aquellos desapaicíos,
en el decir de estos pueblos.

Los ecos apagados de los otros glayíos en las entrañas del puzu

Otra versión bastante menos bucólica y brañera (muy negra, ciertamente) revolotea en la memoria histórica de quienes fueron vaqueros y vaqueras en los puertos de Cuayos y La Vatsota unas cuantas décadas atrás. La sima cavernosa del Puzu era el destino de muchos desgraciados allá por el final de los años treinta: fugaos, maquis, condenaos a muerte...

A pesar del silencio obligado y el tema tabú del puzu entre los mismos vaqueros del puerto, de vez en cuando uno tiene la suerte (o la desgracia, según se mire) de escuchar los ecos de esta leyenda negra del Puzu la Vatsota.

Se dice que llevan allí los presos de noche, en camión hasta El Alto'l Palo: luego, andando algo más de un kilómetro por la campera; cansados de andar, agotados, trastornados..., los despeñaban en el abismo de las calizas. Se dice que eran gentes de otros conceyos, pues no dejaron memoria de ausencias familiares en la zona (del 36 al 39, sobre todo).

El hecho (oral, hasta la fecha) está extendido por otros conceyos: en diversas ocasiones aparecieron personas interesadas en investigar los sucesos (tal vez periodistas, universitarios...), pero tampoco se conocen los resultados de las indagaciones. El caso es que la voz corre por otros conceyos más allá de Lena.

Los desapaicíos, los pasados al enemigo...

Entre otros mayores de hoy, mozacos en la braña entonces (casi octogenarios ahora), queda la memoria de los desapaicíos: tema tabú asimismo, casi hasta estos mismos días.

Recuerdan nombres concretos de vecinos de varios pueblos lenenses, que eran llevados presos camino de estos altos de La Vachota y El Meicín (lugares de parapetos con varios frentes), pero nadie sabía más de su destino. Se dice que por parte de los dos bandos.

La sospecha era inmediata: el único lugar de estos altos donde la sima era lo suficiente profunda y con agua bastante para llevar los restos en pocos días, era El Puzu la Vachota. Tiempo después, cuando los familiares se atrevían a investigar la zona, ya no quedaban restos de nada.

Una interesante intercambio de cartas en la Nueva España, con fecha 20-11-03, y otros escritos anteriores y posteriores abundan en este tema, aunque de forma discreta: hablando del Puzu la Vachota en la controversia, se citan varias decenas de asesinados, por ser "pasados al enemigo". Las personas "pasadas" no aparecieron jamás (leemos en las cartas).

Con nombres y apellidos, se especifican los muertos: alcaldes, curas párrocos, estudiantes, médicos, mineros, labradores... Cartas sucesivas entre Felicísimo Gómez Villota y Manuel Ballesteros Álvarez. Termina Ballesteros diciendo que "En esta relación nominal (22 personas) no están incluidos los que cayeron procedentes de otros concejos".

La única realidad de los desapaicíos más allá de las versiones de cada bando

Es evidente que, como en tantos otros casos, cada uno de los bandos tiene su versión de los hechos. La única verdad se la llevarían consigo los muertos a las entrañas del Puzu, o a otras simas parecidas de estas tristemente bucólicas brañas lenenses por aquellos años treinta.

En fin, el agua del río que recorre la braña, en algunas épocas del año en forma de sonora cascada sobre las calizas, en pocos meses borraba todo rastro de huesos, ropas y otros rastros posibles.

Con los deshielos invernales, en los hinchentes de primavera o de seruenda, entre las notas ruidosas de la bisbitera y los glayíos de las garachas (las chovas que anidan en la boca de la cripta), se diría que aún escuchamos los últimos quejidos angustiosos de tantos despeñados entre la nublina de los tiempos.


con el richuelo de la cascada,
para borrar ya para siempre
las huellas posibles en la memoria de la cripta

 

Camín de casa, entre la nublina
de la tarde sólo ya sobre los valles...
Pero en los altos, más altos...,
siempre, día y noche,
en cualquier rincón del cosmos,
más allá de estas reducidas montañas,
siempre, siempre,
seguirá brillando un sol...