Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

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La mapa las cerezas:
Felgueras, Alceo, Palacio,
Valgüena...
(Lena)

En parte, ya publicado en el libro,
Por los pueblos de Lena,
la voz de los mayores,
los oficios artesanos,
los cambios de los tiempos
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Xulio Concepción Suárez
(pp. 165-182)
Lena, 2014

Leyer el cuentu de
El gleyu y las cerezas que curiaba Xuan

Por Jesús Neira

Un valle soleyeru, orientáu del saliente al poniente, tempraneru pa frutales, topaeru...

Se diría que la posición soleyera de Felgueras -y todo el valle a sus pies- se fue traduciendo a cerezales tempranas y abundantes por todas las xebes, fincas y hasta en las carbas. Por estas razones, en Felgueras también florecen pronto casi todos los frutales, y se achugan buenas frutas: manzanas, figos, castañas, nisos, peras, peruyas (queda La Piruxal sobre el pueblo, para atestiguarlo).

Por ejemplo, quedan Las Viñas: conjunto de buenas fincas bajo Palacio -margen derecha del río-, hoy dedicadas a otros usos; de hecho, el nombre de bodega se aplica con frecuencia a una construcción anexa a la casa o a una cuadra, en la que se hacía y se guardaba la sidra, y tal vez, también el vino, a juzgar por ambos nombres.

Hoy mismo se conservan varias parras por estos pueblos, algunas con uvas cada año; y otras ya asilvestradas; más bien blancas, pero dulces -nos dicen algunas vecinas. Todo un valle propicio a las frutas tempranas, imprescindibles, siglos, milenios atrás, para la subsistencia diaria.

Compartiendo cerezas con los páxaros, baxo l'agua de xulio, y sin aquel olorín tan aromáticu de la yerba segao...

Estamos a mediados de xulio, y damos un largo rodeo con Xandru de Vega (Xixón) -cultivo ecológico-, de cerezal en cerezal, en busca de plantones y garfios -garcios-, las púas posibles para el injerto a su tiempo, allá por febrero arriba; aún bajo esta lluvia tan persistente hoy, y a destiempo, resultó la andadura con Xandru muy grata; y más dulce la catadura de las cerezas que van quedando; y que compartimos con los páxaros, claro....

Por los caminos hoy un poco embarraos, entavía, bien echamos de menos esi olorín yerberu, que tanto echan de menos los ganaeros a estas alturas ya del verano...; a ver si vien meyor agosto..., aunque ya queden sólo las cerezas montesas, las más tardías, las albarucas -albarinas, para otros- y pocas más; pero que a gloria sabían cuando ya nun quedaban otras...

La mapa las cerezas -así, como suena-, que dicen en estos pueblos

Porque las cerezales florecen tempranas en todos estos pueblos del valle: Alceo, Valgüena, Palacio... Nombres como El Cerezaliru, sobre Alceo, las recuerdan bien hoy mismo. Se daban tan bien que, en su época, se echaban los gochos a rebuscalas pe los caminos, una vez que diban pasándose ya y cayendo al suilu; nun se perdía una cereza -nos cuentan con gracia los vecinos-.

Porque “Felgueras ye la mapa las cerezas” -la mapa, no el mapa-, ratifican gayasperas las vecinas de estos pueblos que nos informan muy amables -Teresa, Santa, Victoria, Gelita; pero también saben que las cerezas danse bien en toa la parroquia, pues el sol da de la mañana a la nuiche, ye muy retirao, nun da el norte, tien buena tierra... También brotan, por ello, pronto las plantas en los jardines, portales y antoxanas de las casas. Un pequeño valle extremeño del Jerte en Lena.

Muchas clases de cerezas: gayeras, d'ambrón, ...

La historia de las cerezas sigue muy arraigada entre las abuelas de hoy (mocinas, en los años veinte, treinta...). Las primeras que venían yeran las gayeras, más alargadas y grandes, casi un poco puntiagudas a veces; con el nombre, tal vez, debido a los dos ‘gajos’ que tienen a veces, a modo de dos lóbulos longitudinales, en que se divide la cereza; éstas se conservaban mejor, pues son un poco más duras; para otros, son las piconas.

Enseguida diban apicalbabando las d’ambrón, tempraneras también, así llamadas -según alguna vecina-, “por la fame que mataban a los mozacos y mozacas, antes ya de apicalbar”. Eran redondas, medianas, tirando a pequeñas; de carne más bien dura, muy sabrosas; se conservaban poco tiempo. Pero el nombre ambrón no ha de venir de ahí, aunque, en aquellos contextos de alimentos tan escasos por el año arriba, tiene su razón de ser la explicación popular.

Una etimología ya indoeuropea: la civilización de los Ambrones, germánicos, ilirios...

La etimología de la palabra viene de lejos en el espacio y en el tiempo. En principio, parece que el nombre procede del Valle de Ambrona -hay también nombres como Ambrós, Ambroz, Ambrón...- en Cáceres; allí tienen las cerezas ambroneras, ambrunesas.

Serían los lugares de origen de las más famosas cerezas hoy del valle del Jerte; las habrán traído los pastores trashumantes (semillas, plantones...), en aquel intercambio de palabras y costumbres, tan frecuente entre asturianos y extremeños. De hecho, las cerezas d'ambrón coinciden con la picota extremeña del Valle de Ambroz.

Pero la raíz toponímica está más extendida: hay Ambrón, en La Toscana; Ambruno, en Lombardía; Ambruna, en Piamonte; Ambronay, en la zona del Ródano; L´Ambron en el alto Loira; Lambronne, subafluente del Garona, en Francia; Ambrona, en Soria; Hambrón, en Salamanca; Ambroz, río al norte de Cáceres, El Valle de Ambroz; Ambroa, en Coruña; en la toponimia y antroponimia italiana, Ambra, Ambrèlla.

En concreto, se trataría, según Menéndez Pidal, de una raíz *Ambr- (agua), alusiva a los pueblos indoeuropeos Ambrones, afines a los ilirios (pueblos balcánicos), ligures, germánicos, celtas..., ya citados por el historiador romano Suetonio, y que habitaron el norte de Europa en el s. -II, a. de C.

Para Alberto Porlan, en cambio (Los nombres de Europa, Alianza, p. 508 y ss.), en todas estas coincidencias de lugares tan distantes entre sí, se trata de una relación atingente (paralela) surgida de forma espontánea en cada sitio "independiente de cualquier migración o parentesco", que dio lugar a la etnia de los ambrones del norte y del sur europeo; a su vez, relacionados con los teutones, los ligures...

Alberto Porlan rechaza la teoría de M. Pidal: el cúmulo de hordas que recorrieron Europa de norte a sur, llevando consigo el nombre de los ambrones, en este caso; sería al revés: los lugares fueron dando nombre a las etnias, las naciones; de modo que estos nombres geográficos tan dispares entre sí se remontan a una antigüedad en que se empezó a ordenar cada territorio con nombres paralelos; el sigificado lo fueron adquiriendo incluso con diferencias en cada sitio; por lo que la raíz de ambrones podría variar de un lugar a otro en el sentido concreto.

Después irían maureciendo las cerezas torochas, las danzas, martinegras...

Más tarde iban llegando las danzas: más gruesas, aunque menos dulces -tal vez, las mismas torochas-, que llaman otros; suelen abrir, arregañar, con el agua; francesas, un poco más pequeñas -dicen allí que de introducción más reciente; las martinegras -martimagras, para otros-, de varias clases; unas, grandes y tiernas, muy sabrosas; otras, de carne más dura, dulces; todas ellas amorataban más o menos los deos y los labios con su tinte intenso (azulado, casi negro); y la ropa, las piernas, los brazos...; detectaban bien las andanzas de los mozacos: no podían negar dónde habían andado, si en las cerezales propias o en las axenas...

Luego, las guindosas: ya más ácidas y desabridas, más tardías, pero también acuosas y medicinales en su caso; tirando a guindas. Finalmente, ya tardías, las albarucas: muy pequeñas, bravas, casi todo pepitas, pero tiernas y aguosas, una vez maduras; y las montesas, las más serondas, por los montes y caserías más altas: también tenían su función cuando se subía a la yerba por agosto y setiembre arriba.

Entre unas y otras, desde las d’ambrón hasta las albarucas y montesas, las mozas de Felgueras cubrían tres meses del año, en los que se podía facer un duru; y, sobre todo, aseguraban los guajes el almuirzu y la merienda, en tanto maurecían los biruéganos, las peruyas, los carápanos, los piruxechos, los arándanos, las moras...

Cuando venían las mozas tuizanas a coyer las cerezas por San Pedro

Las cerezas que primero salían yeran las gayeras -cuenta Gelita con detalle-: por San Juan, ya las había maúras. Y nel quempu la iglesia había tres cerezales, toas gayeras: más alargas y gordas, picuas y duras. Toos los años por mayo puyábanse las cerezas de estas cerezales; y las perras de la subasta yeran pa San Lorenzo, pero no pa facer las fiestas, claro, si no pal cura. El que puxaba yera pa vendelas.

Las cerezas gayeras -continúa Gelita el relato- tenían muncha fama, había asgaya por por too El Rebochal de Palacio, y en la Güerta Felgueras. Acuérdome que a casa Román (mi bisagüilu), y después,  a casa la fía, Sagrario, vinían dos mozas tuizanas, y comprábanyos toas  las cerezas que tinían; durmían nel payar, y taban en casa Román los cuatro o cinco días, mientras cuyían las cerezas.

Las mozas tuizanas cuyían las cerezas y llevábanlas a vender en caballerías a San Pedro de Cabezón, sobre Naveo, onde yera la fiesta del pueblu toos los años, y acudía muncha xente por estas fechas a finales de xunio; o diban hasta Pola Somiedo, con las cabellerías tamién. Compraban a Román y a más gente del pueblu, pa aprovechar meyor el viaxe, claro.

¿Yes de Felgueras...?

La pequeña industria de las cerezales y las cerezas aviva, todavía hoy, buenos recuerdos entre las mozas de entonces: daban mucho trabajo, pero dejaban buenos riales en aquella década de los veinte, cuando con “un duru yeras d’aquién”, o cuando las mozas y mozos de otros pueblos “te preguntaban na Pola:

¿yes de Felgueras?,
¿cámbiasme un duru?... ¡...

Yéramos ricas, mientras duraban las últimas cerezas”! Incluso se llegó a trovar la copla:

“Soy del conceyu de Lena,
de la parroquia Felgueras:
onde se cambiaba el duru,
nel tiempu las cerezas”.

Pero las cerezas también se acababan.

Y si aquellas mozas primero asoleyaban, jarotes y engreídas, la frase en otros pueblos (“soy de Felgueras )... cámbiasme un duru?...”), coyías las cerezas, murmuraban cabizbajas aquel otro:

“soy de Felgueras,
pa lo que mandes”

(ya en tono muy bajo, sin que se las oyera).

A “coyer” cerezas en Felgueras..., y a coyer cantando...

“Coyer cerezas yera un arte: balanciase nun forquitu con la gavita, -nos describían Carmina y Miguel fay años-, la mano izquierda rodiando el tuiru la cerezal, al tiempu que sostenía el pical de los ramos; la derecha, agavitando las ramas hasta henchir el mandil, que, una vez henchíu, vaciábase nel cistu colguéu duna forqueta.

Y, a su vez, henchíu el cistu, apurríase-y al que esperaba abaxo pa henchir los maniegos, las maniegas y los paxos”. Y cantábase nas cerezales, al tiimpu que se coyía, ya desde el amanecerín”. Por eso, "las cerezales de Licia -recuerdan con gracia- dan más, porque Licia canta al coyer las cerezas..."

Coyer y cantar, pero nun yera porque tuvieras contenta, non...

La verdá ye que eso de cantar y coyer yera otra cosa. Gelita recuerda la explicación que lo aclara meyor... Dicen que se cantaba mientras se cuyían las cerezas, pero nun yera que cantaran porque tuvieran muy contentos. Hoy mismo -continúa Gelita- me cuntaba una anécdota el mi fíu Marco Antonio, que recuerda de mi ma, y que yo nun cunucía, pero que explica bien lo de cantar al tiimpu que coyer.

Resulta que cuando el dueñu la cerezal mandaba a mi ma a coyer cerezas, ya y-dicía de antemano: “canta Ovidia, canta, que cantas muy bien”; pero nun yera por eso por lo que y-mandaba cantar -cuntaba la güela a Marco-; nin muncho menos: yera porque así sabían que mientras tabas cantando, nun tabas comiendo cerezas..., y quitándolas al cistu...

Curiando las cerezales, nuiche y día, en sin pegar güiyu del too...

El cuidado de las cerezales llegaba a sus lógicos extremos: no se permitía coyer del árbol a nadie que no fuera experto; prefería cogerlas el dueño o la dueña, y daylas en puñu al forasteru, sin exponerse a que la inexperiencia del novato esgayara las canas (las rompiera); o la ansiedad le llevara a cortar raminos coloraos, que envejecían la cerezal.

Con esos cuidados en aquella arboricultura menos libresca y sofisticada, una cerezal podía durar bien los 40-50 años. Y daba munchas cestas de cerezas. La ecología de verdá, el valor de las cosas.

Hasta había cerezales con esquila o cencerra y todo. Las cerezales se mimaban en cualquier espacio que no dificultara las tierras al sembrar: como no peligran con los animales, “insertábanse en las xebes, sucos, tambascales, güertos, praos..., cualquier sotembiu en que diera un poco el sol”.

Hasta las cerezales tenían esquila pa curialas

En época ya de cerezas, entre xunio y xulio, los troncos de las cerezales se rodeaban de espineras y alambres de pinchos, de forma que nadie pudiera trepar por ellos y encaramarse en las forquetas, amparados en la noche, sobre todo (por el día, las controlaba el dueño desde cualquier ladera del valle).

Pero la medida, en ocasiones, tampoco resultaba, pues los mozacos acoxaban por las ramas fonderas y llegaban hasta el pical. Para los más atrevidos y mañosos, algunos dueños más precavidos tenían otras cautelas: colocaban una esquila, o una cencerra, en el picalín de la cerezal.

De este modo, a los primeros movimientos más fuertes, una vez encaramado el zagal de medio árbol arriba, cada dueño era avisado por el sonido de su campanilla: cada uno sabía si alguien estaba coyendo cerezas en “su” cerezal. Y acudía a toda prisa a su cerezal a cualquier hora de la noche.

A la estación de Malveo con cesta y rodía na cabeza.

Las cerezas se llevaban a la Estación de Malveo por los caminos, las saltaeras y las sendas del Praón, El Yanón, El Retroceso, Pozos, Braña, La Caseta... (varios kilómetros desde Felgueras). Y L'Astación de Malveo. Las mozas más arriesgadas colocaban hasta 30 kilos sobre un paxo, o en una banastra, na cabeza.

Una rueda de trapos (la rodía), equilibraba hábilmente la cesta, al tiempo que impedía el contacto directo del peso con la piel. Ésta era la rodía de lujo, la de las ocasiones y las cerezas, “la de dir por agua, o pal balde la ropa; había que da-y garbo al cuerpo con aquecha rodía, por si nos vían los mozos; la otra rodía, la de las tierras, yera más ruina, de cualquier trepu”.

Ya en la Estación de Malveo, venía el cereciru en el tren de Castilla, recogía las cerezas y pagaba en el acto. “Pero facía trampa en comuña con el jefe L’Astación: poníanse de acuerdu pa atrasar la báscula, que siempre nos metía algún kilo menos...; ¡y qué dibas facer...: menos yera ná...!”.

Hasta con el ramín de cerezas enriestrás nun pelu pa los viaxeros del tren

Con un detalle más que recuerda Rufino el de Casorvía -cronista oficial del pueblo, con prodigiosa memoria y gracia pa cuntalo-: diz Rufino que, siendo él guaje, alcuérdase de que las mozas de Felgueras vendían cerezas a los viaxeros del famosu Correo -y seguro que a los otros trenes que paraban en Malveo-, enriestrás en un pelu como de unos venti centímetros; y quedaban muy guapas las cerecinas con el inventu... Seguro que sacaban otros cuantos riales.

Y Gloria, de Casorvía tamién, con memoria paicía, recuerda que algunos mozos del pueblu xubían desde la Estación de Malveo a la de Linares vendiendo cerezas a los viaxeros. Se ve que l'inxeniu pa sobrevivir había que agudizalu en cualquier pueblu: "la necesidá enseña más que la Universidá" -diz el refrán tamién..

Y con las cerezas na cabeza de puerta en puerta camín de La Pola y otros pueblos

Pol tiimpu las cerezas -cuenta Gelita- las muyeres de estos pueblos baxaban nel mes de xunio y xulio a diario camín de La Pola con la cesta na cabeza, a vender de puerta en puerta; otras bajaban más bien los sábados a la plaza'l mercao; y otros exportábanlas pa León con más cosas y aperios. Recuerda Teresa que "naquecos tiemposdiben con los burros cargaos de aperios pa Castilla, y los intercambiaben por aceite, garbanzos,... “.

Estas cerezas vendíanse por copinos: yera una taza de café mediana; y valían una perrina la tacina. Pero existia la picaresca ya entóncenes tamién: puníanlas con el reu pa riba, pa que entraran menos na tacina: al quedar embalamás..., abultaban más de las que yeran..., claro.

Podía decise que mos vestíamos con las cerezas…

El kilo de cerezas, en aquellos años 20, “podía valir hasta 70 céntimos: sacabas de la banastra unos duros”; con 90 céntimos ya “comprabas una pamesta de pan”  (tres kilos). El negocio debió ser ciertamente rentable por los años 30, cuando el kilo de cerezas se vendía a peseta, y una buena vaca costaba unos 50 duros.

De modo que, “con ocho cestás de cerezas al cereciru cazurru, que venía a l’Astación de Malveo, casi mercabas una vaca”. La proporción a favor de las cerezas era evidente: el kilo salía a unos 6 € de hoy. Ya casi en los años cincuenta, se pagaban a peseta y media y hasta dos pesetas el kilo; eso ya yera un negocio... -nos cuentan ilusionadas algunas muyeres que las arrecostinaron tantas veces; llevaban hasta 30 kilos caúna de ca vez al cereciru.

Traducido a ropa, con un par de maniegas acorrompinás de cerezas, una mocina ya casaera podía embelesar en todas las fiestas del valle, y en las mismas Ferias de La Pola, por la seronda arriba: “vestíamos muy bien, lucíamos el peinao, con moño o coleta; y hasta baichábamos con más arremango.

Y hasta corrieron detrás de un gleyu pa quita-y una cereza...

Y too ello, por las cerezas: “las de Felgueras la pintábamos, onde quiera que díbamos”. Podía decise que nos vestíamos de fiesta con las cerezas –recordaba con gracia Carmina, que se nos fue ya del pueblu pa siempre...., lo mismo que Miguel.

No obstante, el negocio de las cerezas no debía ser tampoco tan floreciente para todos y todas por igual, ni todos los años lo mismo, pues alguna copla recuerda irónicamente en los pueblos vecinos lo que ocurría de vez en cuando en años malos, como recuerda Getino el de Sanandrés en esta copla:

“En el llugar de Felgueras,
llugar de muncha riqueza,
corrieron detrás de un gleyu
pa quita-lle una cereza”.

O aquella otra que dice:

“El día de San Tsorienzo
las cerezas se xelaron,
y los burros de Felgueas
toa la nuiche baitsaron ".

En fin, como famosas yeran las cerezas y las cereceras de estos pueblos del valle Santa Cristina arriba, no habrían de faltar esas rivalidades relativas de los vecinos de otros vatses con menor condiciones y clima pa los frutales; tendrían otros privilegios, pero el de las cerezas tempranas yera envidiable, sobre todo por la fame que quitaban antes de comenzar el verano. Cerezas hay por todos los tsugares, pero tempranas, ya no tantas. Quedan las coplas pa recordalo tamién...

Por Xulio.


... con las cerezales bien florías primavera arriba por las xebes, carbas, castañeros, montes... (foto prestada por Gelita y Marco Antonio)

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