Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

"El sol se esconde temprano, se nos hiela la nariz al salir del trabajo, huele a castañas asadas al doblar una esquina, las hayas siembran de hojas el bosque... En mitad del otoño, algunos copos de nieve auncian que se acerca el invierno, el tiempo en que la naturaleza se repliega para hacer frente al frío... Las estaciones más frías del año son una invitación a la reflexión y pueden ser una época excelente para el inicio de una renovación interna.

Y, de la misma forma que nuestro cuerpo habla con voz sabia aunque a veces no queremos escucharlo, hay voces (muchas) que están reclamando una renovación profunda del mundo en que vivimos (que incluye a las marmotas, los osos y las ardillas)... Y si tienes dudas, pregunta a las desnudas hayas" (Montse Cano)

El otoño otra vez:
hayas, aves, colores, siluetas...,
al crepúsculo y al amanecer.

 
 

La perdiz roxa:
hay que madrugar un poco,
para poder contemplarla
un tantín despistá,
a estas horas tempranas..

 
 

Saboreando el otoño
desde la cumbre
a poco de romper el alba

 
 

El mosaico otoñal:
la serunda, entre los ganaderos:
todavía entre las últimas sombras
del amanecer.

 
 

Por los caminos antiguos:
los más profundos,
espaciosos, tallados con el paso
y el peso de los años.
Uno de los pocos tramos
de Vía Romana,
sin destrozar (todavía)
en La Carisa.

 
 

Como este tramo empedrado
que sobrevive intacto,
mientras a nadie se le ocurra
asfaltarlo, cubrirlo de cemento,
con alguna subvención
de partido, de grupito,
de amiguitos y amiguitas
con curritos a destajo ...

 
 

O este dolmen milenario,
al par de la vía romana,
que sobrevive también
esmoronado
y semiescondido entre las zarzas,
pero que sobrevive un año más
(no es poco en estos tiempos).

 
 

El ciempiés
sobre el ramaje serondo:
parece dormido
sobre las hojas al sol.

 
 

El contraste otoñal:
praderas y hayas,
abedules, fresnos...
Los tonos del mosico
van delatando a cada especie
en el tupido ramaje.

 
 

En pleno hayedo:
troncos gruesos,
derechos, retorcidos;
ramaje espeso,
tonos combinados:
amarillentos algunos,
ocres, tal vez, los más viejos;
más verdes todavía,
los retoños y más jóvenes.

 
 

Faya centenaria:
el tronco multiforme
en el corazón del hayedo.
Las cañas retorcidas
tenían antes su función:
utensilios del campo
(cambietsas, caidones, araos...).

 
 

El placer de caminar,
al tacto sonoro
de las hojas bajo las chirucas.

 
 

Ejemplares centenarios,
en las entrañas del bosque:
un patrimonio asturiano
poco estudiado.

Algunas fayas enfermas, viejas;
habría que sanear, seleccionar,
entresacar, clarear el bosque,
como hacen regiones
más avanzadas.
y cuidadosas con sus montes.

 
 

Escuchando en silencio del boscaje:
silbidos, chasquidos...,
la vida siempre más o menos
invisible
entre el arbolado
y la hojarasca

 
 

"Los santuarios del bosque y los druidas... La etimología de la palabra druida no es clara. Muchos autores la traducen como 'sabiduría del roble'. Aunque no hay consenso al respecto, sí sabemos que gran parte de sus cultos y conocimientos se inspiraban en la naturaleza y en los árboles, hasta el punto que podríamos decir que la universidad de los druidas era el bosque, donde tenían lugar sus encuentros, rituales y enseñanzas" (Ignacio Abella)

 
 

Se diría que habrían sido
alineadas las hayas
en la pendiente

 
 

Otro ciempiés ensimismado,
ajeno a nuestros pasos:
seguro que lo está pasando
a placer
en este mediodía otoñal
tan silencioso por los altos.
Esperamos que la foto
tampoco le haya molestado.

 
 

O con la sacavera
justo a puntu de merendar
el mosquitu...
Ya fizo el día.

 
 

Pero no todo es ecología en los altos:
se ecuentra una creciente contaminación
informativa, firmada por algunas Instituciones
que subvencionan este tipo de barbaridades
sobre el medioambiente asturiano.

Si el arbusto es de hoja perenne
(que se mantiene todo el año),
no será al mismo tiempo
caducifolio, claro
(que se queda sin hojas en invierno).

 
 
 
 

El cartel,
uno de tantos carteles
contaminantes
en la Vía Romana de La Carisa
(con unos cuantos años
de subvenciones anuales)

 
 

Firman estos carteles:
Ayuntamiento de Mieres, Ayuntamiento de Lena,
Ayuntamiento de Aller, Ayuntamiento de Villamanín,
Federación Asturiana de Montaña, Cajastur...
(paqué más comentarios...)

 
 

Contemplando
boquiabiertos,
asustados y asustadas,
las informaciones
sobre el maíz
(americano)
en los castros de
La Carisa
(prerromanos, romanos...).
¡Vaya descubrimientu...!

 
 

Ya en El Picu Currietsos,
comentando los cartelinos
encontrados.
Intentando
descubrir algo positivo
contenido sobre los plásticos,
el cemento, los fierros al aire,
las quemas del matorral,
las zanjas llenas de escombros...

 
 

Carteles tan desinformativos
y contaminantes de la cultura
más elemental
(de la ESO, vamos)
se repiten por
La Vía Romana de La Carisa
(contaminación a sueldo...).

 
 

Contamina el paisaje y los ojos
del caminante otro cartel que dice:
"la economía castreña era cerealista", ... es decir, se alimentaban de maíz...).

 

 
 

Pero resulta que los castros
son prerromanos
(tienen más de 2.000 años),
y el maíz llegó a Asturias
mucho después del descubrimiento
de América.
El error a sueldo sólo es de unos
17 siglos...

 
 

Un mal ejemplo, muy mal ejemplo educativo,
científico,
turístico, deportivo,
de pésima imagen regional
ante cualquier caminante
(asturiano, de otras regiones,
de otros países...)
por aquellos preciosos parajes
con tan larga historia
de nativos y romanos.

 
 

Ya en El Picu Currietsos
(también deformado en Picu la Boya),
rebuscamos por si algún resto
de investigación nueva
descubriéramos en esos seis años
de subvenciones a La Carisa:
sólo algunas zanjas con plásticos asomando
por todas partes.

Plásticos al alcance del ganado:
ni un letrero, ni una información orientativa...
Deplorable abandono y estampida
una vez agotada -según parece-
la paciencia de los mecenas que la apadrinaban.

 
 

Un poco más allá,
en Perabanes
(también confundido con
Monte Faro en los folletos),
más plásticos de colorinos,
también al aire,
o expuestos al gusto
de los animales,
o al viento cuando sople fuerte
en los altos.
Ni un rastro de información nueva
tan prometida como esperada.

 
 

Finalmente,
con la vista tendida hacia cosas más positivas,
constructivas, educativas, placenteras
(sin pensar en tanto timo, engaño, autoengaño...),
dejamos la preciosa y sosegada vía romana.

Dejamos la calzada romana de verdad,
la tapizada con retamas, la intransitable
en tantos tramos:
la que sólo está protegida por las zarzas;
no la que se oferce fraudulenta (otro engaño)
como pista todoterreno a punto de asfaltar,
según parece
(la pista de las minas a cielu abiertu).

 
 

No sin cierta pena por paraje
tan manipulado,
vamos buscando un valle
picu abajo,
camín de casa.
Los pueblos,
siempre al fondo y al cobijo de las cumbres.

 
 

Pues de las cumbres...,
al poblado, otra vez.
Nos vamos, un año más, sin encontrar
dato alguno útil al caminante entusiasta,
algo que contemplar, aprender, disfrutar sobre el terreno:
paneles informativos, construcciones reconstruidas,
identificación de las corras que lleva el nombre...

Sólo los brezos, los piornos, las carquexas, la xanzaina...,
que vuelven a retoñar vigorosos en las quemas y rozas efectuadas,
nos indican que, en poco tiempo, el paisaje volverá a ser tan montaraz
como lo fue hasta el comienzo de unas obras tan cacareadas como huecas.
Nos vamos, pensando en aquel ilustrativo cuento de Pedro y el lobo:

cuando sea verdad, nadie lo creerá...

 
 
Seguro que sobran las palabras...