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El delfín no justifica los selfies
por Tino Pertierra
(www.lne.es)

La muerte por deshidratación de una cría de la especie franciscana en una playa argentina tras ser capturada por los bañistas para hacerse una autofoto incendia de indignación las redes.

No hay respeto que valga para algunas personas cuando se trata de hacerse un selfie molón con el que pescar popularidad virtual, aunque el "éxito" le cueste la vida a un animal.

En la playa argentina de Santa Teresita, en la provincia de Buenos Aires, se ha producido una escena que pone los ojos de punta: un bañista descubrió una cría de delfín de la especie franciscana (en peligro de extinción) y no dudó en sacarla del agua. Pronto se vio rodeado por numerosos bañistas de todas las edades deseosos de hacerse un "selfie" con la sorprendente captura.

El delfín, que aguanta muy poco tiempo con vida fuera del agua, murió deshidratado en la orilla tras ser sometido a la tortura entre el jolgorio de los fotógrafos y curiosos. Era, en términos humanos, un bebé que no podía imaginar que, además de las redes de los pescadores, se iba a encontrar con otro peligro letal entre otros mamíferos dispuestos a sacrificarlo para sus propias redes. La reacción mundial a este episdio de maltrato animal ha sido despiadada.

No es para menos. El "selfie" sin control puede ser un arma arrojadiza. Incluso para uno mismo. La autofoto puede tener un flash mortífero cuando se convierte en un deporte de riesgo en el que el creador se juega la vida. Y a veces la pierde. Como le pasó a aquel chico mexicano que quiso hacerse una foto apuntándose con una pistola a la cabeza, y se disparó.

O como aquellos dos muchachos que se subieron a un tren para inmortalizar la absurda hazaña sin ser conscientes de que el suelo era una trampa eléctrica mortal. Uno falleció electrocutado. Y son varios los casos de conductores que se hicieron fotos mientras conducían.

Su sonrisa congelada fue lo último que pudieron colgar en sus perfiles de las redes sociales. Una pareja que se autofotografiaba al borde de un precipicio en Portugal también pagó muy cara su temeridad. Otros tienen más suerte, como aquel corredor de los sanfermines de 2014 que no tuvo mejor ocurrencia que hacerse ¡dos! selfies delante de seis toros que le pisaban los talones. No le ensartaron de milagro.

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