Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

-"¿Y para mí?. ¿Qué trae [abuelo]?".
-"¿Para tí?, mil esperanzas,
mil sueños, mil ilusiones,
mil deseos, mil plegarias:
que seas lo que él no ha sido,
que no se te rompa el alma".
(Marisa Vázquez Oreiro).

Un grato recuerdo literario
Instituto de Enseñanza Media
Cee (A Coruña), 1978

La voz oral, la palabra escrita: la comunicación verbal en cada tiempo

La palabra fue objetivo humano desde milenios atrás: hablar, primero (la comunicación verbal); hablar de forma cuidada, estética, después (la comunicación literaria); hablar de forma visual, con las nuevas tecnologías en cada tiempo (la comunicación publicitaria, informática, digital, que llegó al milenium reciente).

Y, tras la voz oral, los signos escritos: representar las ideas propias y ajenas, los sentimientos personales, los deseos, las interpretaciones del paisaje, las direcciones de los caminos, las creaciones fantásticas, la vida imaginada en otros mundos más allá de los horizontes diarios marcados por el alba y el crepúsculo, y presididos por el sol.

En consecuencia, tras la palabra oral, el objetivo humano se fue perfeccionando con los signos escritos en su doble cara: la escritura (el grabado), y la lectura (el descifrado). Y en ello nos va, sin darnos cuenta, la mayor parte de la vida: cómo expresar con signos permanentes lo que siento en este momemto; cómo interpretar con precisión lo que otros me dejaron escrito en sus contextos de vida diaria varios siglos o milenios atrás. En definitiva, cómo comunicarme (sentir, entenderme) con los hablantes (escribientes) mucho después de su paso por la vida en cada cultura de turno.

El tiempo inmediato traducido a unos versos más sentidos

Simplemente, el objetivo deseado del aprendizaje ya desde bien pequeños: sirvan estos preciosos poemas de aquella alumna galega (Cee, A Coruña, años 70-80), en unos tiempos en que aquellos alumnos y alumnas vivían en su pueblo fundidos con el medio. Mucho antes del ordenata, el móvil o interné, el tiempo nos permitía pensar en nuestro entorno circundante, para traducirlo a sentidos poemas, redacciones familiares, cuentos, leyendas de la zona, tan ilustrativas y educativas hasta que llegaron las horas muertas del sofá y de la tele.

Sirvan estos entrañables poemas de María Luisa Vázquez Oreiro para descubrir los sentimientos dibujados con palabras de alumna tan callada como humilde (la humildad que da la sabiduría), más que sobresaliente lo mismo en su humanidad que en sus notas de pupitre. Sus versos lo dicen casi todo: los problemas sociales de su tiempo, la emigración, la alegría y la tristeza, la magia de los árboles ante la casa, el trabajo del arado sobre la tierra de sembrar, la paciencia estoica del campesino, la esperanza dolorida al otro lado de sus penas...

La vida misma sentida por la adolescente que leía y escribía con tanto estilo ya a su edad, por supuesto para disfrutar también. Tanto como sus lectores de entonces por las aulas se lo seguimos agradeciendo hoy, incluso tantos lustros después. Tal vez como escribieran por sus mismos años juveniles, Rosalía, Bécquer, Machado, Lorca, Miguel Hernández... Simplemente, aprender a leer y a escribir como técnica verbal de comunicación personal, espacial y temporal, más allá de fronteras y barreras: el lenguaje universal de los sentimientos traducidos a signos visuales, auditivos, táctiles... Todos los sentidos se fueron dibujando en estos poemas.

Abuelo...

-"Abuelo, ¿hacia dónde se ha ido?."
-"Hacia donde el sol se esconde,
hacia otra tierra, otras gentes,
otros lares, otros hombres,
hacia lugares extraños,
donde no hay tantos colores.
Solo un color: la tristeza.
Sólo un amor: sus amores".

-"¿Y no volverá, abuelo?".
-"Volverá, hijo, no llores.
Volverá a ver su tierra,
esta tierra y estos hombres,
esta aldea, estos pinares
-lo que sus ojos esconden,
todo lo que su alma guarda-,
volverá a ver su amor".
-"¿Quién es su amor?".
-"Sus amores".

-"¿Y cuándo vendrá, abuelo?".
-"Vendrá cuando el sol se pone,
cuando los pájaros canten,
cuando las carretas lloren,
cuando el río suene limpio,
cuando florezcan los montes".

-"¿Y qué traerá, abuelo?".
-"Un equipaje bien pobre:
una ropa una tristeza,
un dolor, desilusiones".

-"¿Y para mí?. ¿Qué trae?".
-"¿Para tí?, mil esperanzas,
mil sueños, mil ilusiones,
mil deseos, mil plegarias:
que seas lo que él no ha sido,
que no se te rompa el alma".

Marisa Vázquez Oreiro

Los árboles.

-"¿Hablan los árboles, madre?"
-"Gimen, hijo; es diferente".
-"Por qué gimen y no cantan?
¿Por qué, si visten de verde?.
Los mueve el viento, el nordeste.
¿Lloran, entonces, por eso?".

-"No.
Lloran por él, que está lejos.
Lloran a un hombre, a una vida
de dolor: corazón verde,
verde de pinos, de hierba,
verde de amor, verde ausente".

Marisa Vázquez Oreiro

El arado

Camina lento el arado,
abre el surco, lentamente.
Al fondo se van sudores,
lágrimas, lloros recientes.
Afloran sudores viejos,
penas ocultas, gastadas
de tanto penar. Las penas
no se erosionan ni cascan,
no se corroen, perduran:
empiezan donde se acaban.
Son tus penas, campesino,
siempre las mismas, cansadas
de tanto ser penas ya,
cansado tú de llevarlas.
Pero las sigues llevando,
porque las penas no acaban:
del fondo a la superficie,
igual que la tierra arada.

Marisa Vázquez Oreiro

En conclusión, el entorno familiar del que aprende puede convertirse en un imprescindible recurso literario al alcance de cualqueira que se lo proponga: todos tenemos un paisaje siempre al lado y al alcance de los cinco sentidos; vemos personas, árboles, edificios, carreteras, vías del tren, trabajadores por las calles, por los campos...; escuchamos conversaciones, historias, advertencias, leyendas, coplas, canciones, refranes...; saboreamos comidas, chucherías...; percibimos aromas, sensaciones de calor o frío, lluvia, nieve, vientos... Sentimos el paisaje que cruzamos en cada instante.

Todo ello se convierte así en improvisado objeto de actividades que vamos llevando de la calle a la clase, de la que vamos; y de las páginas del libro o los apuntes, a las páginas del paisaje de la que volvemos a casa: el léxico botánico, las nuevas tecnologías, la geografía, la historia, la ecología, la música... Y, si encendemos la tele o las noticias por el móvil, nos salta a la vista y al sentimiento indignado, los casos de corrupción, la economía, la manipulación informativa, la nueva emigración del milenium, con tantos sacrificios y lágrimas detrás. Sentimos que la historia de nuestros abuelos o familiares lejanos no cambió gran cosa, sólo se tranformó en parte, cambió de herramientas y de escenarios.

Como tantos otros Boscán y Garcilaso en la creatividad de los tiempos

Saber transformar ese paisaje exterior en paisaje interior, construir el paisaje verbal o el paisaje literario ya depende de las cualidades particulares, sobre todo de la intención y esfuerzo que cada uno y cada una ponga en el empeño. Como decía García Lorca: "No creo en las musas, sino en el trabajo diario". Y como alguien también dijo por ahí: "La inspiración siempre me cogió trabajando". Los poemas citados son un ejemplo y el fruto de tantas redacciones y lecturas realizadas en las aulas de un centro en cualquier rincón de nuestra geografía rural. Pero, sobre todo, una muestra de trabajo escolar, muy creativo y recreativo.

Los poemas de Marisa son un buen ejemplo de tantas joyas literarias que se perdieron en las libretas de nuestros estudiantes, una vez llegados a fin de curso, y reciclados los apuntes y demás actividades del año, por falta de espacio en la estantería o en el baúl del desván para el próximo curso. En fin, dicen que Garcilaso y Boscán también habían escrito muchas otras églogas y poemas diversos que se volvieron cenizas sin haber contemplado nunca la luz de las imprentas. Pero leían y escribían también. Y seguro que se recreaban con sus creaciones. No es poco, pues, por lo menos, nosotros disfrutamos de las que nos llegaron también.

por Xulio Concepción Suárez

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