Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

la música del bosque

La amiga de los pájaros

La nieve caía lentamente, y se posaba mansa y tranquila, copo a copo, sobre los tejados y sobre los árboles hasta cubrirlos de una capa blanquísima. Las casas parecían graciosas tortugas inmóviles. Así las contempló una niña llamada Julia, que se asomo a su ventana para ver la nieve.

Pero aún más, vio cómo el patio de su casa se llenaba de pájaros hambrientos que venían de todas partes a buscar un granito de trigo para alimentarse. La niña entusiasmada llamó a su mamá y le dijo:

-¡Mamá, mamá! El patio se ha llenado de pajarillos, ¿quieres que vaya al granero y les traiga un poco de trigo?

-Me encantaría, y no sabes cómo te lo van a agradecer esos pajarillos.

La niña se calzó las botas, se puso el abrigo y fue al granero. Al poco rato volvió con puñados de trigo en los bolsillos que desparramó por el patio en medio del bullicio de pájaros. Cuando los hambrientos pajarillos devoraron los granitos, aparecieron otros muchos que miraban a la niña con tristeza. Julia, que era muy inteligente, corrió de nuevo al granero, para remediar a sus nuevos amiguitos, pero en el camino se encontró a un niño que llevaba varios pájaros en una jaula.

La niña sintió mucha pena de verlos encerrados y propuso al niño si los vendía. Él le respondió que si, en el supuesto de que alguien se los comprara, y dijo que sino daba igual que jugaría un rato con ellos y después se los daría de alimento a su gato. La niña le reprendió y dijo que cómo podía hacer eso con los pajarillos. Y el niño sólo se encogió de hombros y se alejó. Entonces Julia lo llamó y le dijo que ella se los podía comprar por tres euros cada uno. El niño aceptó, se los entregó y se fue muy contento.

A la media hora la casa de la niña se vio repleta de pequeños propietarios de pájaros que habían venido a venderle sus pájaros. Julia compró todos los que le había traído.

Y cuando llegó la noche Julia, como estaba muy cansada, se durmió ense-guida y soñó que estaba en un bosque plagado de miles de árboles dónde los pájaros revoloteaban y piaban alegremente. Y Julia sonreía viéndoles felices revoloteando libremente entre las ramas.

A la mañana siguiente se levantó muy temprano y fue a alimentar a sus amiguitos, que ya la esperaban con las alas extendidas y los picos abiertos. "Si sigue el frío mi hucha se quedara vacía"-pensó Julia. Y efectivamente, la hucha iba quedando vacía porque la compra de pájaros se incrementó aquel día. Pero la niña se equivocaba, porque cuando fue a ver detenidamente los fondos la hucha estaba repleta de monedas.

-¡Mamá, mamá! ¡A ocurrido un milagro! ¡Mi hucha esta llena de nuevo!
Y mamá, sonriendo, tras levantar a su hija en brazos, la dejó marchar mientras ella se sentaba en un sillón.

Durante unos días estuvo la niña muy entretenida con sus huéspedes, pero cuando la hierba de los prados se volvió verde, su madre se acerco y le dijo:

-Julia, ¿no crees que a tus pajaritos no les gustaría picotear la hierba, beber en los ríos y volar por el cielo?

-Sí, mamá, eso me estaba yo preguntando- contestó la niña. Y una a una fue abriendo todas sus jaulas y liberando a sus pajarillos. En un par de minutos las jaulas se vieron vacías y el cielo se vio repleto de pájaros. Julia se quedó algo triste por la marcha de sus amiguitos.

Al domingo siguiente su mamá la llevó a dar un paseo por el campo y Julia quedó conmovida: entre las flores zumbaban las abejas al cálido olor de la floresta; el río limpio y manso, bajaba campo a través moviéndose entre los árboles, y sobre las ramas de éstos, miles de vocecillas que cantaban para ella.

Rocío Bernardo

Volver a narración

Índice alfabético de materias