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El castaño de mi Instituto

En el patio de nuestro colegio hay un castaño, situado en una pequeña pradera donde disfruta de una vida tranquila, y continuamente acompañado por los incesantes gritos de los niños.

Nuestro castaño tiene dos troncos, uno grueso y otro más delgado. El grueso seguirá con su vida creciendo hacia el cielo mientras que el delgado probablemente terminará por secarse a causa de la falta de alimento, pues la mayor parte la recibirá su compañero. La textura de ambos troncos es diferente según la zona que palpemos, pues en su parte inferior son rugosos mientras que, en la superior, son lisos.

Este hecho probablemente se deba a la vejez de la parte inferior, a la que el tiempo le ha dejado secuelas. En el centro de uno de sus troncos observamos que tiene unos 20 centímetros de corteza levantada, una herida en su rugosa piel. La abundante madera que contiene desprende un fuerte olor a sabia fuerte. Cuando el árbol crezca un poco más, ésta servirá como materia prima para construir muebles, fabricar papel, etc...

Las ramas del castaño crecen más y más en una continua lucha por su alimento, la luz solar. Para ello se tuercen poco a poco en busca de los lugares más soleados. Éstas, unidas a los troncos, proporcionan una confortable sombra donde guarecerse en los días en los que el calor muestre su presencia. Pero las ramas no son solitarias, pues todas se encuentran muy unidas y, en su conjunto, transmiten la idea de que allí habita una familia feliz.

A esta comunidad también pertenecen algunos pequeños habitantes, como hormigas, pájaros que hacen sus nidos, arañas..., que aprovechan el aspecto acogedor de éste castaño para establecer su domicilio. Se supone que en la antigüedad los castaños podían ser utilizados como punto de encuentro, como se puede observar en este poema:

"Metá cuaquecha castañar
foi onde la mozaca me dixo
el cuidao que a ella che daba
hablar con él, tando yo presente"

El fruto de éste árbol sol las castañas. Mientras estábamos observándolo un erizo cayó al suelo, enfermo. Aun estaba verde, por lo que todavía no le correspondía abandonar el árbol. Los erizos que se encuentran en las ramas que más luz solar reciben son más grandes, mientras que sus hermanos, situados en ramas localizadas en lugares menos luminosos, son más pequeños. Cada vez que uno cae al suelo existe la posibilidad de que eche raíces y nazca un nuevo castaño.

En ésta época son de un tono verde claro, pues aún no han madurado. Sin embargo sus púas protectoras ya pinchan lo suficiente para proteger al fruto que se encuentra en su interior. Tras abrir uno podemos observar una brillante castaña, de color marrón reluciente. Estos frutos son muy apreciados por la gente, como muestra este poema recitado por un anciano que habitaba en Retruyés:

"Castañerines, castañerines,
cuándo daréis catañes:
a mí gústanme mayuques,
asaes y pulguines"

El sabor de las castañas es dulce, seco y pastoso cuando están maduras, pero ahora es ácido porque aún están verdes. Este fruto se puede comer crudo (recién sacado del erizo) o asado. También se pueden dejar endurecer durante un largo tiempo y entonces reciben el nombre de "mayuques". Pero otra forma de disfrutar de éste fruto es pelándolo y cociéndolo, llamándose entonces "castañes pulguines"

En cuanto a la estética general de éste árbol podemos decir que es bonito. Tiene un cierto aspecto selvático. El prado en el que se encuentra es un lugar donde no sopla mucho el viento, sin embargo sus hojas tiemblan ligeramente cada vez que una ráfaga se cuela entre ellas. No está situado en un lugar solitario. Sus vecinos más cercanos son un roble y un pequeño árbol seco y muerto que constituye el soporte sobre el cual multitud de arañas extienden su tela. En cuanto a su vejez tiene unos diez o doce años.

No sabemos con certeza como ha llegado allí. Puede que alguien lo haya plantado intencionadamente o que una castaña que cayó accidentalmente haya echado raíces.

El castaño tiene varios tipos de hojas. Algunas son verdes, grandes y sanas mientras que otras muestran claros signos de enfermedad y son pequeñas y marrones. Las hormigas las aprovechan para depositar sus huevos. De éstos saldrán multitud de larvas que se alimentaran de ellas. El castaño arropa sus frutos protegiendo con más hojas los lugares en los que se encuentran los erizos. Las hojas son una de las partes más importantes del árbol, pues, junto con las raíces, son las encargadas de obtener los alimentos, ya que absorben luz, oxígeno y dióxido de carbono.

En resumen, nuestro castaño es un árbol sano y fuerte al que todavía le quedan muchos años por vivir junto a los alumnos del I.E.S. Benedicto Nieto.

Lucía Junquera

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