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EL CANTO DE LA MIEL 

(recogido por
Alejandro Castañón García,
en un trabajo más amplio
sobre la miel y las abejas)

de Federico García Lorca

La miel es la palabra de Cristo,
el oro derretido de su amor.
El más allá del néctar,
la momia de la luz del paraíso.

La colmena es una estrella casta,
pozo de ámbar que alimenta el ritmo
de las abejas. Seno de los campos
tembloroso de aromas y zumbidos. 

La miel es la epopeya del amor,
la materialidad de lo infinito.
Alma y sangre doliente de las flores
condensada a través de otro espíritu. 

(Así la miel del hombre es la poesía
que mana de su pecho dolorido,
de un panal con la cera del recuerdo
formado por la abeja de lo íntimo) 

La miel es la bucólica lejana
del pastor, la dulzaina y el olivo,
hermana de la leche y las bellotas,
reinas supremas del dorado siglo. 

La miel es como el sol de la mañana,
tiene toda la gracia del estío
y la frescura vieja del otoño.
Es la hoja marchita y es el trigo. 

¡Oh divino licor de la humildad,
sereno como un verso primitivo! 

La armonía hecha carne tú eres,
el resumen genial de lo lírico.
En ti duerme la melancolía,
el secreto del beso y del grito. 

Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.
Dulce como los vientres de las hembras.
Dulce como los ojos de los niños.
Dulce como las sombras de la noche.
Dulce como una voz. O como un lirio. 

Para el que lleva la pena y la lira,
eres sol que ilumina el camino.
Equivales a todas las bellezas,
al color, a la luz, a los sonidos. 

¡Oh! Divino licor de la esperanza,
donde a la perfección del equilibrio
llegan alma y materia en unidad
como en la hostia cuerpo y luz de Cristo. 

Y el alma superior es de las flores,
¡Oh licor que esas almas has unido!
El que te gusta no sabe que traga
un resumen dorado del lirismo. 

Federico García Lorca.

    Síntesis de algunos aspectos del trabajo completo:
    los trabayos de las abeyas
    (pequeño trabajo de recopilación
    en fuentes diversas )

    Los primeros días: después de su nacimiento y de acuerdo a las aptitudes fisiológicas de su desarrollo, cumplirá distintas funciones dentro de la colmena. A partir del segundo y tercer día, comienza activamente a limpiar las celdas del panal para que la reina pueda aovar en ellas.

  • las nodrizas: al poderse alimentar por sí misma emprende trabajos de mayor envergadura como el de nodrizas. Para entonces, sus glándulas hipofaríngeas se han desarrollado y comienzan a alimentar a la cría de diferentes edades. Las nodrizas más jóvenes son las que alimentan las larvas de mayor edad; las que tienen entre seis y doce días, alimentan las larvitas de hasta tres días de edad y de las celdas reales. Las glándulas hipofaríngeas o cervicales, son las promotoras de una materia de gran poder nutritivo, llamada jalea real.

  • las investigadoras: en los vuelos preliminares, al llegar la obrera a su plenitud física, es decir luego del sexto día, se la ve caminar velozmente por los panales y también volar. Durante las horas cálidas del día abandona por momentos su tarea de nodriza para realizar los primeros vuelos; con la cabeza orientada hacia la piquera queda suspendida en el aire y efectuando sobre la colmena pequeños recorridos circulares con los que fija la posición exacta de la misma.

  • las almacenadoras: a partir del duodécimo día, la abeja obrera abandona definitivamente su trabajo de nodriza permaneciendo en la colmena; si es abundante la entrada de néctar, se encarga de recibirlo y distribuirlo en los panales. En ese momento, el néctar puede tener un porcentaje muy alto de humedad que impide su almacenamiento.

  • las transportadoras: la elaboración del néctar, se lleva a cabo mediante corrientes de aire provocadas por las obreras. Las vemos en la plancha de vuelo con la cabeza dirigida hacia la entrada, agitando violentamente las alas, mientras dejan oír un rumor que se hace más pronunciado durante las noches cálidas y serenas, después de un gran aporte de néctar.

  • las cereras: A partir de los trece días aproximadamente, se atrofian sus glándulas faríngeas y comienzan a desarrollarse las glándulas cereras, alojadas en la parte ventral del abdomen. Las abejas utilizan la cera para la construcción y la reparación de los panales. Para que se produzca la secreción de cera, se necesita abundante aporte nectarífero y una temperatura elevada. Tomándose unas con otras de las patas forman guirnaldas y se pasan las pequeñísimas escamas de cera hasta que las reciben las constructoras o escultoras, quienes le dan su destino definitivo.

  • las recolectoras: (pecoreadoras) a partir de los dieciocho o veinte días de edad, según las condiciones ambientales y las necesidades de la colmena, la obrera se lanzará a la recolección de polen, néctar, propóleos y agua. Para acopiar el néctar, se vale del buche melario , que tiene una capacidad de 60/80 mg. Para recoger el polen, utiliza los pelos que recubren su cabeza y el tórax y con los cepillos de las patas delanteras lo lleva a la boca para amasarlo, depositándolo luego en las cestillas para el polen, situadas en las patas traseras

  • las guardianas: la colmena también tiene sus defensoras: las abejas guardianas. Si algún intruso consigue entrar, lo rodean impidiéndole todo movimiento y, después de darle muerte, lo arrastran al exterior. Cuando hay abundancia de néctar, pueden llegar a permitir la entrada de abejas extrañas, siempre que éstas lleguen bien cargadas de provisiones, pero en épocas de escasez vigilan atentamente para que las intrusas no se apoderen de sus reservas y se establezca el pillaje.

  • las limpiadoras: en el tratamiento de las deyecciones, las abejas efectúan sus deyecciones fuera de la colmena. Si por circunstancias fortuitas (condiciones climáticas adversas) o por estar encerradas mucho tiempo (traslados) lo hacen adentro, las obreras encargadas de la limpieza se ocupan de retirarlas.

  • las obreras zanganeras: a pesar de ser hembra la obrera no pone huevos, sino solo excepcionalmente cuando falta la reina. Pero de esos huevos solamente nacerán zánganos ya que no han sido fecundados. Cuando esta característica aparece en la colonia, no se revierte y la población decae hasta su extinción.

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