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(Recitando y cantando)

Romances y coplas tradicionales
en las caleyas de Carraluz:
con la memoria de Mary
y algunas muyeres del pueblu

Transcripción a letra de una serie de romances, coplas..., escuchados en la nítida voz y en la memoria fresca de Mary, con unos cuantos años detrás... La pandereta de Mary, con muchos lustros de sones y compases también, completa por unas horas el paisaje sonoro -o el silencio más bucólico- de un pueblu de montaña en estos tiempos del milenium, tan digitalizados.

Quedan algunos retoques, y otras canciones que ella irá rescatando de sus años de moza, en el silencio diario de sus horas vesperinas; o con la grata ayuda -solidaria- de sus amigas del pueblu. Imprescindibles, una vez más, estas muyeres, a la hora de componer el cancioneru de un pueblu.

1. Los mandamientos de amor

Los mandamientos de amor,
niña, te voy a contar,
si los quieres aprender,
si los quieres escuchar.

En el primer mandamiento,
la primera cosa es amar:
te tengo en el pensamiento
y no te puedo olvidar.

El segundo, no jurar:
toda mi vida he jurado
no separarme de ti;
tenerte siempre a mi lado.

El tercero, ir a misa:
nunca voy con devoción;
siempre voy pensando en ti,
prenda de mi corazón.

El cuarto, honrar a los padres:
el respeto les perdí;
el respeto y el cariño
sólo te lo tengo a ti.

El quinto, no matar:
yo no he matado a nadie,
el muerto soy yo, señores;
ella fue quien me mató.

Señoritas de balcón,
iros metiendo pa dentro,
que haréis pensar mal a los hombres,
contra el sexto mandamiento.

El sétimo, no robar:
yo no he robado a nadie;
he de robar a mi niña,
si no me la dan sus padres.

El octavo, no levantar
falso testimonio a nadie
como a mí me lo levanta
una niña de esta calle.

El noveno, no desear
la mujer de otro marido:
si alguno tiene que hablar,
que venga a verse conmigo.

El décimo, no codiciar
bienes ajenos a nadie.

Estos diez mandamientos
sólo se cierran en dos:
en quererte a ti, paloma,
prenda de mi corazón.

En ir juntos a la iglesia
y allí casarnos los dos:
en ir a la iglesia juntos,
y allí casarnos tú y yo

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2. La Virgen del Carmen

A la Virgen del Carmen,
tres cosas pido:
salvación y dinero,
salvación y dinero,

salvación y dinero, mamita,
y un buen marido,
que ni fume tabaco
ni beba vino,

que ni fume tabaco, mamita,
que no fume tabaco,
ni beba vino,
ni ande con otra;

que no ande con otra, mamita,
que no ande con otra, mamita,
que no ande con otra,
más que conmigo.

El cigarro, lo lleva él:
si el cigarro se apaga,
vamos los dos,
al río vamos los dos.

Con la luz del cigarro,
voy al molino:
si el cigarro se apaga,
vamos al río.

Si el cigarro se apaga, mamita,
vamos al río;
vamos al río;

si el cigarro se apaga, mamita,
vamos al río.

Si el cigarro se apaga,
vamos al río.

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3. Yo le perseguí los pasos

Saliendo yo de paseo,
me encontré con una niña,
como un angelín del cielo,
como un angelín del cielo.

Yo le perseguí sus pasos,
por ver donde caminaba,
y vi que ella estaba cerca
de la iglesia consagrada.

Mientras que duró la misa,
atento no estuve nada:
sólo estuve contemplando
aquella linda chavala.

Ya se termina la misa,
ya se termina el sermón,
ya se va toda la gente,
ya se va mi corazón.

Ya al bajar las escaleras,
ya al bajar las escaleras,
yo le dije si me amaba,
yo le dije que la amaba.

Y me contestó piadosa:
caballero, estoy casada,
y a mi marido he jurado,
y no le faltó de nada.

Muy triste y desconsolado,
a un arroyo me acerqué,
y oí cantar un jilguero,
y de aquella me libré.

Canta, jilguerito, canta,
que tu cantar me consuela:
estaba amando a una casada,
pensando que era soltera.

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4. La Gallarda

Estando linda Gallarda,
estando linda Gallarda,
en su ventana florida,
vio venir un caballero
que de abajo, que de arriba:

- Suba, caballero, suba,
suba, por su vida.

Y el caballero subió,
por ver lo que sucedía,
hallando siete cabezas
colgadas de una viga.

- ¿De quién son estas cabezas?,
dímelo, Gallarda mía.

- Son de los siete leones,
que la reina come al día.

La reina no come eso,
dímelo, Gallarda mía:
son de los siete gallardos
que tú mataste estos días.

A esto de la media noche,
Gallarda se retorcía.

- ¿Qué buscas ahí, Gallarda,
dímelo, Gallarda mía.

- Busco el santo rosario,
que hacer oración quería.

- Lo que tú buscas, Gallarda,
bien me lo sabía yo:
buscas el puñal que escondes
entre sábanas y colchón.

- Abrir las puertas, porteros, porteros de la portería.

- Estas puertas son de hierro,
no se abren hasta el día,
que si Gallarda lo sabe,
la vida nos quitaría.

- Gallarda ya no lo sabe,
que le quité yo la vida.

- Muchas gracias, caballero,
por tan grande valentía,
que de los ocho que entraron
sólo usted salió con vida.

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(Panderetera y pandereta)

En construcción...