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Textos hispanoamericanos

 

Los de abajo
de Mariano Azuela
(mejicano)

(Tomado de El español de América, de González Ollé)
 
 

" Señá Remigiaentra otra vecina doblando su flaco espinazo para franquear la puerta, ¿no tiene unas hojitas de laurel que me dé pa hacerle un cocimiento a María Antonia?... Amaneció con el cólico...

Y como, a la verdad, sólo lleva su pretexto para curiosear y chismorrear, vuelve los ojos hacia el rincón donde está el enfermo y con un guiño inquiere por su salud.

Señá Remigia baja los ojos para indicar que Demetrio está durmiendo...

-Ande, pos sí que está usté también, señá Paquita...; no la había visto...

-Güenos días le dé Dios, ña Fortunata... ¿Cómo amanecieron?

Pos María Antonia con su “superior”... y, como siempre, con el cólico...

En cuclillas, pónese cuadril a cuadril con señá Panchita.

- No tengo hojas de laurel, mi alma -responde ñá Remigia suspendiendo un instante la molienda; aparta de su rostro goteante algunos cabellos que caen sobre sus ojos y hunde luego las dos manos en un apaste, secando un gran puñado de maíz cocido que chorrea una agua amarillenta y turbia. Yo no tengo; pero vaya con señá Dolores: a ella no le faltan nunca yerbitas.

Ña Dolores donde anoche se jué pa la Cofradía. A sigún razón vinieron por ella pa que juera a sacar de su cuidado a la muchachilla de tío Matías.

-¡Ande, señá Pachita, no me lo diga!...

Las tres viejas forman animado corro y, hablando en voz muy baja, se ponen a chismorrear con vivísima animación.

-¡Cierto como haber Dios en los cielos!...

¡ Ah, pos si yo juí la primera que lo dije: «Marcelina está gorda y está gorda»! Pero naiden me lo quería creer...

-Pos pobre criatura... ¡Y pior si va resultando con que es de su tío Nazario!...

¡Dios la favorezca!...

¡ No, qué tío Nazario ni qué ojo de hacha!... ¡Mal ajo pa los federales condenados¡...

-¡Bah, pos aistá otra enfeliza más!

Martín Fierro
de José Hernández
(argentino)

Entonces... cuando el lucero
brillaba en el cielo santo
y los gallos con su canto
nos decían que el día llegaba,
a la cocina rumbiaba
el gaucho... que era un encanto.

Y sentao junto al jogón
a esperar que venga el día,
al cimarrón le prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.

Y apenas la madrugada
empezaba a coloriar,
los pájaros a cantar
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.

Este se ata las espuelas,
se sale el otro cantando,
uno busca un pellón blando,
este un lazo, otro un rebenque,
y los pingos, relinchando,
los llaman dende el palenque.

El que era pión domador
enderezaba al corral,
ande estaba el animal
bufidos que se las pela...,
y, mis malo que su agüela,
se hacía astillas el bagual.

Y allí el gaucho inteligente
en cuanto el potro enriendó,
los cueros le acomodó
y se le sentó en seguida;
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dió.

 

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