Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

"Vamos a coger verbena,
poleo con hierba-buena.  
Vamos juntos como estamos
a coger mirtos y ramos,
y de las damas hagamos
una amorosa cadena.
Vamos a coger verbena,
poleo con hierba-buena.  
Vamos a coger las flores,
que es insignia de amadores,
porque si saben de amores
las resciban por estrena.
Vamos a coger verbena,
poleo con hierba-buena".
(cantiga popular)

EL COLOQUIO DE LOS GATOS
Félix María Samaniego

¡Qué dolor!, por un descuido
Micifuz y Zapirón
se comieron un capón,
en un asador metido.
Después de haberse lamido
trataron en conferencia,
si obrarían con prudencia
en comerse el asador.

¿Le comieron? No señor.
Era caso de conciencia. 

***

La ardilla y el caballo.
Tomás de Iriarte

Mirando estaba un ardilla
a un generoso alazán,
que dócil a espuela y rienda,
se adiestraba en galopar.

Viéndole hacer movimientos
tan veloces y a compás,
de aquesta suerte le dijo
con muy poca cortedad:

«Señor mío,
de ese brío,
ligereza
y destreza
no me espanto,
que otro tanto
suelo hacer, y acaso más.
Yo soy viva,
soy activa,
me meneo,
me paseo,
yo trabajo,
subo y bajo,
no me estoy quieta jamás.»

El paso detiene entonces
el buen potro, y muy formal
en los términos siguientes
respuesta a la ardilla da:

«Tantas idas
y venidas,
tantas vueltas
y revueltas
(quiero, amiga,
que me diga),
¿son de alguna utilidad?

Yo me afano:
mas no en vano.
Sé mi oficio,
en servicio
de mi dueño,
tengo empeño
de lucir mi habilidad.»

Conque algunos escritores
ardillas también serán
si en obras frívolas gastan
todo el calor natural.

***

Las dos linternas
por Ramón de Campoamos

I

De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader;
distan la suya y la mía
cuanto hay de ser a no ser.
Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece;
la mía todo lo alegra.
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.

II

– Con mi linterna – él decía-
no hallo un hombre entre los seres-.
¡Y yo que hallo con la mía
hombres hasta en las mujeres!
él llamó, siempre implacable,
fe y virtud teniendo en poco,
a Alejandro, un miserable,
y al gran Sócrates, un loco.
Y yo ¡crédulo! entretanto,
cuando mi linterna empleo,
miro aquí, y encuentro un santo,
miro allá, y un mártir veo.
¡Sí! mientras la multitud
sacrifica con paciencia
la dicha por la virtud
y por la fe la existencia,
para él virtud fue simpleza,
el más puro amor escoria,
vana ilusión la grandeza,
y una necedad la gloria.
¡Diógenes! Mientras tu celo
sólo encuentra sin fortuna,
en Esparta algún chicuelo
y hombres en parte ninguna,
yo te juro por mi nombre
que, con sufrir al nacer,
es un héroe cualquier hombre,
y un ángel toda mujer.

III

Como al revés contemplamos
yo y él las obras de Dios,
Diógenes o yo engañamos.
¿Cuál mentirá de los dos?
¿Quién es en pintar más fiel
las obras que Dios creó?
El cinismo dirá que él;
la virtud dirá que yo.

Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Otros temas recogidos por los pueblos
en diversos trabajos y publicaciones del autor
Julio Concepción Suárez.

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