Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular

el sosiego otoñal de los heyedos.

Aida Holgado Cienfuegos

¡Cuántas veces has teñido de color
la suave brisa del otoño amarillento!
¡Cuántas veces has estado a mi lado
en la ausencia de mi llanto!

Ahora te recuerdo.
Tu mirada: suave melodía compuesta
por la inmensidad de tus ojos.
La dulce inocencia de mi rostro,
turbada por atormentadas palabras.
¡Cuántas veces he notado tu larga partida!
La amargura de mi tristeza
quiebra todo mi ser si no estás aquí.

Te fuiste;
tan rápido como el suspiro infinito
exhalado de mi garganta;
tan rápido como se pudrió
la flor marchita de mis entrañas.

¡Cuántos otoños añorando tu lejanía!
Colosal distancia entre mi rostro y tus caras,
inmensurable intervalo de hojas caídas
y lutos teñidos de blanco.
Angustioso sufrimiento provocado
por la apagada ausencia de tus latidos.

Volver a narración

Volver al Índice alfabético de materias
de la revista escolar Esquíes