Costumbres, tradición, gastronomía, trabajos rurales, vida vaqueira, saber popular


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LOS ÚLTIMOS DRUIDAS
(VII)
Celso Peyroux
Madú Ediciones
2007
Grandas (Siero)

Palabras de Presentación:
Club de Prensa
La Nueva España.

"Buenas tardes a todas y a todos. Muchas gracias por su presencia en la presentación del libro LOS ULTIMOS DRUIDAS.

Gracias compañeros de mesa por estar esta tarde conmigo y sobre todo por vuestras palabras tan cariñosas: Carmen Ruiz Tilve, Carlos Rodriguez, Pepe Monteserín y Cristian Velasco, en nombre de Madu Ediciones.

CANCILLA
(Prólogo)

El roble. Árbol de la vida porque sus raíces son sus ramas en la tierra y su enramada las raíces en el viento. Rey y tótem de las frondas astures. Símbolo de una naturaleza que el hombre esquilma día a día sin que quienes nos gobiernan tomen medidas para evitar su destrucción.

El silbo del viento que mece su verde melena,que nos trae mensajes y que lleva nuestra palabra -el don más sublime del hombre- por el cosmos. Que acaricia la cara. Que basta con escuchar atento para que el viento nos llene de armonía con aquellas palabras que se habían quedado mudas.

La raigambre es la que sustenta el tronco padre y las ramas abiertas a las generaciones venideras. Los druidas eran los depositarios del saber sagrado de nuestros abuelos celtas que guardaban con rigor y entusiasmo las costumbres y creencias de los suyos para luego transmitirlas a los niños. Pues bien, nosotros tendremos que volver -de alguna forma- a recuperar sus enseñanzas para trasmitirlas a los que vienen detrás.

Un pueblo sin raíces es una naturaleza muerta; un campo yermo que no tiene vida. Un pueblo que no sabe o al que no le dejan armonizar sus costumbres de antaño y el respeto a lo nuestro con los tiempos que corren: algunos medios comunicativos con sus "prensamientos" de poca ética y escasa credibilidad, consolas, vídeos y el "Hermano Lobo", es decir, El Gran Hermano que acaba con la dignidad del hombre apostado ante un televisor, que como un depredador, termina con la lectura, la música, el arte, la literatura y el diálogo entre los miembros de la familia.

Hace miles de años, por la secreta escala del tiempo y del espacio descendió una mañana la vida hasta los últimos confines de la tierra y de los mares, y se hizo hombre. Y es que el hombre es un ser digno que caminando junto a otro hombre por los andamios y las fraguas de la Historia podemos ascender con nuestra herencia a lo más alto. Y así, regresar al punto de partida, para elevar la Humanidad al sitio sagrado que le corresponde por lugares donde la luz transita en busca del horizonte amanecido

No nos limitemos a contemplar nuestras raíces, nuestra idiosincrasia y la herencia de nuestros mayores en los museos, considerando que estos archivos son el legado de nuestros ancestros y de todo cuanto fueron. No fijemos en un sólo día las fiestas del porque hay más días para hablar y trabajar por el solar lariego en beneficio de la comunidad.

No convirtamos este espacio sacro de montes y valles, ríos y montañas -tan lleno de vida y de historia, tan cargado de valores espirituales y endógenos- en un pueblo dormitorio o en un barrio de chalets "acosados", donde falta la palabra y se ven ojos bizcos y córneas torturadas en el silencio de un verbo cercenado. Porque si falta el "filandón", si falla aquel hombre -cuya palabra era una escritura ante notario-, si desaparece el sexto sentido femenino de nuestras madres y abuelas, si cada uno de nosotros nos refugiamos en el ostracismo individual, habremos perdido nuestras verdaderas raíces, el valor colectivo de lo humano y así lo habremos perdido todo.

¿No han sido estas tierras solares reivindicativos y de revoluciones a lo largo de nuestra Historia? Pues todo cuanto hagamos en favor de nuestra idiosincrasia, raíces y señas de identidad será un buen signo. Señal de que habremos comenzado una revolución pendiente, incruenta, contestaria y justa.

Dice mi maestro de yoga, que quien tiene fe ya tiene un trecho del camino de la vida ganado. Fe en un Dios generoso ¡Eh de la vida! ¿Dónde estás?: Zeus, Jehová, Allah, Odín, Thor, Eros, Isis, Manithou, Belenius, Teztlatipoca, Sol, Árbol". Todos en el Olimpo. En el Paraíso. En el Nirvanha del Séptimo cielo.

A orillas de un río. En las frondas de un bosque. En la cumbre de un cerro. Fe en un uno mismo. En la esperanza. En la caridad. En el prójimo, esto es en el más próximo. No es fácil en un loco mundo agobiado por la premura de ojos bizcos y córneas torturadas, de palabras necias y agresivas bajo el imperio del dinero, de la soberbia, de la mentira taimada donde el verbo es ajado y se marchita cual flor de invierno besada por el hielo.

Aquí, al alba, a orillas de la mar que es el morir de las aguas y efluvios del Nalón, un horizonte de preguntas invaden al hombre y al niño que lleva dentro educado en la fe del cristianismo. Comentan los sabios me decía mi abuela Salomé- que Dios no existe. Que a Dios lo hizo el hombre producto de oropeles oníricos y del soberbio deseo de supervivencia. Dios está en cada hombre. Cada hombre es un Dios. Su propio Dios. El resto es ficción, alquimia puro fruto de la tierra que en un almirez de bronce se mezclan en el dédalo para configurar los arcanos del alma.

Pero, luego de tantos años ¿Cómo rehusar la mirada de Cristo (es decir mi hermano) cuando Nazareno pasa a tu lado, harapiento y descalzo, hambriento y con sed, yagas en el rostro y el pecho atravesado? ¿Cómo silenciar la palabra de Javhé en el cálamo tajado de los evangelistas? ¿Cómo desmontar, piedra a piedra diez -eran diez los mandamientos- la casa en que habitó la infancia? ¿Cómo rechazar los blancos días de aquel niño con el olor del musgo entre los dedos y un Belén de luna llena y villancicos? ¿Dónde, pero dónde estoy? ¿Donde aquel niño? ¿Dónde el hombre? En verdad que hay otros mundos mas todos los mundos están aquí en este mundo albergando las ruinas de la vida.

Perdón, Dios, dioses del éter y de las frondas porque sí sabemos lo que estamos haciendo aunque vuestra voz quebrada y el silencio nos haga, al rayo de luna, convidados de piedra y centinelas. Dicen otros sabios y mi abuela que Dios existe.

Un día se separaron las aguas de las tierras cuando la luz del mundo comenzaba a ser una amanecida hasta que se fue configurando la morfología del planeta azul. Así, nacieron los valles, los pastizales, los bosques, los ríos y las altas cumbres.

Y otro día llegó el hombre a estas tierras y viendo que eran buenas se quedó a vivir para siempre. Se dedicaron al pastoreo, roturaron bancales, sembraron la escanda, cultivaron un vino, pobre de sol, tallaron sílex y huesos, mientras los artistas -que siempre los hubo- mostraron sus pinceles y grabados en Fresnedo y en la Cueva del Conde.

Más tarde edificaron castros y bailaron la danza prima alrededor del tejo sagrado, en noches de plenilunio, atentos siempre al sacro saber de los druidas. Hubo pestes, hambrunas y guerras -¿Quien no nació durante una guerra? ¿Quien?-. Las legiones romanas cruzaron el valle de Las Partidas, subieron a La Mesa, elevaron culto a sus dioses en Piedrajueves y fueron vencidos en El Muro.

Más tarde, lo harían los árabes entablando el emir Hixem y el rey Casto sangrientas contiendas que llenaron páginas de historia y de leyendas. Los nobles construyeron castillos y torres y el clero monasterios mientras los labriegos trabajaban de sol a sol soportando la vergüenza del "Derecho de Pernada" y otras felonías. Nacieron con el tiempo las pueblas, el Real Privilegio de Bermudo III, se constituyeron los concejos, las parroquias rurales, con más obligaciones que derechos, y, del Nuevo Mundo, llegaron el maíz y la patata para mitigar el hambre.

En los flancos de montaña y en los valles se levantaron pueblos y aldeas y, desde el canto del gallo hasta la noche, el campo era un hervidero de gentes en laceria y penuria. Nacieron por aquel entones Flórez Estrada y Gaspar de Jovellanos a quienes condenaron al exilio y a la cárcel por sus ideas progresistas y por la revolucionaria "Ley Agraria" que -para vergüenza de los políticos-nunca se acometió.

Y un día tecnócratas, antropólogos y hombres de las letras se afanaron en definir, cantar y menospreciar lo que era el espacio rural: "... un conjunto de elementos de interacción dinámica...; ... una Arcadia utópica y virginal de paz y de silencio...; "... Un horrendo lugar donde los pollos se pasean crudos... Y una mañana -como lo hicieran los vaqueiros de alzada- viendo su soledad y abandono, decidieron los lugareños ir en busca de horizontes más prometedores.

En los valles sólo quedaron Ellos y Ellas; pacientes y resignados, los últimos druidas.

Teverga, primavera de 2007

Texto completo en PDF
de las presentaciones:
Carlos Rodríguez,
Carmen Ruiz-Tielve
Pepe Monteserín.

Ver Monolito a las Víctimas de la Guerra Civil (II):
Entrago

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